CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


sábado, julio 30, 2022

LAS QUISICOSAS


Hay tardes de verano, cuando el calor aprieta, en que uno busca la soledad junto al fresco, como el perro busca la sombra. Entonces, cuando cierras los ojos, un puñado de dudas da vueltas en tu cabeza como las aspas del ventilador.

Son las quisicosas, preguntas cuyas respuestas revolotean como las moscas en verano, van y vienen, pero ni se van ni se quedan, solo molestan. Se empujan entre sí hasta escapar de tu frente como el sudor, y siempre son las mismas: ¿por qué estamos aquí?, ¿para qué?, ¿y después qué? 

Las quisicosas atrancan todas las puertas de salida hasta que, cuando menos las esperas, aparecen las respuestas. En mi caso, y en mi casa, irrumpieron en forma de risas, hoy, dos décadas después, vienen todos los viernes a pedirme la paga de la semana. Son dos, rubios y guapos, y traen con su sola presencia todas las incertidumbres resueltas. 

Por ellos me gusta hacer trampas en los retratos, y allí, en aquella mentira de papel, me pego junto a mis dos hijos cuando yo tenía la misma edad que ellos en la imagen. Así engaño al tiempo para imaginarme compartiendo juegos. 

Pablo, el mayor, en sus años de monaguillo; Ángel, el más chico, buscando la perspectiva al guiñar un ojo tras una espiga de trigo, y Manolo, usease yo, con cara de bueno mientras escondo las malas ideas tras mi añorado flequillo.       

Mientras tanto, como el tiempo es imparable y se escurre como la arena entre los dedos, uno mira y remira ese único lugar en que, cada vez que uno quiere, te reencuentras con las respuestas, la fotografía. 


 Manolo Martínez

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domingo, julio 24, 2022

CATALINA

Todas las mañanas compro el pan antes de ir al trabajo. 

En el camino paso delante de este árbol alumbrado por esa farola, y cada vez que lo hago, se me viene a la cabeza un nombre, Catalina.

     Catalina era tía de mi padre y era una extremeña guapa, alta y decidida en sus maneras. 

           Siempre la recuerdo en su enorme cocina, en la que todos los días comían un millón de personas, o eso me parecía a mí que nunca había visto tanta gente comiendo junta. 

La memoria me regala volver a verla sentada en la puerta de su casa, la que todavía hoy está detrás de ese árbol alumbrado. 

Allí se reunían, las noches de verano, Catalina y un puñado de vecinas de la calle San Francisco. 

Cada vez que, de niño, iba o venía de paseo con mis padres, parábamos en aquella tertulia callejera en sillas de enea. Allí nos poníamos al día de las noticias del barrio. 

        —  Y Manolito, ¿cómo va en el colegio? Tiene cara de bueno, —le preguntaba Catalina a mi padre— 

—  Dile tus notas… —me indicaba mi padre mientras me zamarreaba la mano que por nada del mundo yo le soltaba— 

— En Lengua un nueve, un ocho en Matemáticas…,y…en Pretecnológicas… un cuatro. Es que no me sale la Torre Eiffel con palillos. Siempre se me cae cuando pongo el último.             

            

  Me gusta comprar el pan cada mañana, porque esa compra me lleva a ese árbol, y ese árbol me lleva hasta el recuerdo de Catalina, y Catalina me pone, cada mañana, la mano de mi padre en mi mano, como cuando me llevaba al colegio, sólo que ahora no me espera don Andrés para llevarme cogido por la oreja hasta el pupitre si llegaba tarde. 

Por cierto, todavía hoy, me agarro la oreja instintívamente, cuando meto el dedo para picar en el reloj del trabajo, y eso que nunca llego tarde. 

Pero hay cosas que se quedan con uno hasta el fin de sus días, como Catalina, su cocina, su tertulia, mi cara de apamplao viendo como la Torre Eiffel de palillos se derrumbaba una y otra vez al poner el último, o mi oreja en la mano de don Andrés.

