CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, agosto 02, 2020

"Pisheando" en Cádiz (2)


        Tengo un amigo mejicano, que se vino a vivir a Sevilla hace diez años. Es escritor, por lo que lo buena parte de su trabajo consiste en observar a la gente y sus circunstancias. Cuando le pregunté qué era lo que más le sedujo de Sevilla me respondió que Sevilla, y cuando le pedí que me confíara qué le desagradaba, me dijo sin dudarlo que ese "mirarse el ombligo" del sevillano. Y viene esto a cuento porque estando en Cádiz Tacita de Plata sentí algo de ese chauvinismo también entre los gaditanos. Mi cielo, mi mar, mi Caleta, mi barrio de la Viña...y no lo digo como reproche, porque al fin y al cabo es una manera tan lícita como otra de entender la vida. Es natural sentirse orgulloso de las raíces de uno, lo que no es sano es encumbrar lo nuestro desmereciendo lo vuestro. La playa de Cádiz es preciosa "per se", no porque la de La Malagueta sea horrorosa...ustedes me entienden.


Y todo esta retahíla viene a cuento de un momento que disfruté y compartí con los míos, un atardecer desde la Caleta. La gente se amontonó en el paseo marítimo para contemplar absortos como el sol se hundía muy despacio en el océano. Primero sumergió sus pies ardientes, luego la barriga incandescente, y así hasta que sólo quedó a la vista su coronilla roja a ras del mar. Luego todo el mundo aplaudió aquel maravilloso atardecer como si fuera un aria de la Traviata. Hubo un momento en el que pensé, dado el entusiasmo de la ovación, que el sol volvería a salir del Atlántico para hacer un bis y volver a zambullirse de nuevo como hacen los grandes artistas. Y la verdad, eso sí hubiese sido algo único, pero no, no volvió a salir,  hasta el día siguiente...


...cuando paseando con mi mujer recién amanecido, observé a un señor ya entrado en años, haciendo carreras y flexiones con tal agilidad y manejo de su cuerpo que no pude resistirme a preguntarle por su edad, y el abuelo, "mu chulo" él, me contestó con otra pregunta, como los gallegos:

— ¿Cuántos me "echa usté"?

— Le diré primero la edad que creo que tiene realmente, y luego la que aparenta.
     Creo que habrá cumplido los 75... ó 76, pero aparenta 69 

  Y aunque yo pensé que le estaba halagando, no les quiero describir la mirada que me echó el "atleta", porque estaba claro que no le agradó mi cálculo.

    Vaya por Dios…(me dijo), pues “mirusté” , mardita sea, acabo de cumplí 64

Yo empecé a decir tonterías para desviar la conversación por otros derroteros, pero lo empeoré.

— Hombre...(le dije yo), lo que es para quitarse el sombrero es que se levante todos los días, a su edad, para hacer deporte, cuando otros muchos con sus años, se les va la vida metidos en una taberna…

— ...pues precísamente para eso salgo yo a correr tan temprano (me dijo el atleta vacilón), para compensar, ya que luego me voy a pasar el resto del día con los amigos tomando cervezas y jugando al dominó, en una taberna...claro…así que…hoy no da usté una…


Aquí, en el Gran Teatro Falla es dónde se citan los músicos, los letristas, las costureras y forman la bulla. Aquí tienen prohibida la entrada los siesos, los papafritas, los babuchas y los cagalástimas, que es como llaman en Cádiz a los malajes y penosos, porque la filosofía del carnaval es reírse de todo, empezando por uno mismo.


En Cádiz, tener Ángel es tener Gracia, por eso soy un afortunado,
 porque yo tengo a los dos (a Ángel y a Gracia)






Aquí rezan los gaditanos al Dios que no ven, al que le tienen fé


…y aquí le rezan (cantando, escribiendo o componiendo) al dios que sí ven, y sienten:
la mar, el viento, la playa, el cielo…

  

Cuando el pasado se traga, como si fuera la ola de un tsunami, la playa, el verano, las vacaciones y a Cádiz , aparecen las sombras, como esas de la última fotografía que nos reflejan sobre la arena, y que se alargan hasta desembocar en los colegios, el trabajo, las lentejas, la primitiva que nunca toca, la rutina... el  mar, la realidad.   
Manolo Martínez

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