"Los hombres se han hecho los amos del mundo. Los hombres han
domesticado animales. Los hombres han penetrado en la jungla, e incluso han
observado la luna y los planetas, pero todavía hay un lugar en el mundo, donde
ningún hombre ha puesto jamás el pie, y dónde ni siquiera se le ha permitido
mirar" (E. Lubitsch).
Ese inescrutable territorio, es el
pensamiento de las mujeres. Puede que nos de alguna pista, no más sobre sus
discernimientos, una de sus más reconocidas obsesiones, los zapatos, y en
concreto, un modelo de calzado que hace años se puso de moda entre las féminas,
los coturnos. Nacieron los coturnos en la antigua Roma, y era un calzado formado por unas suela de
corcho y sujetos por cintas de cuero, siendo los actores que representaban las
tragedias griegas, sus principales usuarios. La función de estos coturnos eran
proporcionarles una falsa altura a aquellos comediantes que interpretaban a
personajes nobles, para que su estatura descomunal impresionara al público.
Algo así como las famosas, y disimuladas, alzas de Sarkozy. Hoy las zapaterías se inundan con estos coturnos, con infinidad de correajes que nacen en los
dedos del pie, y ascienden por el tobillo trabándose, y trepando como una
buganvilla de cuero, que se enreda en cada centímetro de pierna depilada que
escala, para acampar dos suspiros antes de llegar a la montaña del jadeo. Esa
sinuosa forma de vestir los pies es bastante ilustrativa acerca de la forma de
proceder el cerebro femenino que, por mucho que se empeñen otras formas de
pensar, difiere del discurrir masculino. No es mejor ni peor, sólo diferente. Los
hombres luchamos, peleamos, bregamos, nos enfrentamos a cada contrariedad de la
vida como si fuera un león al que hay que vencer ante de que nos devore. Las
mujeres cogen el mismo problema que a nosotros nos mortifica y, como las tiras
de estas sandalias romanas, se deslizan, sortean, burlan, y se sujetan al
inconveniente abrazándolo, mediando, terciando, aquietando el aprieto. Como las
reatas de los coturnos, no eligen el camino más corto, pero seguro que es el
más rentable, y sino que se lo pregunten a Mary Paz.
Manolo Martínez
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