 Manolo Martínez

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sábado, julio 23, 2022

ENTRAN POCOS EN EL KILO (PABLO GARCÍA ROMÁN)


Cuando nuestras madres compraban en la tienda del barrio, el tendero les recitaba a voces el precio de la mercancía que ellas le iba señalando, hasta que llegaban a las más caras. 

Entonces, bajaban la voz al mínimo y acercaban la boca al oído de la clienta para susurrarle: 

—Mary, de estos entran pocos en el kilo. 

Así se identificaban los mejores artículos que, al ser casi siempre los más caros, eran también de los que menos cantidad se compraba, de ahí la imagen de "entran pocos en el kilo" haciendo alusión a la calidad del producto. 

Y eso mismo ocurre con algunas personas, que entran pocas en el kilo, por su valía y excepcionalidad.  Uno de estos es Pablo García, el chef de “Lolita Fusión”. 

En sus pocos años, Pablo, ha conseguido que su cocina sea un referente de la gastronomía sevillana. Así lo acreditan los numerosos reconocimientos que prestigiosas entidades del gremio de la hostelería le han concedido. 

Pero el santo y seña de este joven es su personalidad, gracias a la cual ha conseguido crear un ambiente grato y distendido entre sus trabajadores, que por efecto dominó nos trasmiten a los  clientes. 

En estos días de calores, que a todos nos vienen grandes, uno no puede dejar de pensar en quiénes, por mor de su profesión, no tienen el alivio del aire acondicionado ni del ventilador, como tuve la ocasión de comprobar cuando al acercarme a saludar a Pablo, éste me invitó a que entrara en su despacho, la cocina, y una vez dentro me preguntó ¿qué?, ¿qué te parece? 

Sobraba la respuesta. Allí hacía más de cincuenta grados con los que bregaban Pablo y su equipo. 

Pero había “algo” por encima de aquel asfixiante calor, un detalle que incluso disimulaba el cansancio de tantas horas detrás de los fogones. 

Un gesto que dejaba en segundo plano la exquisitez de los platos que allí se elaboraban, y esa circunstancia era, es, su eterna sonrisa, la misma que te empuja a llevarte bien con este hombre que ama lo que hace, y quizás ahí nazca esa sempiterna curva en su boca que nos dice, sin decirlo, “me gusta lo que hago”. 


Manolo Martínez

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jueves, julio 21, 2022

MAR Y ÁLVARO en EL VERANO CULTURAL de CARMONA

Mar Rodríguez y Álvaro Gil, acompañados de Tito, un maravilloso percusionista, vistieron anoche de música el Patio de los Naranjos de Santa María, en el marco de los miércoles programados dentro del Verano Cultural que, desde la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Carmona, organiza Ramón Gavira. 

Arropados por la hermosa galería porticada que abraza el espacio más antiguo de este templo gótico, muchos carmonenses llenaron el patio para escuchar la voz sedosa de Mar y el talento componiendo de Álvaro, quién con su último trabajo, “Los cómodos silencios” se presentó anoche en Carmona. 

Tuve la suerte de conocer a Álvaro Gil de la Calle tras invitarle a una tertulia de “Comer, beber y hablar” en el Hotel “Alcázar de la Reina” sobre el Proceso Creativo. 

Allí me enteré de que Álvaro iba camino de ganarse la vida como abogado, pero cambió la toga por la guitarra tras decidir realizar su sueño, componer canciones. 

Por su parte, Mar Rodríguez se dio a conocer cuando el mismísimo Alejandro Sanz piropeó una actuación suya en el concurso de Antena 3, “La Voz”, donde obtuvo un rotundo éxito. 

 La voz cautivadora de Mar y la soberbia manera de tocar la guitarra de Álvaro, registraron la actuación de ayer en el calendario litúrgico visigodo que preside el Patio de los Naranjos, como la noche en que la música, la luna de julio y más de cien corazones sentados bajo el campanario de Santa María sedujeron a Carmona.


Manolo Martínez

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domingo, julio 17, 2022

LA PERSPECTIVA

Cuando se tienen nueve años uno se imagina siendo futbolista del Madrid,  torero o pisando la luna. 

