CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, agosto 16, 2020

A la memoria de Valentín Rueda Macías


Parece mentira que ya haga un año desde que Valentín se asomaba a la vida desde lo alto de la escalera, y es en ese darnos cuenta de lo poco que es el tiempo, y de lo menos que somos nosotros, que he querido recordarle de nuevo, al menos que sepa el hombre, que un año después sigue vivo en nuestra memoria.  

Era valiente y no tenía el vértigo que tenemos los cobardes. Valentín desenfundaba sus palabras con la rapidez y acierto que John Wayne desenfunda su revólver. Disparaba con los ojos cerrados, como los grandes, como toreaba Belmonte, arrimándose. Luego, con la certeza de que  no había matado a "naide", soplaba el cañón de su bolígrafo como Wayne soplaba el humo que salía de su revolver tras el disparo, y enfundaba. Tiraba a dar, y daba. Disparaba balas llenas de reflexiones. Miraba, apuntaba, y te hería entre las cejas, dónde habitan los pensamientos. La segunda bala la dejaba siempre para el corazón, ahí vestía la sangre del blanco y negro de sus recuerdos. Valentín decía lo que pensaba, y esto que parece una perogrullada, le diferenciaba del resto, los que nos sometemos a diario a los cobardes: "y si pierdo el trabajo", "y se enfada por lo que digo", "y si..." A Valentín le importaba un carajo todos los "y si...". Era valiente, tan valiente como el que más. No se ponía más caretas que las de su amado Carnaval le prestaba.

  Me faltó tomarme una cerveza contigo, Valentín, me la perdí, y sobre todo me perdí  escucharte. Valentín y yo nos criamos en el mismo barrio, en la calle, San Francisco, pero los mínimos  años que nos separaban y el no compartir colegio, hicieron que no coincidiésemos jugando a la lima, o a piola, o pegando balonazos en medio de la calle.  Al final han sido las benditas redes sociales las que me hicieron descubrir a mi vecino de infancia. Y me encontré con un tío importante, de los que dejan huella, no en la hipocresía de los del taco, ni en los discursos vacuos de la gente que se da importancia porque vacilan honores que le cayeron de ese cielo tan injusto de las casualidades.



Valentín era más grande que todos juntos porque era un tío libre, y hoy, tal y como está el patio, no hay mayor hombrada que ser libre cuando hablas y cuando actúas. Me faltó tomarme una cerveza contigo, y me duele Valentín, de verdad te lo digo, porque tu discurso retrataba tu pensares y tus pesares. Eras honesto y autosuficiente, otro bien que escasea hoy. Lo mismo fabricabas jabón que ponías un puchero. Hablabas de la igualdad, de los derechos, de lo que te salía de los cojones, y eso te hizo más necesario de lo que tú nunca percibiste. Me faltó esa cerveza contigo, Valentín, en  La Cuadra, La Viuda o Pinante, allí donde te buscaban a ti las musas. Todos hemos perdido esa cerveza contigo, incluso tus enemigos, si es que los tenías. Tú creaste tu universo en lo inmediato, como la gente importante: tus amigos de toda la vida, tu barrio de siempre, tu trabajo en el Teatro Cerezo, tus nostalgias llenas de humor.

Recibe este sincero testimonio, y las gracias, de uno que te admiró, Manolo Martínez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Toda la putisima razón!!!, Gracias por descibir realmente como era esa gran persona.
Yo, también me perdí esa cerveza.... Donde quiera que esté, la tomará a nuestra salud.
Q la tierra te sea leve.
DEP, Compañero.

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