CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, junio 22, 2025

Como un niño con zapatos nuevos

Hoy empieza el verano, y estoy como un niño con zapatos nuevos, por eso lo quiero inaugurar con los versos de una vieja canción: Fresas, cerezas y el beso de un ángel en primavera. Mi vino de verano está hecho de todas estas cosas”. De todas estas cosas y de algunas más, todas ellas vestidas con este calor insoportable que nos hace bajar al mínimo la actividad. Y es en ese sopor, donde se esconde lo más hermoso de cualquier verano, la novedad, el saber que tenemos dos meses inexplorados por delante, sin rutinas invernales. El verano está lleno de secretos, disfrútalo entre fresas, cerezas y besos, vengan de donde vengan. 

viernes, junio 20, 2025

AQUELLOS VERANOS

 

 Los veranos de antes eran otra cosa. Cuando la caló apretaba mi madre refrescaba el suelo de la azotea echándole el agua a puñados que sacaba de un cubo de lata, luego tirábamos cuatro colchones de espuma al suelo mojado y nos quedábamos dormidos mirando las estrellas, mientras mi padre se preguntaba en voz alta qué habría allí arriba.

Un puñado de veranos más tarde, cambiamos los pantalones cortos por los largos, y los primeros cigarros nos trajeron también los primeros intentos de echarnos novias. 

Allí están. ¿Vas tú o voy yo?  la pregunta sólo era un formalismo, al final siempre iba Juan, el caradura oficial, y siempre el mismo y austero argumento: 

—¿Tenéis fuego? 

No, ninguna fumamos. 

Al wano. Deshechas en un segundo mil y una consideraciones previas al encuentro. Tres risitas cobardes de amigos insolidarios y una tendenciosa pregunta: 

¿Qué te han dicho Juan?  más risitas... 

Cerrábamos la noche al salir del Rialto, después de haber visto “Grease“  por tercera vez y tomarnos la última en Gamero con Antonio recitándonos por enésima vez la lista de los reyes godos en tapas:

 —Señores tenemos el pez de espada, la carrillá, el hígado a la plancha, los huevos a la bechamel...

Tras una profunda reflexión el esperado consenso culinario: 

Cuatro pez de espadas, Antonio, con sus respectivas espumosas.

—Y mañana, Juan, apaga el cigarro, hijo, antes de pedirles fuego a las muchachas.

Con las risas espurreamos pez de espada y cruzcampo a la vez. 

Dice una canción que treinta años no son nada…, ¿quién sería el talento que la escribió?

                                                                    Manolo Martínez

 

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domingo, junio 15, 2025

LA PALANGANA


En los tiempos de Maricastaña la gente se aseaba de otras maneras. El lavao del gato, decían lo abuelos, cuando cogían el agua a puñados de la palangana. 

    El primer puñado para la cara, luego, un puñado para cada brazo y, por último, dos puñados para los sobaquillos. Centrifugao con la toalla y dos vueltas a la palangana formando un remolino, con el agua sucia, que acababa en la calle o en las macetas. 

    Listos, para comer, la taberna o pelar la pava. Se lavaba lo que se veía, poco más. Ni había tiempo ni había ganas. El baño de cuerpo entero era un menester para lo sábados. 

    Hoy que se duchan nuestros hijos cuando llegan del colegio, cuando vuelven del gimnasio, antes y después de pelar la pava... ¡Mamma mía, qué limpios me han salido los niños! 

    Con la ropa tres cuartos de lo mismo: ropa para el colegio del día, ropa para el gimnasio de un uso, ropa de pela la pava de otro uso... dos lavadoras por día...media nómina para agua y otra media para los detergentes y mejunjes varios. 

    La semana que viene compro cuatro palanganas, una por miembro (de familia digo, claro). 

