CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


sábado, mayo 18, 2024

TRES MANOS TE LLEVAN A LA FERIA


Hay tres manos que te llevan a la feria, las mismas que te llevan a ver la vida. 

La primera mano es la de tu madre. Esa te peina y te repeina, luego, en cuanto pisas Feria, se abrocha tus cinco deditos a la palma de su mano, y te lleva y te trae, como si estuvieras pegado a ella. Ni para mear te suelta. No vaya a ser que el niño se pierda, con lo caro que están los niños. 

La segunda mano es la de tu novia, la que será tu mujer. Esa te acompaña y afloja un poco la forma de agarrarte, no mucho, porque en cuánto pasa una flamenca guapa, te la aprieta con la misma fuerza que te la apretaba tu madre cuando tú tirabas pa los cacharritos.  

Esa mano te acaricia, y te sujeta la cara, no para limpiarte los mocos, como cuando te la sujetaba tu madre, las madres siempre se llevan la peor parte, sino para darte un beso, un beso de churros con chocolate en los Hermanos Pernia. 

Y la tercera, la mano que te lleva por las calles de la feria, y de la vida,  es la mano de un niño. Primero la de tu hijo, y luego, con un poco de suerte, la de tu nieto. 

Manolo Martínez

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viernes, mayo 17, 2024

DE LA FERIA A LA PLAYA, PASANDO POR EL ROCÍO

Fotografía: Antonio Osuna (ex-futbolista)

Sobre la tabla de planchar doscientos lunares arrugados de un traje de flamenca y, colgado en el respaldar de una silla, un sombrero de ala ancha con una cinta rodeándole que reza “Rocío”.

— ¡Qué jartura, Pepi! ¿Es que tenemos que está en toslaos?

— Montas un cisco por una chochá, cariño. Hay que exprimir la vida. Mira tu prima, la de Alicante, sin querer gastar, ahorrando hasta el último céntimo, y lleva diez años comiendo lentejas, chícharos y garbanzos de lunes a domingo, desde que la metieron en la residencia. 

Luisito, mientras aprieta bañadores y toallas en la maleta, masculla entredientes: 

“Si pido tortilla y croquetas en la primera convidá de la caseta, ya tengo para la segunda paraíta del camino…, y si la segunda noche en el Rocío hago fullerías, digo que me encuentro mal, y no pongo para las rondas de cubata, de ahí saco para las cervecitas con chocos en el chiringuito de Matalascañas”. 

 — ¿Qué estás murmurando? Habla fuerte omío, que nos enteremos tó (le chilla la parienta mientras plancha, uno por uno, los lunares del vestío) 

— Decía, amor mío, que me muero de ganas por ir al pescaíto mañana, llenarme los botos con las arenas del camino el jueves, y bañarme en Matalascañas el viernes. 

— ¿A qué sí marío…? Pero no creas que me olvidao de ti, amore mío. El domingo, cuando volvamos de la playa, entramos a despedirnos de la Blanca Paloma, y de allí a la caseta, con tus amigos, los cierrabares, no vayan a decir que eres un meapilas  y que tasquitao de en medio para no invitarles. 

— Uhmm…, yo es que había pensao…, que a la vuelta podríamos, ¿ir a casa de mi madre a comé arró con pollo? Ya sabes lo bueno que le sale. 

— ¿Arró con pollo? Ya vas a estar con ladalicante comiendo chícharos.

Manolo Martínez

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sábado, mayo 11, 2024

EL ESBARATABAILES



El nota se echaba tanto pachuli que podíamos saber por dónde andaba con solo salir de la caseta y olisquear el aire como los perros.

— Está en Los Tranquilotes —auguraba Pepito, que es el que menos lo tragaba. 

Entonces empezábamos la huída en sentido contrario al de la caseta en la que olíamos/pensábamos que podía estar.

— Aquí no dará con nosotros — decíamos mientras achuchábamos al tercio de niñas que roneábamos para perdernos entre la bulla. 

El esbaratabailes se nos pegaba todas las ferias. Nunca pedía, pero siempre tenía un catavinos vacío en la mano que acercaba al primero que veía con media de manzanilla.

¡Que gañote tenía el hijopu!

Pero ninguno de sus descaros nos importaban realmente. Lo que no podíamos perdonarle era lo guapo que era el cabrón, o eso decía la media docena de pollitas que se le pegaban en cuánto aparecía. Desde ese instante no había nadie más allí.

Si querías acercarte a las flamencas que le cortejaban, tenías que entrarles con una ración de adobo, o media botella de la Guita, mientras pregonabas:

—¿Alguien quiere?

A lo que el esbaratabailes contestaba echando al lado con el codo a las pollitas, y arrimando el vaso vacío de manzanilla, mientras ensartaba con un palillo de madera, que tenía en la otra mano, el adobo más doraíto. 

Aquel bebecharcos no solo era guapo, sino que bailaba las sevillanas como Antonio Canales. Nuestras pretendidas hacían cola para cabriolear con él. 

¡Que ferias nos dió aquel pichabrava!, aquel mindundi relamido con fijata. 

Parece que lo estoy viendo cuando, en cada cruce de la cuarta sevillana, nunca miraba a su pareja, nos miraba a nosotros, cuatro panolis con las manos atestadas de raciones, jarras de cerveza y servilletas, para que no le faltara de nada al cagalindes.

Jaceyá cuarenta años de aquella ignominia, pero todavía, cuando me cruzo al robaperas por la calle, se me arruga la frente y me pega un bocao el estómago, y eso que ya no tiene dónde ponerse el fijata y tiene una barriga así de grande. La madre que me.

                        Manolo Martínez

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sábado, mayo 04, 2024

COLGADOS


 Vivimos colgados de las redes. Nos comunicamos, nos vestimos, nos emparejamos, comemos y viajamos a través de la cibernética. 

WhatsApp, Facebook, Amazon, Shein, Booking… 

¡Jesús, María y José!, no es que nos vayamos a volver locos, es que estamos amarrados de pies y manos a esa locura telemática que nos empuja por una tirolina de la que no podemos desviarnos, ni soltarnos, porque caeríamos a un vacío incierto.

Nos ha desbordado ese territorio intangible que permuta continuamente nuestra realidad. Ya no somos nosotros y nuestras circunstancias, somos nosotros y lo que decidan los gurús de la informática.

Cago en la leche, volvemos a ser Paco Martínez Soria con un pañuelo anudado por los cuatro picos en la cabeza, mientras miramos atónitos un móvil de última generación.

             Manolo Martínez

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