A esas edades, esas cosas, las vemos cerca, parecen posibles. Sin embargo, darle un beso a Loly, la vecina más guapa de la calle cuando éramos niños, estaba tan lejos en nuestras cabezas que ahora nos arrepentimos de ni siquiera haberlo intentado. 

Uno se acerca, o se aleja de las cosas de la vida, según los años, según los trastos que tengamos en el “almario” (lugar dónde se guardan las cosas del alma), como decía, creo, Demófilo, si no que me corrija José Luís Rodríguez Ojeda. 

En fin, es la perspectiva, la visión que tenemos del mundo que nos rodea. 

Podemos vivir a la carta porque la carta es la vida misma, pero hay un maître saborío, el miedo, que nos engaña con sus incesantes “y si…” (y si pasa “esto”, y si no pasa “esto” o “aquello” como lo teníamos previsto, y si…) 

“Y si…” que tantas veces nos privó del mayor bien que todos tenemos, la libertad de elegir, aún a sabiendas de que, como por todo lo bueno, hay que pagar un alto precio.

El precio siempre es el mismo, la incertidumbre.

¿Y por qué no pagarlo? De todas formas, salvo la única certeza, la de que tarde o temprano volveremos a la tierra, todo lo demás está en el aire, y el riesgo, el no saber que va a pasar, es un motor imprescindible para darle sabor a la vida.

Manolo Martínez

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sábado, julio 16, 2022

SANLÚCAR ES UN CUÁNDO Y UN CON QUIÉN


Hay lugares dónde los verdaderos monumentos a visitar son los momentos, y Sanlúcar de Barrameda es uno de esos. 

Por encima de Bajo Guía está el amanecer en Bajo Guía, el momento en que el sol se despereza y estira, como dedos, sus primeros rayos hasta cubrir de oro el paseo dónde Casa Juan y Bigote nos alimenta el ánimo. 

Por encima de la playa de Las Piletas está el atardecer en Las Piletas, el momento en que el sol se tapa la nariz y hace allí mismo, delante de todos, una ahogadilla.

Por encima del Cabildo está el momento en que la bulla desaparece de Casa Balbino y, por escasas horas, sólo las palomas habitan la plaza. 

Ell valor añadido que todo momento tiene es que es único, o lo ves (vives) ahora, o mañana ya no es el mismo. 

Siempre estarán ahí la Calle Ancha, la plaza de abastos, Barbiana, Santo Domingo, la Calzada, el cine de verano, Casa Loly…pero la tarde del martes, la mañana del jueves, las diez de la noche y las doce del mediodía, no vuelven, son como un relámpago, o lo ves o te lo perdiste para siempre. 

Por eso, al igual que en la vida la pregunta es con quién, en Sanlúcar la pregunta es cuándo. 

Manolo Martínez

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jueves, julio 14, 2022

(I + D) en el VÁTER

La primera mañana en el hotel descubrí, al levantarme del váter, que al tirar del papel higiénico me traía un cuadradito de papel demasiado pequeño para el menester. 

Intenté doscientas veintidós veces más alargar el trozo. Tiré muy despacio, a cámara lenta, intentando que el rollo diera más vueltas y estirar así el papel. Nada. Me cagüen diez, ni c…puede uno.

 Aquella máquina rayaba la perfección, de tal forma que, en el último momento, cuando ya creía que tendría un poco más de papel, ocurría una vez más, zas, se rompía por la línea microperforada y volvía a tener en la palma de la mano un cuadrado demasiado exiguo para tan grande encomienda. 

            Pasado el quebranto vino el aleluya. Esto es un chollo en casa, pensé, dónde los niños tiran del papel como si no tuviera fin. ¿Han contabilizado vuestras mercedes cuántos rollos de papel higiénico gastan ustedes en casa?, sobre todo si hay niños.

 También tengo, como en el hotel, un dosificador para lavarnos las manos, porque antesde, en tres refriegas de mano se liquidaban, otra vez los niños, el bote de litro y medio de gel del Cash Moisés. 