Manolo Martínez

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sábado, junio 14, 2025

EL BAR CICLÓN

Al final de la cuesta del Teatro Cerezo, y custodiado por un puñado de leones que vigilan el paseo más bello de Carmona, la Alameda, estuvo/está el “Bar Ciclón” de los hermanos Troncoso. 

En la orilla de este mítico bar se cosían las posibles alineaciones del fútbol carmonense, a cuenta de unos cuántos enamorados del balón como Miguel y Manolo Troncoso, Leonardo, el Melli, Tota, el Cuétara, el sempiterno Pirujo, Manolo Merino, José Domínguez, Tobalo y Armijo. 

 Allí recordaban pases y goles de los Caraballo, Quindejo, Terino, Zafra o Valerio, la “créme de la crème” del balompié de Carmona. 

Mañanas y tardes enteras hablando de fútbol, que hoy, al cruzar la calle, retumban en el Pub Leo que regenta Miguel, hijo de Miguel Troncoso, y futbolero como su padre. 

Manolo Martínez

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domingo, junio 08, 2025

EL DODECAEDRO

 De todas las cosas que guardamos en el cajón de los miedos, hay una con la que, hasta la barriga me dolía cada vez que la veía venir. 

Fue lo más difícil que tuve que hacer siendo niño: un  dodecaedro.  

Y es que, a pesar de ser un buen estudiante, nunca se me dieron bien los trabajos manuales. Les temía como a una vara verde, tanto, que no podía dormir el día que don Andrés nos recetaba, con su habitual malaje, que antes del viernes había que llevarle hecho el dodecaedro. 

Los dedos se me pegaban, una y otra vez, a cada una de las pestañas recortadas para ensamblar el paralepípedo de los cojones. Era una faena inhumana, pensaba entonces, porque, por más que lo intentaba, no podía conseguir que las doce caras estuvieran tersas, y menos aún, que las treinta aristas fueran completamente rectas. ¡Que desdichado era! 

Hoy echo de menos aquellos tiernos pesares, hasta el punto de que no me importaría hacer dodecaedros el resto de mi vida. A diario, cientos, miles de dodecaedros, si con ello alguien me garantizase que esa briega con cartulina, tijera y pegamento, iba a ser, como en mi niñez, lo más difícil que me quedara por hacer.

Manolo Martínez

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viernes, junio 06, 2025

MANUEL MAYO LEÓN presentó su libro "CHILE ERES TÚ" en BUCKS (Tertulia 68 de "Comer, beber y hablar")

La pasada semana tuvo lugar, en la librería Buks, la tertulia 68 de “Comer, Beber y Hablar”, 

Gracias a María Dolores Burgos, y a sus hijos, Miguel y Manuel Chamorro Burgos, que me regalaron conocer a Manuel Mayo León, un joven sevillano que tras su estancia en Chile ampliando sus estudios de Física, tradujo su experiencia personal, de amor/desamor, a un brillante texto que dio lugar a su primer libro: “Chile eres tú”. 


A pesar de la calurosa tarde, el encuentro dio lugar a una amenísima, y enriquecedora charla con el autor, quien fue revelándonos el porqué de aquella inmersión en el mundo de las letras desde su profesión de Físico. 


Manuel se nos abrió en canal a lo largo de la tertulia desmenuzándonos cada metáfora, cada figura literaria, su sentir y, finalmente, su catarsis personal que le llevó desde el desgarro al sosiego a través del hermoso arte de la escritura, que llega a ser terapéutica para él, dejándonos hermosas reflexiones como: 

¿Hasta que punto un beso es menos fiel que un pensamiento?,

“Si existiera Dios, él me crearía 1000 veces, pero como no existe, es mi labor crearme cada día.”, 

No te conozco, pero siento que no existe una vida en la que no sea consciente de que existes. 

El quizá y el silencio cuchichean jactándose de mi desgracia. 

Ahora que me encuentro en construcción, me siento roto, más el infierno de tu fría piel me da fuerzas para afrontar un vuelo con destino incierto. 

