CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, diciembre 29, 2024

RATONES EN CASA


Me desperté temprano y con ganas de hacer deporte. Calzonas, camiseta, calcetines y zapatos de deporte. Empecé a bajar las escaleras y, hacia la mitad  del descenso, una especie de chillido fino me detuvo. Me quedé quieto, con la oreja alerta, a ver..., ahora ya no lo percibía. Seguí bajando escalones y volví a escuchar aquellos diminutos ruídos. No cabía duda, eran ratones. 

Pero, ¿dónde? Agucé el oído, me volví a inmovilizar y de nuevo el silencio. Eran listos los jodíos. En cuánto dejaban de escuchar mis pasos y, a sabiendas de mi intento de localizarles rastreando sus vocecillas chillonas, se callaban. Pero ya no podía irme a correr tranquilo. Tenía ratones en la casa.

 

Allá donde entraba los chillidos me acompañaban: en el salón, la cocina, la cochera, el baño…¡ostia, tenía la casa minada de roedores! 

Pero algo no cuadraba. Mientras yo andaba los ratones hablaban, y en cuanto me quedaba quieto, callaban. Entonces se hizo la luz en mi sesera. 

No es que hubiera ratones por toda la casa, es que los ratones estaban en mis zapatos. Por eso, cuando yo caminaba, les pisaba, y chillaban, y al quedarme quieto, se relajaban. 

¡Ostias, ostias, ostias! Me quité los zapatos con los propios pies. No quería tocarlos siquiera, y los lancé al patio, lejos de mí. Tras unos segundos, esperando que salieran los puñeteros bichos, procedí a la inspección de mis zapatillas de deporte descubriendo, ¡oh bochornoso hallazgo¡, que las cámaras de aire de mis zapatos estaban pinchadas, y al andar yo expulsaban el aire,  emitiendo unos pitidos que  mis pocas luces habían confundido con chilliditos de ratones, de ahí que "los ratones! fuesen dónde yo iba, y callasen cuando yo me quedaba quieto. Pa haberse matao. 

Esto ocurrió realmente una mañana de domingo del año de nuestro señor dos mil quince, el mismo año que la Pantoja obtenía su primer permiso carcelario, Lituania ingresaba en la eurozona y Carmen Gahona fue a Supervivientes.

Manolo Martínez

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sábado, diciembre 28, 2024

EL SUPOSITORIO

 

Después de cuarenta años de abreycierras anales, va y me dice una ATS, que los supositorios se ponen al revés, con la puntita mirando al suelo y no al "cielo", con el fin de ser absorbido y no proyectado. 

A ver ¿quién me restituye a mí los daño moro-anales?                   

Pues anda que no llevamos supositorios mal metidos los de mi generación, tantos como cosas hechas al revés. 

 ¿A quién de ustedes no le inundaron el hígado con Tío Quinito por hacerle ascos a la comida? Claro que por aquellos años no se habían inventado las transaminasas. Otro supositorio al revés... 

Hace poco recibí un correo en el que se especificaba que un padre de 1.979 cobraba 38.000 pesetas y una vivienda del mismo año rondaba las 500.000 pesetas. 

Hoy el sueldo se ha incrementado un 750 %, pero es que el menú  ha ascendido un 1650 %  y  las viviendas –agárrense– casi un  3000 %. 

Las familias de mi infancia pudieron la mayoría adquirir una casa. Ahí están La familia Monster, los Picapiedras, hasta los Ingalls consiguieron su Casa de la Pradera. 

Hoy, los bancos nos bajan los pantalones, nos ponen sobre sus rodillas y nos meten 50 años de intereses con la puntita del sueldecito para adentro. Empujan, presionan y nos aprietan las dos nalgas, como hacían nuestras madres para que nos expulsáramos el supositorio.

Manolo Martínez

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miércoles, diciembre 25, 2024

FANTASMAS A DOMICILIO POR 250 EUROS


Decía Scrooge que las navidades eran paparruchas, chulería que le costó la visita a domicilio de dos fantasmas cabrones: 

Uno echándole en cara cosas que había hecho mal en su pasado, y el otro metiéndole el miedo en el cuerpo con cómo acabaría su vida si no cambiaba su rabia contra el mundo y su tacañería, y surgió efecto. 

