Hay una canción de Raphael, “Digan lo que digan los demás”, en la que el de Linares se salta a piola la censura a la que “los demás” le someten.
Y es que el miedo no vale pa ná, salvo pa tené miedo. Bueno…también agudiza el ingenio y nacen genialidades como aquella de Quevedo: “Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es-coja”, pero eso era antes, ya no quedan más quevedos que los de las ópticas.
En fin…que no hay mayor lujo que decir lo que piensas, vestir como te guste y vivir a tu manera, manque pierdas y por mucho que se disguste el resto del rebaño. Siempre que se cierra una puerta, se abren cinco más.
Yo tengo amigos personales que piensan totalmente distinto a mí.Tengo amigos virtuales en las redes sociales a los que no bloqueo porque tengan banderas distintas a la mía, y he invitado muchas veces a las tertulias de “Comer, beber y hablar” que organizo a tertulianos con una visión opuesta a la mía.
Lo hago porque tengo interiorizado que la LIBERTAD DE EXPRESIÓN, es la mesa camilla en la que cabemos todos los que somos tolerantes y considero que EL PENSAMIENTO de las personas es lo más sagrado que cada uno tiene, por tanto intocable, siempre que a nadie dañe.
Censurar hoy día, lejos de acallar al censurado, es un
reclamo que le pone un altavoz en la mano y aumenta la clientela.
Manolo Martínez
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