Cuando más relinche el calor por los
rincones del pueblo no busques el alivio en Chipiona ni en Torremolinos, vente
a la "capitá". El contentamiento de poder aparcar el coche dónde
quieras, y no dónde puedas, amansa una lluvia de grados que con disciplina
jesuíta nos ahoga en Agosto. Para lidiarlo no hay mejor capote que perderte por
las mejores tabernas de Sevilla, las mismas que en cualquier otra fecha lucen
atestadas, y hoy te dicen "pasa, soy toda tuya". Perro viejo, Eslava,
Ovejas Negras, Las Golondrinas, Puratasca o Becerrita te pasean por cervezas,
manzanillas y tintos de verano con más tinto que verano.
Dicen los orientales que somos lo que
pensamos, y no mienten porque yo, apenas nombro al ardiente, empiezan a
salivar mis glándulas sudoríparas, (jodido perro de Paulov), yo le llamo
el orto sobaquero. Estos chinos sí que saben, todo está en el tejao, todo,
hasta las ideas.
Hasta que septiembre empiece a recoger la
manada de rayos desbocados que galopan por las calles sevillanas, súbete a uno
de ellos y sufre el placer de pasearte solo con tu mochila y tu botellita de
agua por Triana, Sierpes o la Macarena, llegará un momento en que las calles
desiertas te harán pensar que estás en otra ciudad. Descubrirás casas, pasajes,
espacios por los que has paseado un millón de veces y nunca viste.
En Sevilla, en agosto, no sales a tomar el fresco, sales a tomar el
sol, y las ideas no se orean sino que se esconden para no quemarse, pero la
guapa sensación de que todo se ensancha, hasta los razonamientos, suple con
creces la mancha que se ha hecho fija en las axilas. Mientras agosto discurre
lento, pausado, con andares de paquidermos por Sevilla, y tú andas solo contigo
mismo por toda la "capitá", ves en Canal Sur un enjambre de "patitas
colorás" bajo un techo de sombrillas cosidas y cocidas, ¿Chipiona?, pero
si parece una piscina de olas china.
Manolo
Martínez
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