Si alguien consiguiera hacerse con el teléfono y los servicios de estos dos fantasmas se pondría las botas estas navidades enviándoselos a más de uno que tanto los necesita. 

¿A qué se les vienen a ustedes muchos nombres a la cabeza a quiénes le enviarían los fantasmitas de los cojones? 

Contratar al fantasma del pasado podría salir por unos 50 euros la hora, no es mucho, al fin y al cabo el pasado es algo fácil de demostrar porque está ya escrito. 

Pero fichar al fantasma del futuro se iría a 200 euros la hora, y es barato, porque hay que demostrarle al malbicho que sea, en qué se convertirá su vida de seguir dando por culo. 

Conseguir esa escenificación, y hacerla creíble, para convencer al inculpado de que es necesario que cambie cuesta una pasta: hologramas, informática, voces en off, cadenas y portazos. 

…pero merecería la pena. Sería tu mejor inversión.

Pruébalo y me das el teléfono si lo consigues con algún familiar de Dickens.

 

ENVÍAMOS FANTASMAS A DOMICILIO

FANTASMAS DEL PASADO (50 euros la HORA)

FANTASMA DEL FUTURO (200 euros la hora)

 Manolo Martínez

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domingo, diciembre 22, 2024

El día que NO me tocó la lotería.

Nunca olvidaré el día que NO me tocó la lotería. Era navidad. Salí para el trabajo cerrando despacio la puerta para no despertar a los niños, ni a mi mujer, que aún dormían porque ese era su primer día de vacaciones. 

Antes de ir a la oficina me pasé por la panadería, dónde todo el mundo tenía cara de domingo escuchando, en la radio, a los niños de San Ildefonso cantar las bolas premiadas. 

—¿Qué quieres?, —le preguntó la panadera a la mujer que iba delante mía. 

—Una casa. 

—Y yo un mes de vacaciones, —dijo un hombre, ya mayor, con aspecto de cansado  que también esperaba turno. 

—Pues yo me conformo con que mi hijo salga del hospital antes de que acabe el año, —respondió otra mujer. 

Mientras los niños seguían estirando la última sílaba del número cantado, me quedé cavilando que aquellos tres deseos los tenía yo sin necesidad de que me tocara la lotería. Una casa, unos hijos sanos y un poco de descanso. 

—¿Y pan? ¿Alguien quiere pan?, —soltó la panadera impaciente, mientras cada uno de los presentes ajustaban sus cuentas por si les tocaba la lotería. 

Todos reímos la ocurrencia y empezamos con el pan nuestro de cada día: 

—Dos vienas y un mollete, y apúntamelos, que hasta el viernes no cobro, —dijo la mujer que quería una casa. 

—Un bollo, —pidió el que tenía a su hijo en el hospital. 

El hombre mayor con aspecto de cansado no pidió nada. Estaba con la mirada clavada en su décimo de lotería y la oreja en la radio, no fuera a ser que cantasen su número y no lo escuchase. 

Yo pedí lo de siempre, dos blandos, un francés y una telera pequeña, de García Martín, que para eso es de la familia. 

Con la bolsa del pan dando vueltas en mi mano llegué al trabajo y me senté delante de una pared de papeles. Inspiré y empecé a tararear un villancico del año de catapún. Mi compañero me miró de soslayo, y yo le sonreí, antes de decirle: 

—¿Sabes? Este año tampoco me ha tocado la lotería. 

—Suele ocurrir cuando no se compra—me disparó sin mirarme.

Manolo Martínez

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sábado, diciembre 21, 2024

LA NOCHEBUENA YA NO ES LO QUE ERA


La primera música que recuerdo de la navidad es la cuchara de mi madre chocando con la olla mientras le daba vueltas a los avíos del guiso de nochebuena. 

Pero la melodía, que más me alegraba, era la del tintineo de las tapaderas sobre las cacerolas que acarreaba la gente, por medio de las calles, aquellas nochebuenas en las que los hijos iban a comer a casa de los padres, o los padres a casa de los hijos. 

Nada que ver con las fiestas de ahora, que parece que nadie tiene casa un día tan de estar en casa, desde que nos ha dado por celebrar esta fiesta en los bares. 

