El asusta-viejas pertenece a esa especie que se creía en peligro de extinción. Es el último coletazo de aquel orgullo patrio. Suele esconderse tras las bancas de las iglesias las mañanas de domingo, o tras los mejores cirios en las procesiones señeras del lugar. No sabemos si es por disfrazarse de santurrón, o porque verdaderamente su conciencia no le deja tranquilo. Acarician a sus perros como si fueran personas, pero no les tiembla la voz cuando chantajean, amenazan o engatusan con malas artes a cualquier abuelo o abuela que apenas sabe leer o escribir. Necesitan hacerse con esas casas viejas, que con el correr de los tiempos, han pasado a ser zona de capricho. Las casitas del barrio alto, las llamaba Víctor Jara. El asusta-viejas urde un entramado de mentiras y angustia al dueño de la vivienda con falsas expropiaciones, ofreciéndoles a cambio cualquier duplex o pisito donde les irá mucho mejor.
Los asusta-viejas llaman “bichos” a los inquilinos que entorpecen su afán especulador. Por descontado que desconocen el significado real de la palabra bicho, sino sabrían que la definición les viene a ellos mismos como un guante.
Conocen a la perfección los herederos que tienen que firmar para la venta del inmueble, qué resortes tocar y quién dirigirse para quebrantar la voluntad de los pobres ancianos. Lo que no saben estos desgraciados es que el único patrimonio que atesoran estas personas, les consiguieron a fuerza de partirse la espalda en la Vega, de sol a sol ó , en el caso de las abuelas, después de pasarse media vida quitándole mocos a los “señoritos”, para que ahora llegue un niñato y aumente su absurdo patrimonio con los años de sudor de los dos ancianos. Que su dios le premie tan buenas acciones, porque el mío no lo entiende.
(martinezmanolo63@hotmail.com )
Los asusta-viejas llaman “bichos” a los inquilinos que entorpecen su afán especulador. Por descontado que desconocen el significado real de la palabra bicho, sino sabrían que la definición les viene a ellos mismos como un guante.
Conocen a la perfección los herederos que tienen que firmar para la venta del inmueble, qué resortes tocar y quién dirigirse para quebrantar la voluntad de los pobres ancianos. Lo que no saben estos desgraciados es que el único patrimonio que atesoran estas personas, les consiguieron a fuerza de partirse la espalda en la Vega, de sol a sol ó , en el caso de las abuelas, después de pasarse media vida quitándole mocos a los “señoritos”, para que ahora llegue un niñato y aumente su absurdo patrimonio con los años de sudor de los dos ancianos. Que su dios le premie tan buenas acciones, porque el mío no lo entiende.
(martinezmanolo63@hotmail.com )