CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


sábado, septiembre 14, 2024

LA MÁQUINA "BORRA-RECUERDOS"

La puta máquina "borrarecuerdos" ha derribado en unos minutos el “Ventorrillo del Rana”, aquel minibar por el que pasamos generaciones de estudiantes del Instituto de Bachillerato “Maese Rodrigo”.

Mirando esa desolación, a uno le pega un pellizco el estómago, lugar, según Platón, que linda con una de las partes del alma, de  ahí que se desboquen en él muchas de nuestras emociones. 

Aquel maravilloso espacio era nuestro “Oráculo de Delfos”, al que acudíamos para que Antonio, el Rana, nos guiara, encaramado en un poyete que le permitía controlar media feria, sobre las cosas de la vida. 

Entonces, cuando uno tenía quince años, las cosas de la vida se ceñían a la muchacha que a uno le gustaba, con el inconveniente de que, la muy tonta, se había fijado en el más vaina de la clase, y ahí “entraba” la sabiduría del rana cuando, tras el cigarrito a cuenta, te aliviaba el día asegurándote: 

 Martínez, pero si tú vales más que ese gilipollas. Está con él para darte celos”.  

¡Ay…bendito Antonio! Faltábamos a la clase de Filosofía para escucharte a ti, porque ni Platón ni Aristóteles conocían nuestros problemas como el Rana. Tú sí que nos entendías, y sobre todo, nos fiabas. 

En fin…otro “Cinema Paradiso” menos. Ahora, cada vez que entremos a comprar toallitas o salchichas, le diremos a nuestros jóvenes: 

 “Mira, aquí estaba “El Rana”, y ellos nos miraran, si es que sacan los ojos del móvil, para preguntarnos:

   ¿El Rana? 

(Gracias a José Antonio Molina,

 autor de las fotografía y del acertado título de este texto).

            Manolo Martínez

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jueves, septiembre 12, 2024

LA ALGOFIFA

Cada vez que escucho a los jóvenes quejarse por retirar de la mesa el plato en el que han comido, hacer su cama, o plancharse una camisa, me acuerdo de aquellas mujeres que tenían que limpiar con algofifas. 

Se arrodillaban en el suelo para pasar aquel trapo, la algofifa, previamente mojado en un cubo de agua con jabón, luego lo exprimían y volvían a pasarlo, empujaban el cubo hasta el siguiente trozo o escalón y vuelta a empezar. Si los suelos eran de barro, se dejaban allí las manos desgastando el jodido trapo sobre los ladrillos para que saliera la roña. 

Muchas mujeres que tuvieron que criar solas a sus retoños, sacaron sus casas adelante a fuerza de pasar la algofifa. Mujeres valientes que tuvieron el coraje de alimentar y darles estudios a sus hijos dejándose las rodillas, y las manos, limpiando con aquel harapo. 

No son pocos los profesionales (médicos, abogados, arquitectos, profesores...) que sacaron sus carreras gracias a la algofifa con la que sus madres echaron todas las horas del mundo limpiando casas y escaleras. Mi homenaje a ellas, pero sobre todo, a Manuel Jalón, aquel santo varón que inventó la fregona para que hoy no tengamos, ni hombres ni mujeres, que arrodillarnos para limpiar.

Manolo Martínez

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lunes, septiembre 09, 2024

AQUÍ ESTABA EL MÉDICO, Y AHÍ EL MOLI, Y ALLÍ...


Recuerdo que cuando mi padre me llevaba de la mano, a cualquier sitio, me iba recitando lo que había antes en cada lugar por el que pasábamos: 

“Mira, aquí estaba el Molino de Gómez, y ahí tenía mi abuelo un campo, y allí…” 

Nos hacemos viejos cuando tenemos más pasado que futuro, y todo el mundo habla de lo que más tiene. 

Por eso ahora, cuando paseo por el pueblo en estos días de la Novena, si llevo a alguno de mis hijos al lado, no puedo dejar de rebosarles con mis nostalgias: 

“Mira, aquí estaba “Veintiocho”, el zapatero. Aquí venía yo a recogerle los botos del abuelo Pepe”. 

Y el niño dice que sí con la cabeza, pero con los ojos clavados en el móvil. 

 “…y aquí, en Castaño, dónde anoche nos tomamos las tapitas, estaba la tienda de Mariano Fernández”. 

Uno lo cuenta como si lo estuviera viendo, y una suave brisa te recorre el espíritu porque, como dijo Rilke, la infancia es la verdadera patria del hombre. 

 “Mira, mira… aquí me traía mi madre a don Manuel Márquez, el médico, les insisto por enésima vez al pasar por la Heladería de los Valencianos. 

