CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, julio 11, 2021

ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO


Hace unos días que, una docena y media de valientes, paseamos, ya entrada la noche, entre las tumbas de la Necrópolis, sin más alumbramiento del camino que el farolillo que cada uno portaba en su mano. Vistos desde fuera parecíamos la Hermandad de las Ánimas Benditas. 

Fue una visita guiada bajo el título "Así en la tierra como en el cielo", en la que el cicerone señalaba con un puntero láser las constelaciones, mientras nos embelesaba con las interpretaciones que la mitología hacía sobre el porqué de la primavera y los veranos, y el cómo se forjaron otoños e inviernos. 

Pero, de todo lo que allí se dijo, hubo algo que me dejó cogitabundo. 

 Fue cuando, al señalar una estrella, explicó que la luz que emitía había tardado casi dos mil años en llegar hasta ese mismo momento en que la observábamos. 

O dicho de otra forma, que lo que estábamos viendo pertenecía al pasado, justo al tiempo en que la necrópolis ejercía su actividad enterradora, allá por los siglos I y II después de Cristo. 

Era como si hubiésemos viajado en el tiempo. Resultaba inquietante aceptar que percibíamos aquella estrella tal y como era hacía veinte siglos, cuando en aquellos mismos caminos que ahora pisábamos, andaban también los romanos enterrando a sus romanos, y posiblemente, si creíamos en la Teoría de la Relatividad, al mismo tiempo. 

Algo así como mundos paralelos. Aturdido por aquellos pensamientos me armé de valor y adelanté mi mano en el aire, por si "tocaba" alguna presencia que mis ojos no captaran, y justo en ese preciso momento, sentí una mano fría en mi hombro. 

"¡Ostia... ostia... ostia..!," grité, mientras todos se volvieron para ver qué me pasaba. 

"Un romano que ha conseguido atravesar la puerta del tiempo" pensé. 

"O peor aún, un zombirromano que me va a fulminar por haber profanado su descanso milenario" repensé. 

De tal forma tembló mi cuerpo, que mi mujer, que era la que me había puesto la mano en el hombro, tuvo que sujetarme abrazándome fuerte contra ella antes de preguntarme: 

"¿Estás bien, cariño?" 

—No... no estoy nada bien. ¿Cuándo coño se acaba esto? Te espero en casa...

                                                        Manolo Martínez

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