Pero volvamos a la música, y a las sinfonías que nos avivan los recuerdos: 

Un tenedor frotando una botella de aguardiente, el “yo me remendaba yo me remendé…”, el sonido del papel arrugándolo contra el pecho para formar las montañas del nacimiento, o los niños de San Ildefonso cantando los números de la lotería. 

Aunque mi melodía preferida sigue siendo la conversación de toda la familia alrededor de la mesa después de comernos el pavo. 

En fin…, si pudiésemos meternos en uno de aquellos Cinexim de color naranja, ¿se acuerdan ustedes?, y darle al tiempo patrás y palante, a nuestro antojo, sólo con darle vueltas a la manivela. 

Háganme ustedes un favor, por favor, cierren los ojos, ahora mismo, y escuchen. 

Se oye perfectamente: el roce de la cuchara sobre la olla, la voz de los niños de San Ildefonso, o las castañas saltando en las cacerolas. Es la navidad que nos está hablando. 

Felices Pascuas y salud para todos.

Manolo Martínez

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miércoles, diciembre 18, 2024

EL OFICIO DE VIVIR

El oficio de vivir es un libro que nace del diario íntimo de Cesare Pavese. Lo empezó a escribir el mismo año que nació mi padre, 1935, y lo terminó el mismo día que nació mi mujer, un 18 de agosto, casualidades simplemente, como las de Paul Auster. 

Escribió Cesare, entre otras muchas cosas: 

“La religión consiste en creer que todo aquello que nos ocurre es extraordinariamente importante. Nunca desaparecerá del mundo, precisamente por esa razón”. 

…o esta otra: 

“El arte de la vida, y esto es lo más atroz, consiste en ocultar a las personas queridas la alegría que sentimos en estar con ellas; de lo contrario las perdemos”. 

Pero de todo lo leído en este diario, lo que más me impactó es la forma en la que acabó el libro: 

“Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más”. 

Luego se suicidó. 

Alguien dijo que la muerte no es triste, que lo triste es que la gente no sepa vivir. 

Mi amigo Antonio Rivero, cuando me despedí en falso, como los toreros malos, de convocar más tertulias, en una que organicé sobre el flamenco en aquel hermoso hotel palacio Casa Carmona, y que dirigió José Luís Rodríguez Ojeda, me leyó el poema  Ítaca, de Constantino Cavafis. 

Desde entonces lo releo a menudo porque me recuerda que el viaje siempre es más importante que la meta. 

“Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, llenos de experiencias...Ten siempre a Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Más no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuánto ganaste en el camino, sin aguantar a que Ítaca te enriquezca”. 

Está claro que el oficio de vivir no es fácil, si realmente tu intención es aprender ese oficio, y no pasarte la vida quejándote como los malos aprendices, del frío, del calor o del sueldo. Pero si entiendes que vivir es lo único que realmente tienes, acabas agarrándote a la vida como Leonardo di Caprio se agarraba a la tabla en las aguas heladas tras hundirse el Titanic.

Manolo Martínez

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lunes, diciembre 16, 2024

BARQUITO DE PAPEL

Hace unos días, durante mi trabajo en la Casa de la Cultura, conocí a Luís, quien me contó con nostalgia como, de niño, los días de lluvia, construía barquitos de papel en la calle Tahona. El barco estaba formado por un corcho, un palillo que, hincado en el corcho, hacía de mástil, y un trozo de papel, que pinchado en el palillo, se convertía en la vela de aquel barco. 

En cuánto la lluvia formaba un río que descendía desde la calle Tahona hasta Tinajería, Luís echaba su barquito de papel sin nombre, ni patrón ni bandera, al cauce de aquel río. 

Hace siete años, en una tertulia que tuve el enorme honor de organizarle al mejor poeta vivo de España, y actual director del Instituto Cervantes, otro Luís, Luís García Montero, en el Molino de la Romera, conocí a Rosa León, aquella que cantaba el Brujito de Gulubú, que venía acompañando a Luís. 

Mientras escuchábamos embelesados la clase magistral de literatura y vida que Luís nos regaló, observé como Rosa, mientras le oía, se afanaba en construir barquitos de papel, de los cuales guarde como oro en paño el de la fotografía. 

Mi padre también hacía barquitos de papel. 

