Un sabio taoista decía: “El error de los hombres es intentar alegrar su corazón por medio de las cosas; cuando lo que debemos hacer es alegrar las cosas con nuestro corazón”
Muchos piensan que para ser feliz hay que tener un Ferrari en la puerta de casa, un despacho con los mismos metros cuadrados que cualquier vivienda de protección oficial, y media docena de Armanis colgados en el ropero.
Que no... que la felicidad es pararte en medio de tu trabajo y marcarte unas sevillanas con tu mujer y hacerle la vida agradable a la gente con la que tratas a diario. Sonreír, bromear, terciar… eso es la vida ¿o no?
Manuel y Mar son ricos por su forma de enfrentarse a los días y a los clientes con una sonrisa puesta y el buen rollo por bandera. Ese patrimonio no se hereda, se tiene o no se tiene.
La felicidad pesa 1 kilo bien despachao, que es lo que pesa nuestro cerebro. Y de ese kilo largo depende nuestra actitud ante las zancadillas que nos pone la vida. Es el que nos hace elegir entre ser feliz con lo que tenemos o infeliz con lo que no tenemos.
Cuando Jorge Luís Borges se enteró de que pronto moriría, escribió: "Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores. Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más amaneceres, subiría más montañas y nadaría más ríos..."
Queda claro que Borges no conocía a Manuel Guijo ni a Mar, porque de haberles tratado hubiera incluído en su escrito "...y me haría cliente de Manolo y Mar, no sólo por su buena mercancía, sino por su alegría detrás del mostrador "
Manolo Martínez
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