Cuando acabas de leer el libro de Manuel Mayo León, llegas a interiorizar aquel razonamiento que expone que no somos nosotros quienes leemos los libros, sino que son los libros quiénes nos leen a nosotros. 


Sin lugar a dudas, una lectura más que recomendable que puedes adquirir en la librería de José Manuel, Bucks, en la calle Real de Carmona. 

No dejes de leerlo este verano, “Chile, eres tú”, te refrescará el alma. 

Gracias a Manuel, y a toda la familia Mayo León que con tanto cariño trató a nuestra tertulia. Bienvenidos.

Buen verano a todos los tertulianos de "Comer, beber y hablar"

 Volvemos a finales de Septiembre.


Manolo Martínez

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domingo, junio 01, 2025

EL HERMANO MAYOR


Yo no tuve un hermano mayor que me llevara "al caballito" en su espalda, ni que me diera un zasca por nada (sólo para marcar su terreno), o que me mandase por un vaso de agua mientras él veía una peli tendido en el sofá. 

Ahora que lo pienso todo esto me suena un montón, como un "déjà vu"... pues, claro, es que yo he sido el hermano mayor. Y lo he sido sin presentarme a ninguna elección, por la cara.

Lo que más pesa es tener la sensación de no cumplir lo que, ahora de mayor, le compete a un hermano mayor, dar templanza, buenos consejos, ser el referente, estar ahí.

Y eso sí que tira del cuello cuando tienes la sensación de que no cumples esa misión. ¿Quién me mandaría a mí nacer el primero?

Yo hubiera querido ser el segundo, o el tercero, aunque fuera yo el que recibiera el sopapo de los celos por el destronamiento, aunque tuviera que levantarme siempre yo para llevar el vaso de agua, haría lo que fuera por poder arreguincharme a la espalda del casi siempre egoísta hermano mayor.

              Manolo Martínez                  

sábado, mayo 31, 2025

COMO MORIR EN UNA COMUNIÓN POR MOR DE LA CORBATA


"Soy experto en batallas. En perderlas. Todas” 

Esto fue lo que dijo Kurosawa en “Los siete samurais”, y así me sentí yo en aquella comunión de tanta caló.

Primero intenté escaquearme, pero perdí la primera batalla porque la madre del niño vestido de almirante era de la familia (o ibas o disgustabas a la familia).

Mi segunda ofensiva fue intentar ir sin el traje temiéndole a los treintaytantos grados largos que marcaba el termómetro, pero de nuevo fracasé. ¿Cómo vas a ir a una celebración tan importante en camisa?

Aún me quedaba un intento, el de no ponerme la corbata porque me parecía inhumano con aquel calor. “Sin corbata, y con traje, parecerás un cantaó”, me dijo mi mujer, que por cierto no llevaba corbata.

Cuando rodeé mi cuello con la corbata (teniendo en cuenta el diámetro alcanzado por éste, por un exceso de rameaos y una falta de ronda norte), al deslizar el nudo hacia arriba para ajustarlo, el final de la corbata se quedó a la altura de mis pezones, hasta el punto de que parecía mi lengua, en vez de mi corbata.

A las cinco de la tarde, con un cubata en la mano, la punta de la corbata cada vez más cerca de mi barbilla, y mis ojos cada vez más fuera de las cuencas, me acerqué al diminuto almirante, eché un vistazo a mi alrededor para asegurarme de que nadie nos miraba, y entonces le di un sopapo con todas mis ganas mientras le decía entre dientes:

    Ésta me la pagas

                                                                   Manolo Martínez

sábado, mayo 24, 2025

LAS PAPAS DEL MOLI


Como motos nos poníamos los chiquillos cuando nos compraban nuestras madres papas del Moli. 

El Moli hacía las mejores papas fritas de Carmona en una orilla de la plaza arriba. 

Rociero y malencarao, Carmelo te despachaba su trabajo en un cartucho de papel de estraza. 

