CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, agosto 30, 2020

Descubren en Carmona una nueva ruta


Antonio Rico, senderista y aficionado a la fotografía, es el autor del cartel de la II Exposición que la Tertulia Fotográfica "Café e Imágenes" expondrá en La Casa de la Cultura entre el 8 y el 30 de septiembre. Antonio ha descubierto una nueva ruta que une Carmona al cielo. Viendo la fotografía, uno tiene la impresión de poder seguir caminando dónde acaba el parque y empieza el cielo, pasando de pisar adoquines a pisar nubes. Es una imagen única. Enhorabuena Antonio, había que estar allí, y tener la sensibilidad de verlo.

                                     Manolo Martínez


Cuando la calle San Pedro era el corazón de Carmona


     Las calles nacen, crecen y envejecen, como las personas.

Carmona tuvo hace años su corazón en la calle San Pedro. En ella latía el pueblo, y desde allí enviaba vida al resto de la ciudad. En esa calle estaba todo. En ella llenábamos la barriga y el alma. Casa Gamero y Carmelo nos calmaban el hambre, luego nos aliviábamos el espíritu a pocos metros, en la Iglesia de San Pedro, a los pies de la Giraldilla. 


   Comidos y rezados, sólo nos faltaba pagar las letras (del coche seiscientos, de la lavadora Otsein, del televisor Fercu...) El empujón para ello también nos lo daba la misma calle, dónde estaba el Banco Central...y luego los hijos. El colegio y los libros. Las libretas de una raya, las gomas de borrar Milan, los mapas mudos...de todo nos surtía la inolvidable Imprenta Rodríguez. Si nos quedaban unas pesetas libres, corriendo a buscar la diosa Fortuna en El Chivo, una de catorce nos libraría de llevarle el queso y el pavo al director del banco. ¡Que años! 


Como nunca nos tocaba la quiniela, ahogábamos las desdichas sin salir de la misma calle, dónde nos esperaban el Mere, La Bodeguita y La Viuda.
Si antes de volver a casa nos dábamos cuenta de que nos faltaba algún tornillo, íbamos corriendo a la ferretería La Campana. Allí adquiríamos la mercancía para los chapuces y el tabaco, que en todos los trabajos de antes se fumaba. Antes ya nos habíamos pasado por las Hermanas Zayas que durante tantos años calentaron al agua de Carmona y prendieron los fogones de las cocinas de nuestras madres con aquellas bombonas naranjas.
Acabábamos el año echando la carta a los reyes magos, bueno...a los reyes magos como que no...era el siempre amable Paco Vago quien repartía sonrisas entre nuestros hijos cada cinco de enero. 


 Las calles envejecen con nosotros y nos enseñan sus arrugas cuando disminuyen su actividad.

Manolo Martínez

EllOs hablan mientras ellAs piensan


  ¿Pensarás en mí todos los días?
     (le pregunta el de la cuarta escotilla a su amada)

¿Me echarás de menos, paloma mía?
     (interroga el del tercer orificio a su prometida)

¿Me esperarás?
     (cuestiona el del segundo ojo de buey a su pareja )

!Muaaaggggg...muaggggg....!
     (besa que te besa el de la primera ventanilla a su desposada)

¡Pero, por Dios....!, ¿cuándo coño suelta amarras este barco?
     (Se impacientan todas)
                                                     Manolo Martínez

domingo, agosto 23, 2020

Cuando en las tabernas mandaban las tizas en la oreja


Van cerrando las tabernas de Carmona cuyo sello era la tiza en la oreja del mesonero. La Sacristía, La Noria, El Cochera, Aroca, Pastrana...tascas de aquellos tiempos en que los hombres tenían nombres de hombre (Manolo, Juan, Pepe...), no de telenovelas ( Jonathan, Steven, Iker...)
Con ellas se nos va una forma de entender el mundo, porque allí acudíamos a hacer tertulia, a contarnos nuestras cosas y las cosas de nuestro pueblo. 


Todas echaron las llaves a sus puertas, pero a todas se les olvidó cerrarlas en nuestra memoria, en la que Manolo sigue asomando su mano por la reja con un platito, blanco y ovalado, lleno de "chochitos", y Pepe "tirando" cervezas. Lo siento, ahí nunca vais a poder jubilaros. 
A propósito, "...cuando puedas...llena aquí" 


Eso no se hace. Nos habéis dejado tirado. ¿Dónde coño vamos ahora a arreglar el mundo?
¿Desde dónde le vamos a decir al mejor jugador del mundo como debe tirar el penalti?   ¿Y en qué barra increparemos a los políticos de turno?
Una solución nos la ofrece Chesterton en su novela "La taberna errante", en la que un tabernero y un capitán, ante el cierre de todas las tabernas, recorren Inglaterra rodando un barril  de ron. De cuando en cuando paran para abrir el grifo del tonel y reinventan la vida en cada una de esas chicotás.
No es mal remedio, habrá que pensárselo. Lo malo es cuando tengamos que rodar la barrica, y la barriga, Prim arriba.
Manolo Martínez

Las cuentas claras..

