Los catetos, como personas que
también somos, crecemos por fuera hasta los dieciocho más o menos, y por
dentro, como el resto de los humanos, crecemos durante toda la vida. Crecemos
por dentro cuando hacemos tertulia con catetos de otros pueblos, y cuando
comemos viandas distintas a las nuestras, y cuando entramos en otras iglesias,
y cuando descubrimos que aún podemos asombrarnos porque hay muchas cosas,
demasiadas quizás, que aún desconocemos. Y resulta que todo esto puedes hacerlo
viajando. No hay nada para crecer por dentro como viajar. Te da perspectiva, te
ensancha el entendimiento, te hace tolerante, ¿es que acaso hay algo más
inteligente que ser tolerante? Viajar te permite mirar, observar, abrir los
ojos a otras realidades. Estos gatos estaban estudiándose el uno al otro en una
tienda de cerámica pegada a la Catedral de Bilbao. Me pareció tan maravilloso
el momento gato, que le regalé mi atención. Posiblemente lo hice porque estaba
relajado, a muchos kilómetros del trabajo y las obligaciones. Recuerdo de
Bilbao muchas maravillas arquitectónicas y paisajísticas, pero ninguna se me
quedó tan en la piel como ese gato en el escaparate y el otro que parecía estar sopesando si comprarlo o no, y es que aquellos gatitos eran tan de Bilbao como don Miguel de Unamuno, o el Guggenheim.
Paramos en Getxo para ver el
buque escuela Juan Sebastian Elcano que estaba de gira por la costa cántabra,
pero el buque tenía más fans que Manolita Chen en su tiempo, y no había forma de hacerse con entradas. Se
ve que lo militar vende.
Desde que empezamos a planificar el viaje sólo
tenía un lugar inamovible en mi hoja de rutas, Guernika, por todo lo que
simboliza aquella ciudad, su árbol y el cuadro de Picasso. Bajo ese roble el
señor de Vizcaya juraba antaño respetar las libertades de los vascos, y bajo
ese árbol siguen jurando hoy los lendakaris elegidos por el pueblo. Ese árbol
fue testigo del bombardeo que borró del mapa a Guernica, a su población civil,
sus archivos y con ellos su memoria, y sus casas.
Y aunque las vacaciones son el espacio del
disfrute, no están reñidas con la
reflexión que te brinda el conocimiento
leído, oído, o viajado como en este caso. Es más, saber lo vulnerables que
somos nos conmina a establecer las prioridades que debieran regir nuestras
existencias. Es un ejercicio de salud mental necesario visitar Guernika, tanto como conocer el significado de cada centímetro del impagable cuadro de Pablo
(Picasso)
Mezclarse con los lugareños en
sus calles, en sus tabernas, en sus mercados o en sus conversaciones es enriquecernos
con otras formas de leer la vida. Los catetos no nacemos catetos, nos hacemos catetos, y lo hacemos siempre por dos razones: o por que dejamos de ser curiosos y nos anclamos en la comodidad de la rutina, nos quedamos echados en la baranda viendo pasar la vida, o por lo que es aún peor, porque pensamos que lo que nuestro es lo mejor y que somos los dueños de la verdad absoluta.
El Museo Guggenheim al anochecer
.... y decimos adiós al País Vasco a lo grande (que por algo tienen fama de exagerados la gente de "Bilbado"), con este perro gigante de flores que no dice ni guau porque escupiría geranios. Se sienta ahí por la mañana y echa todo el día para que le fotografiemos, y de camino para que no le quite el sitio el arañón (araña de las que se crían en Bilbao).
Nos traemos del País Vasco la retina llena de preciosos pueblos y espectaculares playas, el paladar vestido de gala por sus pintxos, el espíritu tranquilo por el noble trato recibido, y el corazón cargado de risas, buenos recuerdos, y de oro por haberlo compartido con lo mejor de la vida, la familia.
Eskerrik asko a todos los vascos a los que hemos tenido la suerte de conocer, un placer.
Manolo Martínez
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