Los ojos del mundo conocen a Carmona a través de la Puerta de Sevilla, la Necrópolis, Santa María y su mar de hierba, la Vega. 

Pero hay otra circunstancia que nos acerca a un lugar, la memoria del paladar, por ella le será fácil acordarse de Carmona a todo el que haya probado las tortas inglesas de Manolo el de la calle Chamorro, los churros de la Bella, el pez de espada de Gamero o las papas fritas del Moli. 

Manolo Martínez

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viernes, mayo 16, 2025

¡ QUE ASCO DE FERIA !

 ¡Que asco de feria!, dicen quiénes no entiende que nos guste meternos cuatro días en un sitio con menos metros cuadrados kun piso de estudiantes, y compartirlo con cien más. 

Cien zopencos que comemos y bebemos al mismo tiempo, que bailamos y tocamos las palmas mientras hablamos a voces sin entendernos. 

¡Que asco de feria!, que te obliga a elegir entre mens sana o corpore sano, a sabiendas de que una mens sana necesita gambas a tutiplén regadas por manzanilla, y que un corpore sano requiere ausencia del tutiplén y beber a buchito envé de a tragantá. 

¡Que asco de feria! nos repiten quienes no dejan que su corazón bombee Tío Pepe o la Guita mientras escuchan al Pali, quiénes no saben reírse de la vida antes de que la vida se ría de ellos. 

¡Que asco de Feria! escupen quiénes no son capaces de embotellar la alegría, ni aprendieron a emplatar cuatro días para que parezcan un bufé. ¡Viva la Feria!

Manolo Martínez

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domingo, mayo 11, 2025

EL ESBARATABAILES



El nota se echaba tanto pachuli que podíamos saber por dónde andaba con solo salir de la caseta y olisquear el aire como los perros.

— Está en Los Tranquilotes —auguraba Pepito, que es el que menos lo tragaba. 

Entonces empezábamos la huída en sentido contrario al de la caseta en la que olíamos/pensábamos que podía estar.

— Aquí no dará con nosotros — decíamos mientras achuchábamos al tercio de niñas que roneábamos para perdernos entre la bulla. 

El esbaratabailes se nos pegaba todas las ferias. Nunca pedía, pero siempre tenía un catavinos vacío en la mano que acercaba al primero que veía con media de manzanilla.

¡Que gañote tenía el hijopu!

Pero ninguno de sus descaros nos importaban realmente. Lo que no podíamos perdonarle era lo guapo que era el cabrón, o eso decía la media docena de pollitas que se le pegaban en cuánto aparecía. Desde ese instante no había nadie más allí.

Si querías acercarte a las flamencas que le cortejaban, tenías que entrarles con una ración de adobo, o media botella de la Guita, mientras pregonabas:

—¿Alguien quiere?

A lo que el esbaratabailes contestaba echando al lado con el codo a las pollitas, y arrimando el vaso vacío de manzanilla, mientras ensartaba con un palillo de madera, que tenía en la otra mano, el adobo más doraíto. 

Aquel bebecharcos no solo era guapo, sino que bailaba las sevillanas como Antonio Canales. Nuestras pretendidas hacían cola para cabriolear con él. 

¡Que ferias nos dió aquel pichabrava!, aquel mindundi relamido con fijata. 

Parece que lo estoy viendo cuando, en cada cruce de la cuarta sevillana, nunca miraba a su pareja, nos miraba a nosotros, cuatro panolis con las manos atestadas de raciones, jarras de cerveza y servilletas, para que no le faltara de nada al cagalindes.

Jaceyá cuarenta años de aquella ignominia, pero todavía, cuando me cruzo al robaperas por la calle, se me arruga la frente y me pega un bocao el estómago, y eso que ya no tiene dónde ponerse el fijata y tiene una barriga así de grande. La madre que me.