 “…y allí enfrente, el Moli, hacía las mejores papas fritas de Carmona”. 

En los años setenta había tiempo para todo, no como ahora que no sólo hay tiempo para mirar el móvil. 

 “…sí, papá…sí papá…”. 

Uno les mira de soslayo, y sigue la retahíla de recuerdos, pero ahora sin pronunciarlos, para uno mismo, para no molestarles en sus conversaciones por “chat” 

 “…allí te compraba yo las chuches, en el kiosco de Macías, y mi padre me las compraba más allá, en el puesto de pipas del Arrecío, y mi madre, cuando me traía al médico compraba ancá Juanito Barrera…” 

 “Papá…papá…, ¿por qué te has callao? 

Me pregunta el niño mientras uno busca en el pantalón un pañuelo de tela para disimular la humedad de los ojos, sin acordarse uno, de que el tiempo de los pañuelos de telas también pasó ya.

Manolo Martínez

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sábado, septiembre 07, 2024

LA PLAZA DE ARRIBA REJUVENECIDA, TRAS SU IMPRESCINDIBLE RESTAURACIÓN

Como podemos disfrutar en estas maravillosas fotografías de José María Montero, volvemos a recuperar nuestra Plaza de Arriba. Para ello se ha trabajado desde antes que amaneciera hasta que el sol estaba en todo lo alto, y todo para volver a tenerla en el mejor momento posible, a orillas de la Novena, cuando cada septiembre los carmonenses acudimos a ella con la misma querencia que los pollitos buscan a la gallina para cobijarse. 

 Y este año más si cabe, porque se ha puesto la plaza más guapa que nunca. 

Se le ha hecho un vestido nuevo para estrenarlo en sus fiestas, como hacían las mocitas de antes. Y se ha quitado los tacones, para que los abuelos, y los niños, puedan entrar en ella sin tropezarse. 

Todo vuelve a estar en su sitio: la gente le canta la Salve a su Virgen de Gracia y luego se compra el moñito antes de volver a esa playa única que tiene Carmona, una playa redonda y sin arena, dónde pasean nuestros mayores y juegan nuestros niños. 

Esa playa en la que Carmona agradece a la vida estar viva de la mejor forma posible, mientras “Come, bebe y habla” a orillas del Goya, Antonio, Casa Paco, Bodega José María, Mingalario, San Fernando, la Chicotá o el Tabanco. 

Durante nueve lunas la plaza nos abre sus alas llenas de bombillas amarillas, para que nos reencontremos con los amigos, mientras hilvanamos, con cuidado, las vacaciones con la vuelta al trabajo, no vaya a ser que se nos descosan las venturas por tan poca cosa. 

Seamos felices en el mejor pueblo del mundo, Carmona. 


(Gracias a José María Montero, autor de estas bellísimas imágenes. José María es un amante de la fotografía que equivocó su profesión, porque podría haber comido perfectamente del arte).

Manolo Martínez
Tertulia "Comer, beber y hablar"

domingo, septiembre 01, 2024

"JACE" CUARENTA AÑOS


 Recuerdo cuando mi padre decía: “Hace cuarenta años, cuando...”,

y yo pensaba “…pero por Dios, papá…, ¿había vida hace cuarenta años?” 

Hoy me he tropezado con esta foto que tiene, exactamente cuarenta años. Y he descubierto que sí, que había vida entonces. Me he dado cuenta de la existencia de vida por un simple detalle, que en esa fotografía estamos algunos de mis amigos, y yo, en la romería de 1984. 

Eran los tiempos en que la Alameda se llenaba de calcetines blancos, de gomina en el pelo, y de andares de Travolta, y el templo de las abluciones etílicas era La Herradura, donde ahogábamos a los caracoles y a las pescadas fritas en jarras de tinto con casera. 

Más abajo, cerca del entonces Matadero, nuestro amigo y enrollado Juan persiana pinchaba a Miguel Bosé que cantaba “Linda mientras cada uno de nosotros buscaba a la suya dándole a La Gloria más vueltas que San Pedro. 

Hoy, aquellos adolescentes que escuchaban a Boney M., a Los Amaya y su obsesivo “Vete”, o la melosa “Cara de Gitana“, en la pista de coches locos de Mary-Tere, justo al final de la Alameda, somos hombres, o medio hombres, que hemos cambiado las calzonas por el mando a distancia, y los sucumbas por una "Estrella de Galicia" sin alcohol, ó "00", que queda más guay. 

Ojalá, dentro de otro puñado de años, cuarenta van a ser demasiados, nos sigamos viendo, aunque para entonces alcemos nuestras copas llenas de infusiones. 

Buena Romería para todos.

            Manolo Martínez

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