CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


sábado, junio 29, 2024

GRADUARSE EN SER BUENA PERSONA


Si la acumulación de conocimientos no ha ido acompañada de crecimiento personal es como si talásemos los árboles del bosque para abrir un museo de árboles, y luego cobrásemos por entrar a verlos.


Acaba de graduarse mi hijo Ángel, y de todas las enseñanzas que ha recibido a lo largo de estos años, hoy, el día de su Graduación, nos ha regalado, a su madre y a mí, la mayor de todas esas ilustraciones: COMPARTIR. 


Ha compartido con nosotros su amistad con aquellos compañeros con los que mejor ha sintonizado: María, Manuel y Marta, del Viso del Alcor, Constantina y Paterna del Campo.

Nos ha obsequiado una noche de vinos, viandas y conversación con sus compañeros de Integración Social, y con sus padres y hermanos: Rosario, José Manuel, Javier…


Que gran lección nos han dado estos recién graduados, integrándonos, a los que, hasta esa cena, éramos un puñado de desconocidos, convirtiéndonos, en sólo unas horas, en un grupo de personas que se han estrechado la mano y se han contado sus cosas, ¿hay mayor diploma?   

Mil gracias, María, tuya fue la iniciativa, y gracias a Manuel, Marta y Ángel, por apoyar tan sabia decisión. 

Para ti,  Manuel Partido Matachana,

buena persona primero, e Integrador Social después.

            

Manolo Martínez

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PO AHORA ME LLEVO EL BALÓN

Cuántas veces nos teníamos que “comer con papas” las leyes que el dueño del balón se inventaba antes de cada partido. 

Si querías jugar al fútbol tenías que acatar  las normas de aquel capullo que nos amenazaba siempre con el mismo argumento: 

“Po ahora me llevo el balón”. 

Era eso, o acabar el partido pegándole patás a una botella de lejía vacía. 

Hijo de la gran. Nos tenía siempre cogido por los huevos el mu vaina. 

Andaque no hay “dueños de balones” esparcidos por el mundo, chantajeando, metiendo el miedo en el cuerpo para que aceptemos sus reglas.

Menos mal que, los que ya tenemos unos años, o hace tiempo que nos compramos nuestro propio “balón”, o ya se nos fueron las ganas de seguir “jugando”.

El caso es que, por fin, somos libres. 

             Manolo Martínez

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domingo, junio 23, 2024

EL LUGAR DONDE ESTÁ TODO

Yo tenía una casa a los pies de la iglesia de San Francisco, y en aquella casa, y en aquella iglesia, corrí más que viví, toda mi niñez. 

Todas las tardes jugábamos al fútbol en la calle, y marcábamos goles mientras pasaban los coches rozándonos la taleguilla, y cuando castigaban al que traía el balón, jugábamos a las bolas, en la calle también, que entonces era de tierra como los caminos del campo. 

Más de un día, en los que no había bolas ni balón, ni compañeros con los que jugar a “túlallevas”, me subía a la bardilla que había frente a la iglesia atravesándola de punta a punta con los brazos abiertos y los ojos cerrados. 

Antes de que el sol se desperezara antes de dormirse detrás del campanario, le iba a mi madre por los mandaos a “Pastillita”, “la Papocha”, Pepita la del Arco o Pepita la de Marchena. Luego volvía a la calle, a los pies de la iglesia vieja de San Francisco, dónde buscábamos tesoros (monedas, insectos, trozos de lo que fuera) que se escondían entre las ruinas de la primera iglesia. 

Yo tenía, y tengo, una casa a los pies de las dos iglesias de  San Francisco, pero ya no es lo mismo. Ya no hago mandaos porque ya no están aquellas tiendas dónde nos apuntaban las ditas en papel de estraza. 

Pero he encontrado un lugar dónde todo sigue en pie: las tiendas, los tenderos, la casera blanca con su capucha de papel y la niña a la que decía mi primo que me arrimara porque tenía mucho parné, y yo le decía que no la quería, pero él me insistía: “Manolillo, que el amor se gasta igual que se gasta el dinero”.                                            

                                                                       Manolo Martínez

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sábado, junio 22, 2024

¿A qué he venido yo aquí?


¿Cuántas veces te has levantado del sofá en busca de algo y al llegar a la habitación te preguntas para qué ibas allí? 

Y es que, esa pregunta, es una trampa que nos salta como un resorte a lo largo de nuestras vidas: 

¿A qué he venido yo a la cocina, a mis creencias, a mis convicciones, a mi profesión, o al mundo?

¿A qué he venido yo aquí?, se pregunta el de las orejas de soplillo que mira al infinito buscando la respuesta. Y esa duda no resuelta es la prueba irrefutable de que descendemos de él. 

Hoy, millones de años después, andamos totalmente erguidos, nos casamos por la iglesia y hemos inventado el puchero para las resacas de feria, pero no hemos borrado de nuestra cara esa mirada perdida porque nos martillea a diario la misma cuestión. 

Menos mal que recordamos lo que fuimos a buscar en cuánto regresamos a nuestra zona de confort, al sofá. 

