Hace nada nos dimos cuenta mi mujer y yo que teníamos exactamente la misma
edad que tenían nuestros padres cuando nos casamos y nos preguntamos ¿qué
hacían nuestros padres con la edad que nosotros tenemos ahora?
Pues hablaban. Hablaban muchísimo. Hablaban sobre las cosas simples que
visten los días: el precio de la fruta, el tiempo que hará, si el geranio que
les regaló la vecina agarró o se secó… o si sacarían ya la ropa de verano para
guardar la de invierno.
Un calco de lo que ahora hacemos nosotros.
Otra cosa que hacían nuestros padres es quedarse dormidos viendo la tele.
En concreto, mi padre, antes de dormirse siempre le decía a mi madre:
—Mary, quita a esos tíos pegando voces y
pon a los bichos.
Los tíos pegando voces eran los debates
sobre cualquier tema y los bichos eran los documentales sobre animales de la 2. Y claro, ver al oso andando por la montaña era mejor que una
tila.
Como ha cambiado el cuento, aún siendo la misma película, los mismos
actores y la misma historia: padres, hijos y el paso de los años.
Mi madre, cuando tenía la edad que yo tengo ahora, se vistió de madrina
para llevarme al altar, y yo, con la edad que tenía mi madre cuando me llevó al
altar, como no me vista de lagarterana… porque la emancipación de los hijos se
ha alargado más que el cuerpo de nazarenos del palio de la Macarena.
Ahora cambiamos el PUNTO DE VISTA. Ahora los guionistas son los hijos, más formados que nunca según las estadísticas, pero sin saber dónde meter la cabeza. Luego la historia depende más del que te la cuente, que la historia en sí misma.
Manolo Martínez
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