CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, agosto 28, 2022

SANTA MARÍA, LUCES Y SOMBRAS

Rafael Morales (ADARVE PATRIMONIO CULTURAL) me invitó hace unos días a la prueba piloto de la visita guiada a Santa María, totalmente a oscuras, que se ha INVENTADO.    

                                     

Es la PRIMERA VEZ que se permite realizar una visita de este tipo en Santa María, y por tanto, una ocasión única para disfrutar de esta experiencia.
              

Solo el sugerente formato de la visita ya es razón suficiente para no perdernos esta actividad, ya que en la primera parte del recorrido por la iglesia sólo nos alumbran unas cuántas lamparitas que nos ofrece Rafa, y que nos permite avanzar por la oscuridad de aquel inmenso espacio lleno de arte e historias.

Desde el por qué Santa Bárbara nos protege de las tormentas, hasta por qué se encomiendan a Santa Marina las parturientas, pasando por las biografías de los santos que habitan en las distintas capillas de Santa María, Rafa nos va relatando mil historias que conviven en aquel sacro y maravilloso lugar.         

De todo el itinerario, me quedo con dos momentos:

Uno, cuando nos sentamos en el coro y apagamos las escasas luces que nos guiaban, para escuchar un canto gregoriano. Fue mágico y nos acabó tocando el espíritu.

Y el segundo, la contemplación del retablo a los pies del mismo, y el descubrimiento de tantos detalles que desde los asientos de la iglesia no se aprecian.


Fotos: María de Gracia Carrera

Texto: Manolo  Martínez


Y dejo de destripar algunos de los muchos atractivos que ha conseguido confeccionar este profesional que nos enriquece con su vasta cultura y su inquietud por difundirla, envueltas siempre en el papel de regalo que constituyen sus, siempre, innovadores formatos.

Os dejo aquí el contacto para que podáis disfrutar de este experiencia



sábado, agosto 27, 2022

LA MEDIDA DE LAS COSAS

Hay días que estiras el cuello desde que te levantas, sin tener claro qué buscas, es como cuando empiezas a oler el mar antes de llegar a él. 

            Puede que las matemáticas no fueran tu primer amor, pero han marcado tu forma de interpretar el mundo. 

Por eso, de la misma forma que los sastres toman las medidas a sus clientes desde dónde nace la entrepierna hasta el suelo, tú mides los días desde que canta el gallo hasta que surge la luna, y los llenas de obligaciones, de “tengo que…”. 

…y no te enteras de que la vida no se mide, solo se vive, hasta que un día cualquiera, el azar, porque siempre es el azar, te quita tu metro amarillo de sastrecillo valiente, tu jaboncillo de marcar, tu acerico y tus alfileres, y te deja en otro camino del que no conoces el final. 

Menos mal, que los años, además de arrugas, nos traen incertidumbres, porque no hay nada más peligroso que las certezas. 

Justo ahí, entiendes que vivir es irse a la cama cada noche con la cabeza llena de paisajes, miradas, mares, tres besos y un abrazo apretado. 

            


Manolo Martínez

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domingo, agosto 21, 2022

TABERNÍCOLAS

Cada vez que viajo a mi infancia los recuerdos saltan en mi cabeza con las ganas de un niño de cinco años. 

            Se abren de par en par aquellas tabernas oliendo a calamares fritos, adobo, vino embarrilado y el humo de los celtas sin boquilla. 

            Cada uno de esos olores va de la mano de una imagen: la oreja con tiza del tabernero, las dos palmadas que daba mi padre para avisar al camarero, y una minifalda con piernas que vaciaba las barras para llenar las puertas de las tabernas. 

La banda sonora de aquellos bares se mecía entre los quejíos de Antonio Mairena y los gorgoritos de Pepe Marchena, o Valderrama, que durante toda la jornada salían de una radio con dos dedos de pringue procedente de la sempiterna columna de humo que se escapaba de la cocina. 

                        

El Mesón de la Reja era una de aquellas tabernas, hoy reconvertida en templo de los rollitos de primavera, pero antaño centro neurálgico de la vida agroganadera de Carmona. 