Entonces nos sentamos de nuevo en nuestras vidas, y allí, con las orejas de soplillos atentas, sentimos  el frío que nos recorrió el ánimo al no conocer la respuesta, el objeto o el sentido de nuestra ubicación. 

Mejor quedarnos en el sofá que ir a la habitación de al lado para no saber qué hacemos allí.

                                                    Manolo Martínez

domingo, junio 16, 2024

ANTES, TODO ESTO ERA CAMPO

¿Quién no ha oído decir a sus mayores aquello de: “Antes, todo esto era campo”. 

Dicen, que la luz de la luna tarde un segundo en llegar a nosotros, y la del sol ocho minutos. 

Y ahí está la trampa, porque, según esto, el presente no existe, ya que, cuando nosotros estamos percibiendo una imagen, esa escena ya ha pasado. 

En fin, puede que ahí esté el meollo, el motivo por el que nuestros abuelos sigan viendo campo dónde ahora hay cualquier otra cosa menos campo. 

Y puede, sólo puede que algo parecido nos pase con los amarres afectivos a otras personas a las que, aunque ya no están en nuestras vidas, seguimos viendo y escuchando en otr@s andobas. 

“Antes, todo esto era campo” es casi un “déjà vu”, o mejor aún, la imperiosa necesidad de vocear que las cosas no siempre fueron así. 

“Es que...antes, todo esto era campo”

Sí, abuelo, sí…, pero ya no. ¿Qué hacemos?

            Manolo Martínez

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sábado, junio 15, 2024

LA TOSTÁ

 Cada vez que voy a Sevilla desayuno, desde hace años, en el mismo bar, que, no sé por qué, me pone siempre las sobras, la peor tostá de todas si miro las otras a un lado y al otro de la barra. 

Un medio bollo sin bollo, porque es la corteza del bollo sin resto alguno de migajón.

Tales hechuras tiene aquel jirón panaero que, cuando le echo el aceite no se empaparrucha el pan, porque no hay pan, por lo que no mastico la tostá, sino que me la bebo. Tengo que tomarme el aceite a buchitos, como si, en vez de una tostá, tuviera en mis manos un búcaro. 

Durante años he disculpado a mi maltratador tostil y hostil: “Anda… será la que le queda al hombre”, “anda… será que, como no le protesto, me la pone a mí”, “anda... no la va a tirar con el hambre que hay en el mundo”, “anda… habrá tenido un mal día y la paga conmigo”. 

Anda, anda, anda ... y, como suele ocurrir en todos los oficios, tonto el último.

Así que viendo que el tabernero no enmendaba su relación tortil conmigo, tuve que tomar medidas, y me dije, Manolo, dónde las dan las toman. 

Desde ese día, cada vez que me pone gato por liebre, es decir corteza por tostá, le sonrío a “mi” camarero, espero a que me de la espalda y lleno de aceite aquella cuchara de pan para bebérmela una y otra vez, como si fuera el Cola-Cao. 

Con lo que, todo el pan que te llevas ahorrado conmigo, me lo he cobrado con creces, porque con cada tostá me bebo medio litro de aceite. 

El próximo día les contaré lo que me pasa en otro bar de Sevilla que me cobra lo que le da la gana porque nunca cuadra la cuenta de lo que me tomo con lo que me pide. 

QUERIDOS MÍOS: EDUCADO NO ES SINÓNIMO DE TONTO,

ES ANTÓNIMO DE GILIPOLLAS. 

Y vaya por delante, que NO ES LO HABITUAL EN LA HOSTELERÍA, dónde tengo buenos amigos y mejores profesionales, pero haberlos haylos, por lo tanto no puede molestarse nadie, a menos que también practique estas malas artes.

            Manolo Martínez

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sábado, junio 08, 2024

NO TE LEVANTES DE LA MESA HASTA QUE EL PLATO ESTÉ VACÍO

Hay que ver la de lágrimas que hemos derramado delante de un plato de garbanzos, más que por la novia que nos dejó.

¡Como se te ocurra levantarte sin acabar el plato, te vacagá!

Si llegamos a saber la de “garbanzos” que la vida nos iba a poner por delante, se nos hubiesen hecho las tragaeras más grandes.

Eso sí, podemos echar mano de los recursos de mamá, y machacarlos y triturarlos (los garbanzos digo),  cuando son el único menú del día, para que nos “entren” mejor (me refiero a las circunstancias, esos garbanzos negros con los que todos nos tropezamos en el día a día).

El plan b es levantarse de la mesa, aún a sabiendas de la ostia que te puedes encontrar.

No hay otra: o comes garbanzos el resto de tus días, o te levantas de tantas mesas como sean necesarias

      Manolo Martínez

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domingo, junio 02, 2024

CUÉNTAME CARMONA (Capítulo 1)


El pasado jueves celebramos en Mingalario la tertulia número 50 de “Comer, Beber y Hablar”. 

Lo hicimos dando un paseo por la Carmona de antes a través de las historias de Carmona contada por algunos de sus protagonistas: Manolo Macedo, Julio Pastor, Pepe Ibáñez y Francisco Gallego, quienes durante dos horas nos trasladaron al Teatro Cerezo, la Feria, las tabernas y los médicos de aquella Carmona en blanco y negro. 

