Desde que nacemos hasta que nos vamos, Dios sabe donde, toda nuestra existencia: amores y desamores, atardeceres y amaneceres, quedan jibarizadas en cuatro números.
Nació el 21.04.65. Se casó el 6.12.81. Gana tanto y debe tanto. Todos hemos pasado de ser un 99% de agua a un 100% de números.
Nos añadimos años en nuestra infancia con la misma avidez con que nos los quitamos en la vejez. Total, los que nos quitamos por los que nos pusimos. Al final siempre nos quedamos con los que tenemos.
Toda nuestra vida bajo La Dictadura de los números: peso 6 kilos más, necesito 2 millones para la hipoteca, faltan 20 días para las vacaciones, tengo 5 minutos para recoger a los niños del colegio…
El 8, el 15, el 20, el 21, el 40 y el 41, ¡ni el complementario! Vivimos en una continua cuenta atrás: 5-4-3-2…
¿Y si nos relajamos? ¿Y si respiramos y damos un paseo cogidos de la mano?
Dios mio..., pero si son las 5 y entraba a trabajar a las 4. Al paro.
10 meses de desempleo. 1000 horas de cursillos. 10.000 curriculum enviados. 1 millón de entrevistas y colas… y cuando al final, logramos sacar la cabeza por encima de la camisa: 2 palmos de tierra encima. El corazón . Fue del estrés, dijo el forense.
Y lo peor, ahí abajo no tenemos ni cajeros automáticos donde utilizar nuestras VISAS. ¡Con lo que nos gusta teclear los 4 números de la contraseña:****!
— ¡Eres la alegría de la huerta, hijo¡ (me dejó caer mi mujer al leer el presente artículo)
— ¿Alegría? Pero si es lunes y me quedan 5 días hasta el sábado. (Le contesté buscando un poco de comprensión).
Se nos
diluye la vida en un baile de números como una gota de tinta en un vaso de
agua. A vivir, señores, que son 2 días.
Manolo Martínez
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