ZARAUTZ Y GUETARIA
Una de las señas de identidad de un buen cateto, y yo lo soy, es la novelería, el esnobismo, la búsqueda de una foto con el famoso del lugar, el glamour de chanclas y calcetines. ¿Qué buscaba yo en Zarautz?
¿Bañarme en la playa más extensa del Pais Vasco? - Frío
¿Ver a los surfistas montando las olas del Cantábrico? - No.
¿Disfrutar de la vista del Ratón de Guetaria? ¡Que no… ostia!
Mi único deseo era ver a Arguiñano y echarme una “afotito” con el cocinero chistoso.
Karlos Arguiñano tiene allí, en un antiguo palacete con un enclave privilegiado en la misma orilla del Cantábrico, su restaurante. Yo, imbécil de mí, pregunté por el mediático chef. La respuesta se la imaginan ustedes.
¡Ah!, que “mese” olvidaba, como hay más gente como yo, en búsqueda del Arguiñano, el tío (Arguiñano) ha puesto una estatua suya a la entrada del Restaurante, para que todos los paletos nos podamos echar la foto y que el mundo se entere de que nosotros estuvimos allí. Coño, que de coraje no me eché la foto.
Eso sí, entré a comer. Otra “catetá”, ya sólo me faltaba el pañuelo en la cabeza anudado en los cuatro picos. Eso sí, comimos de tapas, y a precios normalitos, como lo que comimos, normalito, nada del otro mundo. En Mingalario se come cien veces mejor y todavía no ha puesto Antonio una estatura del Sergio en la puerta.
¿Lo mejor? Un paseo asfaltado que une Zarautz y Guetaria pegado a la costa. Es un lujo que a diario disfrutan las dos ciudades, para andar, correr, pasear en bicicleta, o símplemente visitarse.
Tras comer sin Arguiñano nos acercamos a Guetaria. Dos nombres propios son el señuelo turístico de esta pequeña pero preciosa población, Juan Sebastian Elkano (nacido en Guetaria y que dicen fue el primer marino español en dar la vuelta al mundo)...
y Balenciaga (hijo también de una costurera y un pescador guetarianos y un icono del mundo de la alta costura. Se ve que coser redes no daba tanto parné. Tiene en su ciudad natal un impresionante museo que no vimos)
Sin embargo a pesar de la belleza innegable de sus playas, de sus pueblos, y de su gastronomía casera, la de cualquier taberna de cualquier lugar, hay algo que a mí me engancha más que todo lo relatado, entre otras cosas porque nos permite disfrutar lo dicho, su climatología. Estar a las cuatro de la tarde en julio o agosto callejeando y descubriendo rincones es algo tan de agradecer como dormir tapado. Nos queda Guernika, Getxo y "Bilbado". Agur
Manolo Martínez
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