CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


sábado, julio 23, 2022

ENTRAN POCOS EN EL KILO (PABLO GARCÍA ROMÁN)


Cuando nuestras madres compraban en la tienda del barrio, el tendero les recitaba a voces el precio de la mercancía que ellas le iba señalando, hasta que llegaban a las más caras. 

Entonces, bajaban la voz al mínimo y acercaban la boca al oído de la clienta para susurrarle: 

—Mary, de estos entran pocos en el kilo. 

Así se identificaban los mejores artículos que, al ser casi siempre los más caros, eran también de los que menos cantidad se compraba, de ahí la imagen de "entran pocos en el kilo" haciendo alusión a la calidad del producto. 

Y eso mismo ocurre con algunas personas, que entran pocas en el kilo, por su valía y excepcionalidad.  Uno de estos es Pablo García, el chef de “Lolita Fusión”. 

En sus pocos años, Pablo, ha conseguido que su cocina sea un referente de la gastronomía sevillana. Así lo acreditan los numerosos reconocimientos que prestigiosas entidades del gremio de la hostelería le han concedido. 

Pero el santo y seña de este joven es su personalidad, gracias a la cual ha conseguido crear un ambiente grato y distendido entre sus trabajadores, que por efecto dominó nos trasmiten a los  clientes. 

En estos días de calores, que a todos nos vienen grandes, uno no puede dejar de pensar en quiénes, por mor de su profesión, no tienen el alivio del aire acondicionado ni del ventilador, como tuve la ocasión de comprobar cuando al acercarme a saludar a Pablo, éste me invitó a que entrara en su despacho, la cocina, y una vez dentro me preguntó ¿qué?, ¿qué te parece? 

Sobraba la respuesta. Allí hacía más de cincuenta grados con los que bregaban Pablo y su equipo. 

Pero había “algo” por encima de aquel asfixiante calor, un detalle que incluso disimulaba el cansancio de tantas horas detrás de los fogones. 

Un gesto que dejaba en segundo plano la exquisitez de los platos que allí se elaboraban, y esa circunstancia era, es, su eterna sonrisa, la misma que te empuja a llevarte bien con este hombre que ama lo que hace, y quizás ahí nazca esa sempiterna curva en su boca que nos dice, sin decirlo, “me gusta lo que hago”. 


Manolo Martínez

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