CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, junio 08, 2025

EL DODECAEDRO

 De todas las cosas que guardamos en el cajón de los miedos, hay una con la que, hasta la barriga me dolía cada vez que la veía venir. 

Fue lo más difícil que tuve que hacer siendo niño: un  dodecaedro.  

Y es que, a pesar de ser un buen estudiante, nunca se me dieron bien los trabajos manuales. Les temía como a una vara verde, tanto, que no podía dormir el día que don Andrés nos recetaba, con su habitual malaje, que antes del viernes había que llevarle hecho el dodecaedro. 

Los dedos se me pegaban, una y otra vez, a cada una de las pestañas recortadas para ensamblar el paralepípedo de los cojones. Era una faena inhumana, pensaba entonces, porque, por más que lo intentaba, no podía conseguir que las doce caras estuvieran tersas, y menos aún, que las treinta aristas fueran completamente rectas. ¡Que desdichado era! 

Hoy echo de menos aquellos tiernos pesares, hasta el punto de que no me importaría hacer dodecaedros el resto de mi vida. A diario, cientos, miles de dodecaedros, si con ello alguien me garantizase que esa briega con cartulina, tijera y pegamento, iba a ser, como en mi niñez, lo más difícil que me quedara por hacer.

Manolo Martínez

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