                        Manolo Martínez

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sábado, mayo 10, 2025

LA FERIA YA ES DE NUESTROS HIJOS


Mientras veo a mis hijos tomarse una cerveza durante la feria,

noto como se alejan, aunque no salgan de la caseta.

 

Pero, cuando son ellos los que me miran a mí,

con sus bigotes de espuma blanca,

están viendo, sin saberlo, a mi padre.

 

Los mismos miedos, idénticos reproches,

la misma forma de estrujar el limón

para regar los calamares;

y la misma manera de recoger el billete que les doy,

hecho un gurruño, para que no les viera su madre.

 

Es ley de vida, me dicen los amigos, con los años…,

Entonces me veo, hace cuarenta mayos, cometiendo el mismo pecado.

 

Para disimular que la emoción me aprieta más que el nudo de la corbata,

me salgo al patio de la caseta, y lleno los pulmones de aire,

mientras compruebo que allí fuera sigue estando la feria,

y la vida, a la que uno quisiera salir

para volver a llevarlos de nuevo a los cacharritos,

  …antes de que quiten los cacharritos.

 Manolo Martínez

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sábado, mayo 03, 2025

LA ALBERCA

Cuando paso por la calle “El caño” me quedo en modo quieto/parao al llegar a la otrora taberna de “La Alberca”. 

Miro a un lado, miro al otro, y si no viene nadie, pego la oreja a la puerta, por si escucho al pasado. 

Y sí, aún se puede oír el bendito jaleo de aquella antigua taberna. 


Una voz recorre la barra pidiendo “dos cacharros con chochitos”, y otra reclama una caña con “jamón der caná”. 

En el patio, un ganapán tira de la soga hasta sacar, del fondo del pozo, un cubo de lata del que coge el agua a puñados y se la echa a la cara, intentando acallar los diez chatos de vino cagalón, que casi le cierra los ojos, y los cuarenta grados que pregonan las chicharras. 

Bajo la morera, un puñado de parroquianos le parten la boca a reyes, sotas y caballos, estrellándolos contra las mesas de hierro, mientras ganan o pierden la convidá jugando a la ronda. 

Cervezas, papas fritas y chochitos, era el menú del día en aquel templo etílico en el que convivíamos durante el verano: jubilaos, paraos, estudiantes ociosos de bachillerato y algún ganapán. 

Manolo Martínez

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jueves, mayo 01, 2025

EL APAGÓN


 Me cago en dié que lo vamos a conocé tó: 

los teletubbies, el tsumani, el coronavirus, el volcán de la Palma, los TrumPutin…, y el apagón. ¿Qué nos queda? 

No por Dios…, eso no. Prefiero acercarme andando dónde Cristo dió las tres voces. 

El día del apagón sólo llevaba una cosa en la cabeza cuando acabé la peoná: comerme el helao que quedaba en el federico (como decía Miliki) antes de que se derritiese. 

Con la vainilla cayéndome por la comisura de los labios puse los cubiertos en la mesa: cuchara, tenedor, cuchillo y el móvil. No sé para qué puse éste último, porque el “hijoputa” llevaba sin hablarme desde las 12,33. 

Pasé lo que no está en los escritos porque no sabía cómo comunicarme con el mundo. Estuve apampláo casi tres horas, hasta que decidí ponerme a escribir cartas, aquellas cosas que se hacía en la prehistoria para saber de tus seres queridos. La primera se la escribiría a mi mujer.

Cuando rebuscaba en mi escritorio papel y boli, escuché detrás mía: 

— ¿Qué buscas, cariño?

— Algo para escribirte una carta —le dije con naturalidad a la que se casó conmigo.

— ¿Una carta? ¿A mí? El móvil ta dejao "listo de papeles". 

Entonces me di cuenta de que había personas conmigo: mis hijos, mi mujer, los vecinos…, en fin, humanos, como yo, a las que no veía por culpa del “puto amo”: er móvi. 

