Hay personas, y oficios, que forman parte del paisaje de un pueblo a la altura de cualquiera de sus monumentos. Es lo que ocurre con Paco Vago y su tienda.
Todos los que peinamos canas, incluso lo que ya peinan al viento, como Chillida, nos vemos con la nariz pegada al escaparate de Paco Vago eligiendo el "Cinexin" o el "Fuerte de Comansi", cuando nos asomamos a nuestra infancia.
Mientras nos decidíamos, nuestros padres, abuelos, y ahora nosotros, viajábamos a la acera de enfrente, dónde, bajo un castillo de verdad, estaba, y está, una maravillosa tienda de las de antes, casi un tabanco.
Este extraordinario comercio no precisa escaleras mecánicas para cambiar de planta y elegir las distintas mercancías, porque es tu mirada la que te desplaza de una estantería a la otra hasta localizar el género deseado.
No preguntes si tienen, simplemente pídelo. Pero, amén de la infinita variedad de artículos, hay una particularidad que hace único a esta institución, y es el exquisito trato de Paco y de toda la familia Vago. Es como el IVA, con la adquisición del producto va adherida su sonrisa y amabilidad. Es genético porque toda la familia goza de ese patrimonio que es, como se decía antes, "tener mostrador".
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