noto como se alejan, aunque no
salgan de la caseta.
Pero, cuando son ellos los que me miran a mí,
con sus bigotes de espuma blanca,
están viendo, sin saberlo, a mi padre.
Los mismos miedos, idénticos reproches,
la misma forma de estrujar el limón
para regar los calamares;
y la misma manera de recoger el
billete que les doy,
hecho un gurruño, para que no les viera su madre.
Es ley de vida, me dicen los amigos,
con los años…,
Entonces me veo, hace cuarenta
mayos, cometiendo el mismo pecado.
Para disimular que la emoción me
aprieta más que el nudo de la corbata,
me salgo al patio de la caseta, y lleno
los pulmones de aire,
mientras compruebo que allí fuera sigue
estando la feria,
y la vida, a la que uno quisiera salir
para volver a llevarlos de nuevo a los cacharritos,
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