¡Ay…, que tiempos aquellos en que la gente se desplazaba en burro, se comunicaba en cualquier bujío, alicatándose con chatos de vino, o por cartas, que leían por la noche a luz de una vela! ¿Os acordáis? 

“Espero que os encontréis bien al resibo de la presente, aquí todo bien, a Dios grasia.” 

Postdata: “Ya ha venío la lú. ¿A que no hay cojones de llevarnos tós un mes con velas y darles un escarmiento en el bolsillo, que es dónde les duele?. 

 Manolo Martínez

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domingo, abril 27, 2025

LA IMPORTANCIA DE LAS COSAS

La importancia de las cosas no la determina la propia cosa, sino la circunstancia. Es la magia de la edad, la cándida inocencia y el porqué de lo que hacemos, lo que realmente mide el valor del acto. 

¿Hay algo más importante que hacer un círculo con los dedos índice y pulgar y buscar el sitio exacto por el que pase el chorro de agua que sale del grifo sin que nos salpique una sola gota de agua? 

Pues no cuando eres un niño y estás atrincherado en el cuarto de baño esperando a que se le pase a tu madre el cabreo por una trastada que acabas de hacer. 

¿Y qué intenta ver el niño que mira a través de los rollos de papel higiénico? Un adulto diría, que se ha buscado el mejor telescopio para ver que el mundo está hecho una mierda, pero no es esa la respuesta. La verdad es que ese niño ve todo cuánto quiera ver por ahí, porque así lo marcan las leyes de la bendita infancia dónde todo está a la mano, sólo hace falta querer. 

Hace nada leí en las redes esta reflexión: “Los tiempos difíciles crean hombres fuertes, los hombres fuertes crean tiempos fáciles. Los tiempos fáciles crean hombres débiles, los hombre débiles crean tiempos difíciles” 

sábado, abril 26, 2025

EL MILAGRO de los PECES y los HELAOS


"Ya está aquí Molina con la vitamina", pregonaba aquel buen hombre por las calles de una Carmona en blanco y negro. Eran los tiempos en que los niños merendábamos pan con chocolate mientras nuestros mayores hacían cola en la feria para ver a Manolita Chen. 

Por las mañanas, Molina nos proveía de pescado, a veces fiado, en aquel maravilloso carro. Luego, por las tardes, cuando mandábamos a dormir la siesta a nuestros padres para que nos dejaran jugar, aparecía de nuevo Molina, pero a esas sigilosas horas del  verano, aquel tri-rueda acarreaba en su interior un milagro. 

Los niños nos subíamos a la rueda chica para observar el extraordinario acontecimiento. Aquel mago se remangaba la camisa por encima del codo para demostrarnos que no había truco. 

Entonces, Molina sacaba de la oscura barriga del carro un artilugio rectangular lleno de helado de vainilla que con oficio vestía con dos galletas. Los más niños nos preguntábamos. ¿pero cómo extrae vainilla de dónde esta mañana sacaba pescaíllas? 

Yo no he visto en toda mi vida un milagro más barato. Por dos reales te convertía Molina el pescao en vainilla. 

Si cierro los ojos, y sintonizo el recuerdo, lo escucho perfectamente: 

¡Niñaaa...ya está aquí Molina con la vitamina! 

...y me rebusco en los bolsillos dos reales, pero que va, sólo tengo cinco euros, hoy día, ni pa pipas.

Manolo Martínez

domingo, abril 20, 2025

LA PISTA DE COCHES LOCOS DE MARY TERE

Con catorce años sólo necesitabas tener, en el ajustado bolsillo de tu Levis Strauss, tres fichas para montarte en los coches locos. Con eso te sentías en el cielo. Eso, y que la chica que te gustaba estuviera aquel día, y a aquella hora, en la pista de coches locos de Mary Tere. 

Y una cosa más: que cuando pusieras tu culo en el skay del coche, empezara a sonar “Vete”, de Los Amaya, ó “Yes sir, I can boogie”, de Baccara. 