            Allí, los correores, (los primeros brookers), quedaban a diario y hacían dinero con las alzas y bajas de la arroba de los cochinos, del kilo de ternera o de la fanega de tierra. 

            En aquel mesón surgían los tratos, que eran operaciones firmadas con un apretón de manos, y en las que el dinero (que hoy destinamos a los notarios) entonces se empleaba para pagar las manzanillas y los riñones al jerez, que como nadie guisaba la mujer de Manolo, y con los que se rubricaban aquellos contratos sin papeles. 

Manolo Martínez

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sábado, agosto 20, 2022

LOS AMIGOS

Son las tres de la mañana cuando retiramos los restos de una noche de amigos. 

Compruebo que sólo quedan sillas vacías dónde, hace apenas un cigarro, había conversaciones y risas. Los tres limoncellos que bebí de más me traen “Amarcord” a la cabeza, la película de Fellini. 

Amarcord quiere decir “yo me acuerdo”, o “me acuerdo de”, que es lo que hace Fellini en su obra maestra, recordarse: descubriendo la amistad, el amor, el mundo... 

            …que es lo mismo que hemos hecho los amigos, antes de comernos la tarta de queso, recordarnos: preguntándonos por las familias, intentando arreglar el mundo y actuando como hurones, que van y vienen a la memoria, en busca del recuerdo perdido. 

…hasta que lo encontramos. Entonces lo apresamos entre los dientes, como el perro a sus cachorros cuando los acarrean de un lugar a otro, y al llegar al sitio de la conversación oportuno, abrimos la boca y lo soltamos para resucitarlo entre todos con un ¿te acuerdas de...? 

No hay nada parecido al placer de compartir unas cervezas bien frías, y una tertulia con los amigos de siempre, una noche de verano. 

Nada, porque incluso en los inevitables, y saludables debates, que calientan el ambiente por distintos pareceres, antes de llegar al incómodo roce, nos miramos el corazón y nos retiramos a tiempo, como los buenos toreros.              

Los años nos han enseñado que no hay bandera más hermosa que la sonrisa ondeando en la cara de un amigo, mientras nos contamos nuestras historias. 

La vida es más fácil cuando dejamos de exigirle, y simplemente la vivimos.

                             
            Manolo Martínez

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domingo, agosto 14, 2022

EL KIKI

 

La faena del Kiki era la de acarrear arena con sus borricos, y para ese ministerio contaba con una flota formada por cinco o seis asnos.           

          A menudo, la dureza del trabajo hacía que, entre porte y porte, el Kiki parara a repostar en la tabernilla de Aroca. Mientras duraba el llenado, sus burros le esperaban estoicos en la misma puerta de la taberna. 

           Al cabo del tiempo salía el Kiki, cargado, bien cargado. Entonces empezaba un monólogo con los ojos casi cerrados, como memorizando, con un palillo empadronado entre sus escasos dientes, una vara atravesada en la presilla de su pantalón a modo de espada, la gorra hacia atrás y la moña hacia delante. 

De esta guisa le daba órdenes, ininteligibles para nosotros, a sus burros. Luego se enfilaba con su caballería hacia una bardilla que, aún hoy existe, frente a la iglesia de San Francisco. 


         El Kiki se obstinaba en que los borricos cruzaran la bardilla como si fueran una camada de perritos pekineses amaestrados.           

Era sistemático. Primero les proponía con la voz y luego les convencía con la vara. El burro conseguía colocar sus patas delanteras en aquella estrechez de cemento, pero, protestaba con un rebuzno, en cuánto su domador insistía para que subiese las dos patas rezagadas. El más difícil todavía.

Estoy seguro de que Pablo Neruda conoció al Kiki antes de componer aquel verso que decía “y te lo tragaste todo, como la lejanía”. Eran otros tiempos, otras faenas extremadamente duras, y otras maneras de entender el mundo.

Manolo Martínez

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sábado, agosto 13, 2022

EL CUADRO TORCIDO

Hace unos años, cuando yo entré  en una curva sin señalizar de mi vida, mi mejor amiga me invitó a cenar en su casa. 

Nada más entrar en su apartamento me llamó la atención un enorme cuadro que presidía la subida de la escalera, no por el lienzo per se, sino porque estaba mal colgado. 

