Pasadas las vísperas del sábado,
a eso de las siete, cogí mis provisiones de alcohol y tiré sonriente para
Umbrete. Yo pensé más que hablé durante el camino, y en la introspección me
reencontré con estas palabras de Paul Auster en “El cuaderno rojo” :
-“Cuando pensaba en la amistad, sobre todo en cómo unas amistades duran
y otras no, me acuerdo de que, desde que tengo carnet de conducir, sólo se me
han pinchado las ruedas del coche cuatro veces, y las cuatro veces me
acompañaba la misma persona (en tres países distintos, y en un periodo de ocho
o nueve años)
J. , un amigo del colegio, era el que me escoltaba.
Salí del ensimismamiento con una contradicción porque me planté en
Umbrete sin ponerme en un brete. Así fue como aterrizamos, mi compañera y yo,
en la voluntad de mi amigo J. Éramos nueve a la mesa, bueno diez con Faustino,
bueno once, porque M. hacía por dos. Fue una reunión sin ánimo de lucro, rara
avis. No sé si fue la cerveza Coronita, o la generosa copa de Spritz, el cóctel
de moda en Italia, o la genialidad de S., o el impresionante intelecto de M.,
no sé…es que no sé, cual de aquellas circunstancias, o quizás fueron todas, las
que me trasladaron a mi primer pinchazo, y allí estaba J.
Seguimos bebiendo risas, muchas risas, tantas que el domingo asomaba ya su hocico y husmeaba en las copas vacías el final de la velada. Entonces recordé la segunda vez que pinché, y de otra vez estaba J. allí, para colocar el gato y subir el ánimo hasta poder cambiar el tropiezo.
Un breve jardín vertical, un platanero, unas hortensias, un olivo enfadado por falto de ordeño, y buena música, fueron el único atrezo, el resto, la conversación agradable y las risas, surgieron porque la materia prima era inmejorable.
Postdata: De sobra sé J. que tienes mejor coche que yo, lo sé, aún así si
alguna vez pincharas, por favor, acuérdate de contar conmigo.
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