Escondida del bullicioso bregar que palpita en la plaza de abastos, la Sacristía tutela en embotellado orden, los caldos imprescindibles para que llevemos a cabo ese sacrificio tabernario, al que nos sometemos los adversarios de la misantropía.
Son los duendes que nacen por la angostura de un grifo, abandonando media docena de úteros de noble madera, quienes propician que las palabras, como patinadores locos, se deslicen por el mostrador de mármol , y vayan, y vengan , a la espera de ser dichas por cualquier boca que las adopte durante ese milagro diario de la tertulia .
Aquí, el muérdago bajo el que se besan los amantes, se mudó en un arco de jarrillos de lata que une, y desune, la taberna y la trastienda . Los mejores clientes dicen haber visto a los trasgos tabernarios darse mimos bajo esta ojiva de hojalata.
¿Quién le dice que no a tres niños, orejones y clonados, que habitan en las alturas de las estanterías? A su diestra, las imágenes de nuestra semana santa hacen una perenne estación de penitencia en una pared amarilla albero. Esos albañiles, llamados segundos, que construyen el tiempo, se permutan en la sacristía por una medida más sabia, la de los tragos:
- Ahora mismo voy, Mary, en cuanto me tome esta cerveza.
...y mientras la pizarra nos receta las novedades culinarias, urdimos un akelarre, de humo de tabaco y conversación pausada, enmarcado en un paisaje tabernario tan de antaño, que no sabemos si pagarle a Pepe en euros o en maravedíes.