Si conseguías reunir en el tiempo esas tres circunstancias: las tres fichas, la canción y la cortejada, acababas husmeando el aire, entre chispazos eléctricos, como un ciervo en celo. 

Eras feliz con ná y meno. 

Pero luego, después de beberte la vida a tragantá, piensas en el deseo de los deseos: estar siempre bien, y esa aspiración es suficiente para refugiarte en la fe del carbonero, la que no precisa de sesudas disquisiciones teológicas sobre la vida eterna, sólo demanda esperanza, y punto. 

Y es que, sin darte cuenta, has sacado tus pinreles del acelerador de los autos de choques y los has colgao en la camilla del fisioterapeuta. 

— ¿Y qué dice usted que tengo, menisco? 

— Menisco roto, señor, porque menisco tenemos todos.

— ¿Y entonces, ya no volveré a montarme más en los coches locos?

Manolo Martínez

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sábado, abril 19, 2025

CON LA VENIA DE MI PIE


No fue fácil el día que me calcé por primera vez. Tuve que poner de acuerdo a los diez dedos de mis manos y a mi mirada con mi pie. Una intensa faena, y resbaladiza, porque los cordones se me escapaban una y otra vez.

Y cuando por fin lo creí conseguido, supe que algo no iba bien. Unos cuántos pasos agarrada a las piernas de mi madre y ya me dolían los pies. Miré a mi madre y mi madre miró mis pies.¡Eureka!, hallé la culpa: o mis pies estaban cambiados o me había puesto los zapatos al revés.

La vida no tardó en darme su primera lección. "Tienes que volver a empezar, no hay otra".  Y así lo hice: diez dedos, dos ojos, un zapato, dos cordones y un pie emprendieron una pelea que duró lo que duran las cosas importantes, el tiempo que haga falta. 

Eso sí, el día que conseguí la gesta, la de ponerme sola los zapatos, puse el cartel de NO HAY BILLETES en la puerta de mi casa. 

Mis padres convocaron a los abuelos, titos, titas y vecinos. Luego, me sentaron encima de la mesa para que se me viera bien, y con voz de redoble de tambor, papá anunció la proximidad de mi proeza: 

 — ¡Mary, venga!,  que vean los titos como te pones sola los zapatos. 

 — ¡Mary, venga!,  que la abuela vea como te pones también el otro. 

Puede que el día de mañana tengas un buen trabajo o uno regular, que la vida te premie con un montón de amigos o quizá con pocos pero buenos, tendrás gente que te quiera y otra que no tanto, como todo el mundo, ni menos ni más…

…pero jamás de los jamases  volverás a sentirte como el día en el que, con la venia de tus pies, te pusiste sola los zapatos por primera vez.  

( A la niña de la foto, que hoy ya se pone tacones cuando pasea de la mano conmigo )                    Manolo  Martínez


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viernes, abril 18, 2025

NUESTRO PADRE

Nuestro padre siempre se quedaba dormido viendo la tele. Entrelazaba los diez dedos de sus manos, como los niños cuando reciben la primera comunión, y luego iba cerrando despacio los ojos hasta que mi madre le decía que había que irse a la cama.

Con ese mismo protocolo me quedo yo dormido ahora mientras miro la tele: entrelazando los dedos y dejando caer los párpados con todas las “asauras” del mundo.

Mi padre siempre perdonó mis equivocaciones, la mayoría de las veces lo hacía con sus silencios, y eso intento, sólo intento, hacer yo ahora con mis hijos.

Todos estamos condenados, bendita condena, a convertirnos, con el paso de los años, en nuestros propios padres.

Escribió Juan José Millás que todos nos sentimos raros cuando tenemos la edad de nuestros padres cuando nuestros padres comenzaron a envejecer. Y continúa escribiendo: "... de un tiempo a esta parte, veo en todos los espejos en los que me miro a mi padre. Cuando me peino, si lo hago frente al espejo, peino a mi padre. Y cuando me corto el pelo de las orejas, resulta que le corto el pelo de las orejas a mi padre".