Supongo que desde niños intentamos aceptar la brevedad del mundo, afanándonos en construír mil cosas: historias, proyectos, relaciones…, a sabiendas de que, en cuánto las moje el paso del tiempo, serán como el barquito de papel de Luís que se deshacía en el mar  de la calle Tinajería. 

Manolo Martínez

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sábado, diciembre 14, 2024

LA FAROLA

Espero que al recibo de la presente os encontréis bien, nosotros todos bien, a Dios gracias. 

No han pasado muchas cosas desde la última vez que te escribí, las de siempre: los niños crecen que ya nos han dejado atrás, a la abuela le ha dado ahora por hablar con el presentador del telediario, y cada vez hay más coches en las casas y menos aparcamientos en las calles, lo dicho, más de lo mismo. 

Pero te escribo estas cuatro letras sólo para enseñarte estas afotos de la farola, el pilar y la Vega de Carmona.  

Son de Miguel Ángel García Buza, el hijo de Manolito, ¿te acuerdas de Manolo el cartero? Sí niña, aquel mocetón rubio candela que parecía alemán, y que sabía de flamenco más que naide en Carmona.  

Pues ese niño, Miguel Ángel, tiene un arte haciendo afotos que parece que estoy escuchando a su padre hablar del cante güeno: conocimiento y claridad. 

Tan en es así que cuando miré esta farola tuve que ponerme la mano a modo de visera porque me molestaba el destello que salía de la farola, y cuando vi la afoto del pilar se me fueron las manos para coger el agua a puñados y lavarme la cara. Es espectacular.

Dime si no sientes la brisa en la cara de esa otra de la Vega.  

Lo dicho, clavaíto a su padre, aquel con la palabra y éste haciendo “afotos”.

Manolo Martínez

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miércoles, diciembre 11, 2024

LOS MADRILES


La tarde se puso de morros al filo del atardecer, y las nubes empezaron a restregarse por el sol de Madrid como hacen los gatos cuando buscan algo. 

            

En menos de dos deseos, mientras me echaba vaho en los dedos para aliviarme el frío, ya estaba el cielo encendido de colores que se colaban por los arcos del Templo de Debod, lugar elegido por los turistas, como el mejor para ver ponerse el sol.

Sin darnos cuenta la noche se nos pegó como una lapa y la luna nos miró con el rabillo del ojo, empujándonos a callejear hasta llegar a la Gran Vía antes de irnos a dormir.

Al día siguiente decidimos abandonar Madrid para pasearnos por los madriles. 

Del Lavapiés de Sabina al Museo del Prado, y de Cibeles al parque del Retiro, parando sólo para comernos un bocata de calamares en una taberna tan rancia, que al camarero sólo le faltó chupar la punta del lápiz para tomarnos notas de la comanda. 

 Y vuelta al callejeo, desde Tirso de Molina al Reina Sofía para ver el Guernika, aunque nos enamoró una versión coloreada de un artista callejero, que nos ganó los sentidos, pero a la que el maravilloso colorido le había borrado su trágica nacencia. 

Antes de volver a Atocha, buscamos a Chencho, el de la “Gran Familia”, por la Plaza Mayor, y luego, la Puerta del Sol, dónde se desnuda la Pedroche el madroño (sic) delante del oso y el susodicho.

En fin..., el Ángel que me acompañó, y yo, convinimos que, por la cuenta que nos traía, nos quedábamos con Sevilla, con Carmona para ser más exactos, porque vivir, lo que se dice vivir, se vive mejor si puedes ir andando al colegio, al trabajo, a comprar naranjas, paracetamol, o a tomar una cerveza, mientras saludas a todo el mundo por la calle, ¿o no?

Estanque Parque del Retiro


Jardines de Sabatini, junto al Palacio Real


Escalera que conduce del Museo del Prado a los Jerónimos


Manolo Martínez

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martes, diciembre 10, 2024

El cielo, la ventana y la flor

 Al final de una calle siempre hay otra calle, incluso cuando la calle no tiene salida, porque siempre queda la opción de darte la vuelta y caminar por la misma, que ya no es la misma, como también nosotros somos distintos después de haberla recorrido, la calle y la vida. 