Tal y como se está poniendo la vida, puede que la dosificación de todo sea nuestra salvación como especie humana. 

Casualmente ayer visité una granja de pollos. ¿Han visto ustedes los comederos en los que comen los pollitos para no derrochar el pienso? ¿Qué? ¿Que no? 

Ya me veo buscando hueco, en uno de estos comederos, para meter el pescuezo y traerme la dosis justa de pringá. Tiempo al tiempo.


Manolo Martínez

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miércoles, julio 13, 2022

LA ABUELA de VÍCTOR

 

Es curioso, hay gente que a pesar de llevarse media vida cerca de ti, apenas si conoces, en cambio otras se abren en canal en el tiempo que duran dos cigarros. Algo así me pasó con Víctor. 

Tuve la suerte de conocerle una tarde fría del primer mes del año, y entre sorbo de cerveza y calada al cigarro, me pidió que escribiera algo sobre las abuelas de la droga. Me asombré de cómo las circunstancias adversas fueron capaz de amueblar la cabeza de un, entonces todavía niño, hasta el punto de ver ahora con la lucidez que dan los años, el enorme sacrificio que hizo su abuela, como muchas abuelas más, para salvar del naufragio de la droga a su propia familia. 

Lo que pasó luego es la historia de muchas familias, no siempre con un final feliz como éste. La gente que tiene la capacidad de reinventarse y de rehacer su vida desde el fondo de las miserias, es gente importante, gente que sirve de faro a otra gente hundida en los mares de las dependencias (alcohol, drogas, juegos…). 

Reflotar a una familia no es una tontería, es un acto de valentía, como el de la abuela de Víctor, como tantas abuelas que cuando sus vidas se están apagando, utilizan sus últimos destellos para encender la de sus nietos. 

Manolo Martínez

lunes, julio 11, 2022

LOS COJONES

Hay tantas opciones para pedir las cosas, que exigirlas “por cojones” es, sin lugar a dudas, la peor elección. 

Y sin embargo, el “por cojones”, sigue instalado en muchos neandertales, y es que sigue habiendo muchos neandertales, ¿qué le vamos a hacer? Llegará el día en que, como sus contemporáneos, los dinosaurios, se extingan. 

Hasta entonces hay que tirar de imaginación, y torearlos, o mandarlos al carajo, que no es mal lugar, sobre todo ahora que aprieta el calor y allí arriba, en el carajo, corre siempre el aire, pero ya hablaremos otro día del carajo. 

Mira que el abanico es amplio. Podemos disponer, ordenar, pedir, requerir… desde el “por favor”, desde la templanza, desde el “cuando puedas”, desde el respeto, pero hay una manera, maldita manera, a la que, demasiados todavía, acuden como única arma disuasoria, el “por cojones”, o ya el sumun de la estulticia, “por mis cojones”. 

Los cojones forman parte de la anatomía del toro de Osborne, de los cerdos, de los animales al fin y al cabo, pero a pesar de ello, muchos miran la vida desde los suyos. 

Erróneamente algunos consideran que “tener cojones” es gritarle al de enfrente,  humillarle, imponerle su “hombría” desde algo tan falto de argumentos como es el volumen de su voz. Pero los verdaderos cojones son otros. 

Cojones son los que tienen esas mujeres que a diario trabajan, llevan la casa y educan a sus hijos en la soledad del anonimato.

Cojones tienen todos los que hacen que en sus casas chifle la olla,  a pesar de que las circunstancias no le sean propicias.

Los cojones se miden en la templanza, en la educación, en el silencio, en la empatía o en el largo de una sonrisa.

Lo otro no son cojones, es ignorancia, o un desajuste en las hormonas, o infelicidad. 


Manolo Martínez

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domingo, julio 10, 2022

ESCRIBIRLE A LA CIGÜEÑA


Si uno tuviera que cortar la vida en dos mitades, como si fuera una sandía, escribirle a la cigüeña sería la linde que dividiría nuestra existencia en dos tajadas. 

