Cuando le pregunto qué cara le pone, me dice que es como si alguien tirara de un hilo invisible enganchado a un punto en el labio, como si el labio fuera un pez que ha picado el anzuelo, y el desagrado o malaje, el pescado que tirara del hilo.
Y es que, a mi amigo, le da coraje que le diga la verdad, porque la verdad es que siempre busca en el mismo sitio el aire, el paseo, el salir, el ver gente, el distraerse y el hablar, todo eso él lo ubica en la taberna.
P’ontonce no diga hijo mío que no te gusta la casa, di que te gustan los bares más que a un tonto un lápiz. P`ontonce, hijo mío, no le digas a tu mujer to los días: “Loly, que voy a dar una vuelta” o “Loly, que voy a un mandao”, coño, dile la verdad: “Loly que voy a echá un ratito en la taberna”.
Si eso no es malo. Hombre…, no es malo si echas un ratito, otra cosa es que pases más tiempo en la taberna que en tu casa.
En fin..., ahí está la libertad de elegir entre un marío o un tabernícola.
Me voy, no tengo más tiempo de escribir tonterías, que me esperan en el Tota.
Manolo Martínez
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