Elegimos para esa caminata por los recuerdos la taberna con más solera de Carmona, Mingalario, en la que su dueño, y mi amigo, ese gran profesional que es Antonio Martínez, nos deleitó con buenos vinos y mejores tapas, ambos servidos por el siempre agradable Fran, de espléndida caballera. 


Abrió la tertulia Julio Pastor que vino cargado de carteles, entradas, agendas escritas por su padre, Julito Pastor, en la que con el mimo de quien ama lo que hace, anotó las incidencias de toda una vida dedicada al cine. Julio nos contó con exquisito detalle de  pormenores y anécdotas aquellos años en los que el cine era la única evasión que tenía la sociedad. Fue maravilloso escuchar a hombre que después de dejar las aulas se ha subido al escenario para seguir construyendo historias, ahora desde su nueva ocupación, actor de teatro. Feliz de haberte conocido don Julio, gracias. 

Si Julio nos abrió el apetito para zambullirnos en el pasado, Manolo Macedo llenó el salón de Mingalario de risas con su prodigiosa memoria de rapsoda, sus chistes y su inagotable anecdotario. Desde su trabajo dando números para el médico como funcionario de la sanidad, hizo feliz a muchos carmonenses con su maravilloso sentido del humor, un artista de los pies a la cabeza. 



Luego le llegó el turno a Pepe Ibáñez, sin lugar a dudas, una de las personas más queridas de Carmona, por su afabilidad y sus maneras, siempre templadas y dialogantes, y su absoluta entrega a todo cuánto emprende, siempre sumando. Nos habló de la feria de antes, tan participativa, desde su labor como presidente de la Peña La Giraldilla. 


Como benjamín de aquel póker de tertulianos, Francisco Gallego, tertuliano veterano de “Comer, beber y hablar” nos deleitó con su verbo fácil hablándonos de aquellas tabernas de entonces: Gamero, Casa Chacón, El Mesón de la Reja, Pajarito, La Cuadra…

Nos habló de los tratos, los tratantes, de Los Giraldillos… Francisco es una maravilloso conversador, siempre con algún destello de humor que adorna su sabrosa conversación. Gracias amigo, muchos años compartiendo tertulia, y los que nos quedan. 


La grandeza de una tertulia está en la diversidad, porque lejos de enfrentarnos por los distintos, nos enriquecemos con la atenta escucha del otro. En Mingalario nos reunimos aquella noche médicos, trabajadores de la banca, profesores, funcionarios, estilistas del cabello, joyeros, jubilados, autónomos, sanitarios, comerciales, personas del mundo de la cultura, farmacéuticos... componiendo una tertulia con casi treinta personas, treinta puntos de vista, treinta cabezas llenas de recuerdos y vivencias.


Y por si fuera poco, don Antonio, el cura de San Pedro, que pasaba por allí, se unió en la última cuestión que planteamos en la tertulia ¿éramos más felices antes, aún teniendo menos cosas? 













No puedo acabar esta reseña sin agradecer al responsable de este precioso reportaje fotográfico, Enrique, tertuliano desde el minuto cero. Gracias de corazón.


Tertulia “Comer, beber y hablar”

Carmona, tercer día del  cuarto mes, del año dos mil veintidós

Manolo  Martínez

 

sábado, junio 01, 2024

TRES TORRES EN MEDIO DE LA CALLE

La otra mañana, mientras andábamos camino del trabajo, m’espabiló mi mujer :

—Mira niño… , aquella es la torre de San Felipe.

         
              

Yo, que recién levantado no soy persona, anduve unos metros antes de espulgar en el horizonte y localizar la torre. Para cuando la encontré entre mis legañas, la validé como  torre, pero no como la de San Felipe.

— Anda que estás tú buena…, eso es San Pedro, cariño  —le espeté.

Ella, mirándome con el rabillo del ojo, calló, y pensó: “... pues será la de San Pedro”, y es que, al cabo de los años, uno escucha, lo que piensan nuestras mujeres, mejor que lo que dicen, sólo con mirarlas a la cara.                                  

En fin, que después de andar tres bostezos, y no satisfechos ninguno de los dos, con aquellos pareceres, volvimos a empinar la mirada, descubriendo, que la que allí avizábamos, era la torre de Santa María.

No, no era encantamiento ni brujería, ni siquiera podíamos culpar a que el vino que regó la cena la noche anterior fuera más de la cuenta.

Era más simple: había tres torres a la vista en medio de aquella calle, o para ser más exactos, que dependiendo del lugar de la calle en que nos encontrásemos, veíamos una distinta.

Todas las vidas tienen calles, momentos que nos levantan como torres dándonos distintas perspectivas de nosotros mismos, sólo necesitamos seguir andando hasta toparnos, en cualquier recodo de esa calle/vida, con una nueva ventura.

Nunca dejemos de andar, ni volvamos la vista buscando torres que se quedaron atrás, nos perderíamos todas las que no quedan por delante.

  Manolo Martínez

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