.
La sonrisa nos anuncia que por fin nos concedieron el préstamo.
La flor dibujada junto al cinco (no hagan rimas por favor), simboliza la exquisitez (corbata y agrado) con que la entidad nos notifica el “favor”.
Por último, la realidad. La suma nos advierte que la rima antes evitada, se ha consumado. ¡Ayyyy…!, menos mal que los bancos suelen elegir a un@  director@  guap@.
Por favor, no sean ustedes tiquismiquis, ni deslenguados.
                                                                                                                      Manolo Martínez
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Tres besos en uno


  John Donne escribió que nadie es una isla completo en sí mismo, que todos nos necesitamos. Y eso es lo que nos viene a decir este roce de labios suicida. A esa mujer la besan los tres pasajeros, porque ¿existiría ese arrumaco sin los dos amigos que sujetan las piernas del besador? Es verdad que ninguno de los dos que se asoman a ese desesperado abrazo intercambia saliva, ni mete lengua, si acaso se la muerden para aguantar el peso, pero ¿que ocurriría si le soltaran?, sin premeditación ni alevosía. ¿A dónde iría ese beso? ¿Alguien duda que desaparecería, al igual que los dientes del enamorado?

sábado, agosto 22, 2020

La niña de la curva


Aquí la tienen ustedes, en carne y hueso. Es la niña de la curva. Tóquenla sin miedo, ya no podrán traspasarla como cuando era un espectro, ahora está mullidita. Los fantasmas también se cansan de la vida que llevan, y algunos, como esta niña de la curva, deciden volver al mundo de los vivos.

 ¡Qué jartita estaba de esperar cada noche a un tonto al que poder asustar para mantener mi reputación!, (declaró recientemente a una cadena de televisión local)

Su retorno al mundo de los mortales tuvo un precio. De pronto se le echaron encima todos los años que realmente tenía, así la delataba su recién estrenado pelo blanco abanderado con un roete de abuela. Ahora baja todos los días en busca de un pan de pueblo, porque lo único que ahora quiere es huir de aquellos malos rollos para empezar a hacer buenas migas.

Manolo Martínez

domingo, agosto 16, 2020

A la memoria de Valentín Rueda Macías


Parece mentira que ya haga un año desde que Valentín se asomaba a la vida desde lo alto de la escalera, y es en ese darnos cuenta de lo poco que es el tiempo, y de lo menos que somos nosotros, que he querido recordarle de nuevo, al menos que sepa el hombre, que un año después sigue vivo en nuestra memoria.  

Era valiente y no tenía el vértigo que tenemos los cobardes. Valentín desenfundaba sus palabras con la rapidez y acierto que John Wayne desenfunda su revólver. Disparaba con los ojos cerrados, como los grandes, como toreaba Belmonte, arrimándose. Luego, con la certeza de que  no había matado a "naide", soplaba el cañón de su bolígrafo como Wayne soplaba el humo que salía de su revolver tras el disparo, y enfundaba. Tiraba a dar, y daba. Disparaba balas llenas de reflexiones. Miraba, apuntaba, y te hería entre las cejas, dónde habitan los pensamientos. La segunda bala la dejaba siempre para el corazón, ahí vestía la sangre del blanco y negro de sus recuerdos. Valentín decía lo que pensaba, y esto que parece una perogrullada, le diferenciaba del resto, los que nos sometemos a diario a los cobardes: "y si pierdo el trabajo", "y se enfada por lo que digo", "y si..." A Valentín le importaba un carajo todos los "y si...". Era valiente, tan valiente como el que más. No se ponía más caretas que las de su amado Carnaval le prestaba.

  Me faltó tomarme una cerveza contigo, Valentín, me la perdí, y sobre todo me perdí  escucharte. Valentín y yo nos criamos en el mismo barrio, en la calle, San Francisco, pero los mínimos  años que nos separaban y el no compartir colegio, hicieron que no coincidiésemos jugando a la lima, o a piola, o pegando balonazos en medio de la calle.  Al final han sido las benditas redes sociales las que me hicieron descubrir a mi vecino de infancia. Y me encontré con un tío importante, de los que dejan huella, no en la hipocresía de los del taco, ni en los discursos vacuos de la gente que se da importancia porque vacilan honores que le cayeron de ese cielo tan injusto de las casualidades.



Valentín era más grande que todos juntos porque era un tío libre, y hoy, tal y como está el patio, no hay mayor hombrada que ser libre cuando hablas y cuando actúas. Me faltó tomarme una cerveza contigo, y me duele Valentín, de verdad te lo digo, porque tu discurso retrataba tu pensares y tus pesares. Eras honesto y autosuficiente, otro bien que escasea hoy. Lo mismo fabricabas jabón que ponías un puchero. Hablabas de la igualdad, de los derechos, de lo que te salía de los cojones, y eso te hizo más necesario de lo que tú nunca percibiste. Me faltó esa cerveza contigo, Valentín, en  La Cuadra, La Viuda o Pinante, allí donde te buscaban a ti las musas. Todos hemos perdido esa cerveza contigo, incluso tus enemigos, si es que los tenías. Tú creaste tu universo en lo inmediato, como la gente importante: tus amigos de toda la vida, tu barrio de siempre, tu trabajo en el Teatro Cerezo, tus nostalgias llenas de humor.