Primeramente y en primer lugar, porque estamos aquí gracias a que nuestros padres le escribieron a esas aves patilargas, de la misma manera que nuestros hijos andan por estos lares, merced a las cartas que nosotros le remitimos a las del pico largo. 

Por eso digo, que el antes y el después de nuestras biografías, lo marca nuestro correo con las cigüeñas. 

 Pero lo hermoso de esta escritura es, que después de tanto cartearnos con alguien,  al cabo de un tiempo, acabas olvidando el motivo por el que empezaste aquella correspondencia, y aún así, el cuerpo te pide seguir escribiendo. 

Escribir por escribir, sumergirse en la literatura sin más fin que el del disfrute de trazar con esmero la caligrafía, sin salirse de los renglones. 

Da igual que hayan cesado las peticiones, da igual que la cigüeña lea o no lea las cartas, lo único que importa ya es escribir. El arte en estado puro que diría... no me acuerdo ahora quién lo dijo, pero seguro que sabía lo que decía. 

            La correspondencia con las cigüeñas siempre fue una vocación temprana, de hecho, en los comienzos, sólo le mandábamos telegramas. 

    Nos costó un tiempo aprender a alargar las misivas, soltarnos en las parrafadas, adornar con circunloquios…, en definitiva, descubrir que, en estos menesteres de escribano, la buena caligrafía era tan importante como el mensaje, si es que había mensaje. 

A escribir, señores, hasta el fin de los tiempos. 

Manolo Martínez

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viernes, julio 08, 2022

EL ABRAZO de SANTA ANA a JOAQUÍN RUEDA

Joaquín Rueda Muñoz ha vuelto a su iglesia de Santa Ana. 

Pero, ambos lo han hecho, la Iglesia y Joaquín, de manera muy especial. 

Santa Ana ha vuelto reconvertida en un hermoso Centro Cultural, y Joaquín ha pisado de nuevo aquel sagrado suelo a través de sus hijos: Matilde, José María, Joaquín, Marí Carmen y de su mujer, quiénes han recibido de manos del Excmo. Ayuntamiento de Carmona, la distinción a su padre como Hijo Predilecto de la ciudad, durante un Pleno Extraordinario presidido por su Alcalde Juan Ávila. 

A Joaquín se le reconoce así, su enorme y desinteresada aportación, a la vida cultural de Carmona a través de sus múltiples incursiones en las distintas actividades y entidades que reconocen en la cultura una forma irremplazable de hacer que las personas seamos mejores. 

Desde mi humilde posición me permito hacerle un regalo a su familia, algo que Joaquín amaba por encima de muchas cosas, conocimiento y curiosidad, los dos motores que empujaron a éste, ya hijo predilecto, a embarcarse en tantos proyectos. 

La imprescindible información me la regaló hace unos días el arquitecto Juan Mesa, quién me comentó que la forma correcta de entrar en Santa Ana era rodeándola, es decir, entrando por el lado en que se ubicaba el antiguo claustro del convento, hoy logia.  

De esa manera se respeta el recorrido de los antiguos moradores del lugar, los monjes, y nos permite apreciar en todo su esplendor la altura y la magnitud de Santa Ana. La otra ventaja de acceder al interior de la iglesia desde el lateral dónde se ubica la logia, es que el visitante disfruta de una perspectiva más amplia, recorriendo de un solo vistazo la nave desde el coro hasta el antiguo altar sin necesidad de moverse. 

Por último, la salida del edificio debe hacerse por la puerta de madera que se sitúa al sur, respetando una vez más el recorrido que hacían los monjes cuando pasaban del Convento a la Iglesia. 

En fin…, lo importante es que hoy Santa Ana, a través del Excmo. Ayuntamiento de Carmona, le ha devuelto el abrazo a Joaquín, aquel joven inquieto que fundó y nutrió con su ilusión, entidades como la Peña Cultural de la Amistad y la Hermandad del Santo Entierro, sin las que hoy no podríamos entender a Carmona en toda su plenitud.

Manolo Martínez

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