Que todo cambia es una verdad incontestable. Todos lo comprobamos cuando, aún pasando a diario por el mismo lugar, nunca palpita igual. La misma calle tiene noche o  luz del día, tiene frío entre sus casas o calor sobre las piedras. O hay bullicio o hay soledad. 

Pasar a diario por el mismo sitio te hace que dejes de mirar, lo mismo que ocurre con el vivir. Se nos escapa la flor que nace en la maceta. No vemos la ventana a la que se asoman otras vidas, ni prestamos atención al trozo de cielo que techa la calle.

Y sin embargo la ventana, el cielo y la flor siempre estuvieron ahí, sólo necesitaban tu mirada para existir.

                                                              

                                                           Manolo Martínez

                

lunes, diciembre 09, 2024

LA VERDADERA HISTORIA DE WHATSAPP


Nos la han vuelto a meter doblá. Mientras Facebook, ahora, y Brian Acton y Jan Koum antes, hicieron caja  con la venta de WhatsApp, haciendo alarde de ser los propietarios del invento del siglo, acaba de salir a la luz esta foto que recoge el momento exacto en que se inventó la aplicación de mensajería instantánea. 

Los tataranietos de doña Rufina de los Cojones Bien Puestos y los bisnietos de Mariquilla Aquí Te Espero Comiendo un Pero, se han puesto en contacto con el mejor bufete de abogados de Cencerrilla del Toboso para demandar a quienes se han apoderado de la idea de sus antepasados.

Al parecer tienen un documento escrito que demuestra que el invento tuvo lugar en el año de nuestro señor mil y pico cuando doña Rufina se enteró de que a la hija de Julita, la de los Espárragos, le habían hecho una barriga. 

Con ese notición en sus manos, y sabiendo que no podría ver a mucha gente hasta el lunes, día de mercadillo, se puso las alpargatas de correr y en menos que canto un gallo le estaba contando el sucedido a Mariquilla, quien hizo lo propio, y así, antes de que la luna le diera un codazo al sol, todo Cencerrilla sabía que la hija de Julita estaba preñá hasta los ojos. 

Mensaje, emisor, receptor y difusión instantánea, eso es WhatsApp. Que no me vengan ahora los americanos como si estuviéramos en los tiempos de “Bienvenido Míster Marshall”

                                  Manolo Martínez

sábado, diciembre 07, 2024

CUIDAÍTO CON EL "LICOR D´AMOUR"


El día de Nochebuena comíamos en familia, como estaba mandado, y luego, los que pasábamos de los quince años, teníamos permiso para salir a dar una vuelta con los amigos. La primera parada siempre era en casa de Manolo. 

Allí nos recibía su madre con la botella lila de “Licor d`amour” en la mano. No estaba malo, ni tampoco bueno. Aquella botella era como los biberones mágicos de las muñecas, por mucho que bebiéramos de ella, al año siguiente la botella seguía igual, medio vacía/medio llena. 

La madre de Manolo, como todas las madres, nos despedía con un "tené cuidaíto" en cuya entonación irónica incluía todos los cuidaítos que había que tener en aquellas edades:

“Cuidaíto con la bebida”, “Cuidaíto con el tabaco” y “Muuuucho cuidaíto con las niñas”.

En este último “cuidaíto” cabían innumerables vigilancias que no sería elegante enumerar aquí. 

Con el "Licor d´amour" en la barriga, y los cuidaítos dando vueltas en la cabeza, aparcábamos nuestros cuerpos en la barra improvisada de un solar techado que nos había prestado el padre de uno para el guateque navideño. 

Allí edificamos, con tabiques de plástico negro, la casa de navidad. Un plástico separaba la barra de la pista de baile, y otro componía una salita de estar con un sofá y mucha oscuridad, salita en la que nos escondíamos para darnos besos y arrumacos. 

Cuando "volvías" a la fiesta, desde el sofá, llevabas la felicidad reflejada en la cara.

Entretanto, ellas recomponían sus despelusadas caballeras y tú te "atacabas", remetiéndote la camisa por dentro del pantalón, mientras pensabas:

“¡Vaya con el Licor d´amour de Carmela!”

Aquello sí que eran navidades. 

