Y aún así nos encasquillamos en ese sofisma de que la razón es nuestra, como si la razón fuese una chaqueta que nos hiciesen a medida y sólo nosotros pudiésemos lucirla. La digestión de esto no es fácil, y conviene buscar argucias para aligerarla. Les cuento la mía.
Coloqué a mis dos hijos en una misma fotografía, pero cuando ambos tenían, aproximadamente, la misma edad, y luego me planté yo en medio de ambos, eso sí, con la misma premisa, que yo tuviera la misma edad que tenían mis hijos en aquellas fotos.
Ahora, cada vez que tenemos distintos pareceres sobre cualquier cuestión, busco la foto y la observo unos segundos hasta que me calmo al comprobar que, por primera vez, he conseguido que pensemos lo mismo los tres.
No era tan difícil, era cuestión de recordar cómo interpretaba yo la vida, cuando la vida no había pasado TODAVÍA por mí.
Manolo Martínez
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