CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


jueves, agosto 06, 2020

La peseta de mi padre


     Guardo como oro en paño esta peseta de papel que mi padre ganó con 16 años, la misma edad que tiene hoy mi hijo Ángel. Yo tenía entonces menos diez años, que eran los que me quedaban para nacer. Con esta peseta podía comprar mi padre medio kilo de pan (0,33), 1 kilo de patatas (0,25), un kilo de carbón (0,25), y todavía le llegaba para comprarse el periódico (0,10)            Es decir que mi padre, a unas malas, podía comer, poner una copa de cisco para calentarse, leer el periódico, y aún le sobraba para echar en la alcancía (0,07).
           
            Es obvio que no estoy diciendo, Dios me libre, que en aquellos años se viviese mejor, pero sí intentar digerir lo mal que lo hemos hecho los padres de hoy al pulsar ACEPTAR cuando nuestros hijos nos presentan lo que ellos consideran sus Bienes de Primera Necesidad.

            Entre esas necesidades "vitales" no aparecen alimentos, ni abrigo para el frío, ni la esencial cultura básica (prioridad ineludible una vez llena la barriga). En cambio, en todos sus requerimientos hay móviles de última generación, contratos para que wiffi alcance velocidades de crucero y, antes de que lleguen sus dedos a las teclas, aparezcan en la pantalla sus deseos, y poco más.

            Para mi padre esa peseta significaba sudor de su frente, por lo que al gastarla atendía lo elemental y luego, si sobraba, lo guardaba para cuando su frente no pudiera sudar.        
            ¿Está en el vocabulario de nuestros hijos las palabras sudor (no el de los gimnasios)?
            ¿Le hemos inculcado a nuestros jóvenes el aprecio por el valor de las cosas?        

Manolo Martínez

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