Manolo Martínez

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domingo, diciembre 01, 2024

LOS HIJOS


Que extraña resulta a veces la relación con los hijos. Son las únicas personas a las que empezamos a querer antes de conocerles, incluso antes de verles, cuando acariciamos la  curva de su primer escondite.

Desde esos primeros besos hasta los desvelos de los sábados, cuando no llegan y los minutos parecen horas, tenemos la sensación de que sólo han pasado dos telediarios. 

Todo ha ido tan rápido que parece que les hemos trasplantado de nuestros brazos a los de sus novias.

Nos sentimos raros cuando recordamos que, en algún momento y en algún lugar,  antes de ser padres, también fuimos hijos. Menos mal, porque esa olvidada realidad es la que nos templa cuando comprobamos que, al aceptar sus errores, nos perdonamos los nuestros, y al contrario.

Aún así, uno no puede desterrar cierta pesadumbre cuando comprueba que, la misma boca que antes rebosaba potitos, hoy cobija un cigarro. Por eso pasamos de hacer el ruído del motor de un avión con nuestra boca, para que rebañara el yogurt, a alojarnos en una tormenta con sus truenos y sus relámpagos, cuando intentamos imponerles nuestro criterio.

Es como si la costurera, al ver los retales que ha ido desechanden el suelo, los recogiera para intentar rehacer el patrón primero (nosotros), porque lo que teme la costurera, y tememos los padres, es acabar el traje y tener que entregarlo.

                                                                     Manolo Martínez

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sábado, noviembre 30, 2024

SEÑALES

 

De un tiempo a esta parte vengo notando que mi mujer y yo nos repetimos la misma cosa varias veces. 

Además, mientras cenamos viendo el telediario, ella me comenta a mi, y yo le explico a ella, lo que ambos acabamos de oírle al presentador. 

Exactamente lo mismo, con las mismas letras y la misma entonación. Y lo gracioso es que se lo vendemos a la media naranja como si le estuviésemos dando una exclusiva. 

No contentos con la concesión, además le desmenuzamos el contenido, dando por hecho dos cosas: 

una, que el cónyuge, aún estando sentado a nuestro lado, no ha escuchado la noticia,

y dos, que suponiendo que sí la haya oído, estamos seguros de que no la ha entendido. 

Siendo conscientes, mi mujer y yo, de dichas figuraciones, lo hablamos, nos reímos…, pero irremediablemente seguimos haciéndolo.

¿Y si fueran señales? Las primeras huellas que deja una vejez que camina hacia nosotros, la punta del iceberg de la chochez. 

Po va a ser que sí, porque también empiezo a sentarme en la orilla de la cama, para ponerme los calcetines, como si estuviese al borde de un barranco.

¿Qué será lo próximo?

¿Cuánto tardaré yo en pararme a mirar las obras del pueblo con las manos detrás?

Al final llevaba razón Séneca cuando dijo:

“No es que tengamos poco tiempo, es que perdemos mucho”.

Manolo Martínez

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domingo, noviembre 24, 2024

PAN CON CHOCOLATE


Los besos se asoman a nuestra boca mientras pedaleamos por la memoria. 

Tienen mil sabores, como los helados. Los que dimos de adolescente sabían a vainilla y los que nos regalamos con algunos años más, a turrón. 

Pero, sin duda alguna, los más gustosos, los robados. Aquellos que recibimos sin cita previa, o los que dimos con la urgencia del antequemedigasqueno. 

Fueron los mejores y sabían al pan con chocolate que aún nos manchaba los labios cuando besamos a nuestro primer amor. 

Entre ella y yo no juntábamos una docena de años. 

Manolo Martínez


sábado, noviembre 23, 2024

FELIZ NAVIDAD, SEÑOR POTTER


Cada vez que veo esta película no puedo remediar acordarme de mi padre. 

Mi padre no era James Stewart, mi padre era George Bailey.  

La gente le llamaba Pepe, pero era George Bailey. Buena persona, amante de su familia, generoso hasta el límite, trabajador e incapaz de guardarle rencor a ningún señor Potter que tuviera la desdicha de hacerle el mal.  

Su Ángel, y nieto, le recordaba a diario de pequeño cuando, por la noche, se ponía el pijama en la forma en que le enseñó su abuelo: remetiéndose la camiseta por dentro del pantalón del pijama, alcanzando éste casi las axilas, al estilo cachuli.  

