CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


martes, julio 17, 2018

Al fin del mundo en una hora



Hemos llegado al fin del mundo en poco más de una hora. Ryanair lo ha hecho posible por cincuenta y tantos euros, (...y pensar la de sacrificios y zapatos que había que romper para llegar hasta aquí hace sólo unas docenas de años). Eso sí, aún no hemos visto ni un solo monstruo marino de 7 cabezas, ni ningún ser extraordinario de esos a los que aludían las crónicas de los peregrinos que llegaban a este Finis Terrae (en A Coruña) hace ya un buen puñado de años. Lo más cercano a aquellos temidos seres ha sido el dueño de un bar de fritangas cercano al Faro de Hércules que nos despachó, con más malaje que alegría, una ración de C.A.N.I.  (Carne Animal No Identificada), a la que anunciaba en la pizarra del susodicho bar como croquetas caseras. ¡Ostia, que uno se venga al fin del mundo a comer C.A.N.I...¡Menos mal que ha sido la la única experiencia gastronómica paranormal que hemos sufrido, luego, "La Taberna do Bispo", "Petiscos do Cardeal", y sobre todo, la carne, el pescado y la huerta del hermoso Mercado de Abastos de Santiago, nos demostraron lo bien que se come en Galicia.


En uno de los paseos por la Rúa do Franco, siempre repleta de peregrinos, nos llamó la atención una serie de acuarelas de vivos colores que tenían como tema principal la Catedral de Santiago, pero sumergida bajo el mar y rodeada de pulpos, estrellas de mar, ostras..., una delicia. Cuando entablamos conversación con su autor, Román, un pintor con aspecto de teutón,  nos acabamos enterando de que había vivido en nuestra ciudad un tiempo, en la Urbanización de las Monjas, y conocía Carmona mejor que nosotros. Pues va ser verdad aquello de que el mundo es un pañuelo, (de Carmona a Carmona, pasando por la Plaza del Obradoiro). Puede que vuelva a Carmona en septiembre, le esperamos con los brazos abiertos.


Viajar no sólo es desplazarse, ir y venir, moverse...es también parar, esperar, sentarse a mirar lo que hay debajo del cielo...


...incluso  lo que hay en el mismo cielo, como cuando subes a las cubiertas, al "tejao", a lo más alto de la Catedral de Santiago. Las vistas desde aquí arriba no pueden adjetivarse, hay que subir a respirarlas.


El último día del veraneo uno se queda siempre con la impresión de que necesita volver, de que se han quedado muchas cosas por ver, mucha gente con la que hablar, muchos vinos y comidas por probar... pero siempre vienes con la certeza de que no hay manera mejor de cargar pilas que cambiar de aires.
Volvemos a casa con la barriga llena y la cabeza vacía (de problemas, de tontos y de sus tonterías)


... y el mar del norte, ajeno a todo, reivindicando siempre su espacio


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