Uno llega esmallao cada mañana a Casa Paco y le pides tu media con Cola Cao.
Mientras le das vueltas, con la cucharilla al café, al Cola Cao, y a las cosas del trabajo, ves como pasan, detrás de la barra, media docena de caballos corriendo por la playa de Sanlúcar, y tras ellos, un paso de Semana Santa, y al acabar la procesión, gente paseando por la Plaza de España, y mil cosas más que miras sin alterarte, normalizando que todo aquel trajín pueda ocurrir detrás de una barra.
En una de esas me da por preguntarle a Paco:
— ¿Son tuyas esas fotografías?, — refiriéndome, no a la propiedad, sino a la autoría.
Y lo eran. Lo son. Chapeau, Paco, y aún así, cuando le comento que equivocó el oficio, disiente con humildad. Pues no sé yo.
Paco va bien despachao de sensibilidad, como demuestra ese catálogo infinito de bellísimas fotografías a las que dedica, después de una larga peoná, su escaso tiempo libre. Y es entonces cuando piensas:
“Con la de flojos esmangarillaos que hay dando vueltas por la vida con las manos detrás de la espalda, mientras a otros le falta tiempo para exprimir, aún más, el bendito limón de la vidaª.
Enhorabuena, Paco porque, como propone la Biblia, has aprovechado de sobra tus talentos.
Manolo Martínez
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