Intento transmitirles a mis hijos las mismas cosas que él intentaba endosarme:

“... hay que estudiar,  trabajar, ser honesto, prudente, generoso…, buena persona por encima de todo”.

Pero empiezo a entender algo, que no sé si mi padre asimiló, y es que la vida tienes que vivirla en primera persona. De nada sirve que otro te la cuente una y otra vez, aunque ese otro sea tu padre.

… y menos mal que sucede así, porque, ¿qué nos quedaría por descubrir si ya otros se encargaran de adelantarnos lo que nos va a ir pasando?

A la memoria de nuestro padre, que hoy, 18 de abril, hubiera cumplido 90 años, 

y del que, ahora que no le tengo, aprendo todos los días algo.

            Manolo Martínez

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jueves, abril 17, 2025

CASA GAMERO (BAR-COMIDAS-CAMAS)


Barriendo el pasado con los recuerdos, me encontré en un rincón de mi niñez Casa Gamero, aquel bar de la calle San Pedro dónde se celebraban bodas, bautizos y comuniones. 

Allí debutamos el día de nuestra primera comunión, cuando aún teníamos el tiempo a espuertas, con un traje de almirante repleto de galones que nuestras madres pagaron a dita. En menos que canta un gallo, nos escapamos de aquel uniforme blanco lleno de manchas de chocolate y nos colgamos en la boca nuestro primer cigarro. 

De la primera calada al primer beso, un par de veranos, y como testigo de aquellos  primeros lances, Antonio, aquel camarero de Gamero que te colaba en las bullas del fin de semana si al pasar a tu lado le soplabas “El árbitro le robó ayer el partido al Sevilla”... 

...entonces, Antonio, se giraba sobre sus pies, echaba la bandeja llena de vasos vacíos para un lado y acercaba su cara a tu oreja: “¿Lo viste? ¡Qué cabrón! ¡Cómo se le veían los colores! Ese no pisa más el Sánchez Pizjuán” 

En medio de la conversación le ibas pidiendo: “Antonio…, un pez de espada, dos hígados a la plancha, una empanadilla... tienes razón, ese no pisa más el Sánchez Pizjuán... y cuatro cañas" 


En Gamero nos tomábamos la primera (antes de tirarnos al ruedo de las discotecas) y la última, en la que nos poníamos al día de cómo nos había ido la noche. Uno lloriqueaba porque otra vez le habían dado calabazas,

—...pero chiquillo, si  ya te dijo que no la semana pasada, ¿porqué insistes? 

...otro chuleaba de haber robado media docena de besos. Y entre el llorón y el futuro Arturito Fernández, el enteraíllo, rellenándonos, las jarras de cervezas, y la cabeza de consejos. Aguantábamos estoicos el tirón, atornillados a las sillas como Manolete al albero, porque allí nos comíamos la mejor tapa que nunca ha habido, ni habrá, en esta villa o ciudad: el Huevo a la Bechamel de Gamero. Benditos por siempre jamás, Pepe y Elías, sus cocineros. 


En el salón de abajo, las parejitas elegían sus canciones en una sinfonola. "Ojos brillantes” de Garfunkel, "Perdóname" de Camilo Sesto o "Cara de Gitana" ¿alguien recuerda el nombre de su cantor? Cambiábamos de canción a medida que cambiábamos de novia, ¿o era el revés? ¿Eran ellas las que elegían la canción y al besador? Más bien... 


A mi peña, "El Búcaro", que nació en aquella barra de acero inoxidable. Y a la memoria de Antonio y de los hermanos Gamero, que nos criaron entre sabores y conversaciones.

 (Gracias a María Jesús Muñoz y a Carlos Martínez por las fotografías y la cuenta) 

Manolo Martínez


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