Ese maravilloso entre luces
ocurre cuando el Universo conecta las luces de bajo consumo para ahorrar. Y ahí
empieza la magia. Con el atardecer viene la paz. No la Paz Vega, no,
malpensados. Esa mujer, y a esas horas, anda con el carnicero (que anda
eligiendo el hueso añejo para el puchero quiero decir). El encantamiento del
anochecer tiene mil razones: para unos significa el final de la jornada
laboral, para otros el preámbulo de una buena sentada en el sofá-relax. Hay de
todo, desde los más “efervescentes” que piensan en la gimnasia del amor antes
de dormir, a los ahorradores que sólo suspiran por desiluminar la casa entera,
antes de que Endesa se la embargue.
Yo, personalmente, he aprendido a
gozarlos, sin más.
Escrito por Manolo Martínez