Estaba de lado, de tal manera que, para averiguar lo que allí había dibujado, tenías que torcer la cabeza, como un perrillo cuando quiere dar pena. 

      Cuando le pregunté por qué lo había colgado así, me dijo que aquel grabado le encantaba, pero no cabía en el testero en su posición correcta, así que lo puso en vertical. Tenía claro que lo importante era disfrutar de la escena.      

              

       Ese cuadro está hoy en mi casa. Se lo pedí a mi amiga y me lo regaló.

     Está mal colgado, torcido, y no es que no tenga sitio en mi pared, que lo tengo, pero perdería su alma, porque lo que veo, cada vez que lo miro, incluso antes que el cuadro, es la conversación que mantuve sobre los torcimientos de los días y sobre la importancia de adaptarse a las circunstancias, a los tiempos y a la pared que tengamos para colgar los  deseos, aunque no se cumplan. 

      Es curioso, aquella amiga comparte hoy su vida conmigo, y a los dos nos gusta mirar, en silencio, el cuadro torcido.

          Manolo Martínez

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domingo, agosto 07, 2022

LA ALBERCA

En los años de Maricastaña, conforme entraban las calores salían las familias, en bandadas, hacia las huertas.

            Y en las huertas estaban las albercas, que rebosaban agua y niños a partes iguales. Y entre niño y niño, sandías y ruedas de tractores reconvertidas en flotadores.               

           Recuerdo que mi familia iba cada domingo a la de mi tío Manoliqui, por los Callejones del Valle, dónde media docena de madres metidas en sus bambos fresquitos, iban y venían como hormigas, disponiendo debajo de una morera, los comeres y beberes, sobre dos mesas con sus hules escamondaos a base de estropajo, lejía y restregones. 

            A la hora del aperreo, hora en que la cabeza se quedaba sin sangre porque toda acudía de urgencias a digerir una sobreocupación del estómago, comenzaban los cubatas (cubalibres en aquellos años). 

Luego, los hombres echaban una manita de carta mientras las mujeres se contaban las últimas novedades: “Dicen que el Lute anda escondido por Carmona”, y entonces todas las que tenían bambo se persignaban con rapidez, a la vez que mascullaban: “…que Dios nos libre”. 

        Al caer la tarde, mientras el sol se bebía la alberca a buchitos, las de los bambos, otra vez, improvisaban bocadillos con los pocos filetes empanaos que habían sobrado, para los más menuos (dícese de las personas y humanos, que aún no han cumplido diez años). 

Echadas las cuentas, recogíamos el domingo como si fuera un mantel lleno de migajas, para finalizar con la deprimente banda sonora: “… y mañana lunes tengo que…”.            


Manolo Martínez

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sábado, agosto 06, 2022

SERÁ LA EDAD


Llegados a cierta edad, uno tiene que agarrarse a muchas barandillas (hablar menos y escuchar más, pero sobre todo hacer, arriesgar, reír, pero sobre todo sonreír, mirar a la gente a los ojos cuando le hablas, y esperar poco, mejor nada), así evitaremos caernos mientras bajamos por la vida.

 Llegados a cierta edad, cada vez nos cuesta más bajar los escalones, y eso que siempre son los mismos: ir andando de casa al trabajo, las opiniones dispares con los hijos que quieren hacer lo que tú no quieres que hagan, o que no quieren hacer lo que tú quieres que hagan, cargar y descargar las compras del Cash Moisés, las tres o cuatro cervezas del sábado con los amigos, los cuatro o cinco cigarros cuando estás terciando…, en fin, nada del otro mundo. 

Y sin embargo, todo eso, te cansa ahora el doble de lo que te cansaba antes. Los análisis no están mal, ni están bien, están. 

Dicen los más viejos que son los años, que son cosas de la edad, pero ¿qué años? si estás hecho un chaval, si acabas de cumplir…ufff…ahora que lo piensas, tienes los mismos años que tenía tu padre.

 Aún así, tu padre siempre fue mayor que tú, a pesar de ahora tener tú, más años de los que tenía él cuando decía las mismas cosas que tú dices ahora.

Manolo Martínez

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