Precísamente  ahora que no está mi padre, y su abuelo, es cuando más está.  

Con la navidad echándonos el aliento a hojaldrinas Mata y anís los Hermanos, quitémonos de encima, pero con la elegancia que lo hizo James Stewart, a los señores Potter que todos tenemos que sufrir en algún momento de nuestras vidas, y arrimémonos a tantos George Bailey que, de seguro, todos tenemos muy cerca y no les vemos. 

Como escribió Frank Capra hace ochenta años, y procedió toda su vida mi padre: 

"Feliz Navidad, señor Potter". 

Manolo Martínez

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domingo, noviembre 17, 2024

QUE NOS GUSTA ASOMARNOS A LA VIDA DE LOS DEMÁS


Nos gusta asomarnos a la vida de los demás, imaginarnos sus historias para reinventar las nuestras. El alma curiosea, necesita otras ventanas por las que espiar el mundo sin que el mundo nos vea. 

Y no es tanto que nuestros paisajes nos disgusten, como la necesidad de medirnos, de oler el mar en otras ciudades, a sabiendas de que es la misma mar. Pero nos fascina observar el escaparate, ver todo lo que hay, podamos comprarlo o no, quizás eso sea lo de menos. 

Lo que nos "pone" es pararnos a mirar, echar un vistazo al piso de al lado, lo que Hitchcock bordó en "La ventana indiscreta. ¿A que sí? 
                                         Manolo Martínez

sábado, noviembre 16, 2024

LA LÁMPARA DE ACEITE

Tiene mi mujer costumbre de dejar encendidas estas luces cada vez que mis hijos salen de casa. 

Es su hermosa manera de tener presente que alguien de la familia está fuera y tiene que volver. Es como un faro en el corazón que nos mantiene atentos a que no todos estamos en el hogar y esperamos su llegada. 

Algo así como la lámpara de aceite de la que habla la Biblia, el testigo, la luz que nos dice que falta una luz. 

... por cierto, cuando yo me voy al Bar Tota nunca las enciende. 

            Manolo Martínez

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jueves, noviembre 14, 2024

"VERICUETOS": LA MEJOR MÚSICA PARA EL ESPACIO CULTURAL DE SANTA ANA DE CARMONA

“La música es la gran barita mágica que transforma el mundo y lo convierte en algo humano, mágico, transgresor, cercano y sin barrotes” (Javier Carmona).  

 

Con un repertorio tan exquisito como variado, el grupo “Vericuetos” con el profesor/músico/speaker/artistazo Javier Carmona a la cabeza,  nos deleitó a los numerosos asistentes que acudimos a la cita de los miércoles con el Ciclo de Música de Santa Cecilia. 


Dicho ciclo se celebra en el incomparable Espacio Cultural de Santa Ana y lo organiza la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Carmona con Ramón Gavira Gordón como Concejal al frente de dicha delegación, y Carlos Álvarez Molina como Director del Área de Cultura y Deportes. 

La impecable interpretación de este quinteto nos agasajó el oído con preciosas adaptaciones al swing que oscilaban desde “La marcha turca” de Mozart a “La Pura Concepción” del añorado Silvio, pasando por “La vie en rose”, “Les yeux noirs”, “Le petit fleur” , “Szarda” de Monti, y otras tantas composiciones. 

Gracias a Javier Carmona, Juan Bermúdez, Pepe Aguilar, José Luís Delgado y Javié Carmona, quienes utilizaron su contrabajo, guitarras, percusión y clarinete como vericuetos, atajos para llegar a nuestros corazones y “tocarnos” las emociones, virtud impagable que tienen los artistas para alegrarnos la vida. 

Ahora se llevan sus vericuetos a Londres y Alemania, que suerte van a tener de escucharos.

Para todos los que no hayáis tenido la suerte de asistir a este “baño” de buena música, os pasaré el enlace de dicha actuación, que grabó Televisión Carmona, al wasspap de mi tertulia “Comer, Beber y Hablar” . 

Si quieres recibirlo en tu móvil, sólo tienes que enviarme tu número de teléfono al mío 646 83 15 74.


Gracias

Manolo Martínez

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