CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


jueves, abril 01, 2021

La tabernilla de Aroca

La tabernilla de Aroca estaba frente a la casa del Tirri y del Huerto Ruiz, en la calle San Francisco. Juan Aroca, su dueño, abría la parroquia entre las cinco y las seis de la mañana y la cerraba cuando se iba el último, de ahí que el buen hombre durmiera cuando podía y dónde podía. 

Era fácil entrar y verle dando la cabezá en el primer velador que había junto a la barra. Tenía una clientela tan fiel que casi conformaban una familia. Tejá el vaquero, los tirris y morentes, los gorriones, Valverde el lechero, los magañas, chaleco, Kiki el de los borricos... 

En el lateral de la tabernilla había una ventana más chica que grande, por la que María, la mujer de Aroca, despachaba a los niños una casera para comer, vinagre, o cualquier otro mandao que nos encargaban las madres. Los olores que se escapaban por aquella diminuta ventana perfumaban la calle con los guisos de María. 

Eran otros tiempos, peores por unos trabajos precarios, y mejores porque los tratos de los hombres se cerraban con un apretón de mano, y esa rúbrica tenía más credibilidad que la de cualquier director de banco. 

(A la memoria de mi padre, que tanto apreciaba a Juan, y que siempre se tomaba allí la cerveza tras la dura jornada de trabajo)  

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