Recibe este sincero testimonio, y las gracias, de uno que te admiró, Manolo Martínez.

Aquí me "venío" a fumar


   En todos los trabajos se fuma, y miren ustedes dónde se han tenido que encaramar esta docena de trabajadores para no incumplir la prohibición de fumar en la vía pública. No, no me he equivocado, ahí había una docena de trabajadores, hasta que a uno se le ocurrió recordarle al último de la fila que tenía que haber dos metros mínimo de distancia entre ellos para poder echar el cigarrito, y el pobre hombre fue tan legal que se desplazó. En definitiva que habrá que dejarlo, porque esta prohibición ha sido tan necesaria que debería dilatarse más allá de la pandemia, por el bien de la salud pública. Y que conste que quien escribe esto, aunque no mucho, fuma. 
Manolo Martínez

sábado, agosto 15, 2020

ESCUCHAR


Hace unos años me convertí en un escuchador cuando comprobé que no me prestaron una docena de minutos y dos orejas, que no me quisieron escuchar vamos. Desde entonces he intentado, aunque no siempre conseguido, tener mis orejas con la luz verde de los taxistas. Trabajé la capacidad de oír pacientemente a personas de ideologías y creencias muy diferentes a las mías. Escuché al pesado que nadie atiende, al chistoso, al aburrido, al triste, al divertido, al pedante y al imbécil, y entendí que cada vez que escuchaba a uno de ellos me estaba escuchando a mí mismo, porque todos nos vestimos con estos adjetivos en algún momento. Alguien dijo que si teníamos dos orejas y una boca era para escuchar el doble de lo que hablamos. Al escuchar te vuelves más justo en tus conclusiones, comparas las distintas versiones de un mismo hecho, porque anda que no cambia nada el cuento del lobo y caperucita feroz, cuando lo cuenta el primero o la segunda. Tuve una profesora de literatura, doña Conchita, que nos instruía en el arte de leer los periódicos de distinto signo político, igual con las cadenas televisivas. Leer El País y el ABC, Infolibre y el Ok diario; ver La Sexta y Trece TV, El Intermedio e Intereconomia…tener argumentos, información, base para poder crearte tu propia opinión. Pues lo mismo ocurre con las personas, si alguien te pide que le escuches, hazlo, o puede que cuando tú necesites ser oído, sólo puedas contártelo a ti mism@. 

           Manolo Martínez

Gelsomina

    
Gelsomina era más fea que guapa. Su madre, como no podía mantenerla, la vendió a Zampanó, un artista ambulante que la menospreciaba y maltrataba, hasta el punto de que Gelsomina se preguntaba por qué había nacido. ¿Se hará esa pregunta Donald Trump?  Gelsomina y Trump tienen muchas cosas en común. Trump es también feo, y aún más feo aún por dentro que por fuera. Sus biógrafos dicen que sufrió también maltrato en su infancia. 

Ambos se forjaron en la calle. Gelsomina fue la protagonista de "La Strada" (La calle) de Fellini, y Trump se ha hizo el protagonista de la mayor casa de la calle, La Casa Blanca. Sin embargo Gelsomina tuvo la suerte de encontrar en su camino a un bufón que la hizo ver que tenía un propósito en la vida, y se hizo una gran artista. ¿No hay nadie, ningún bufón de la corte yanki, que le enseñe a Donald un buen propósito en su vida? Y de no ser así, que alguien le haga ver la película de Fellini, a ver si se pregunta, como Gelsomina, para qué ha nacido, aparte de para peinarse y joderle la vida al resto de la humanidad. 
Manolo Martínez

La bañera de MANOmasaje


  Pantalón puesto, rodilla al suelo, una mano al fondo del baño de lata y la otra enjabona, hidromasajea y enjuaga. Hoy se quejan nuestros hijos de que el agua sale con poca presión, se quejan de que sale con mucha presión, se quejan de que sale muy caliente, se quejan de que sale muy fría, se quejan...y se vuelven a quejar...han hecho de la queja su "modus vivendi". ¿Fue siempre así?
  Mi amigo Fernando Baeza, tan sensato como siempre, me regaló hace años este texto:

"La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros"

Luego me preguntó si conocía a su autor y cuando le dije que no me contestó que lo había escrito Sócrates, ¡ hacía 2500 años!...

   - Pues sí que hemos avanzado poco (pensé yo)
Manolo Martínez

domingo, agosto 09, 2020

Están ahí fuera...


     Ahí fuera hay monstruos que me pueden matar. Me lo ha dicho mi padre que es muy listo y lo sabe todo. Mamá y yo nos quedamos en casa, pero él tiene que salir para traernos la comida. Todos los días tiene que luchar con un montón de seres que intentan devorarlo, pero mi padre siempre les vence porque mi madre le da "un beso con poderes" todas las mañanas para que ninguno de los malignos (el coronavirus, los bancos, los corruptos, los intolerantes, los que anteponen el dinero a las personas...) puedan zampárselo.

    Mi padre dice que le debilitan mucho porque le comen la moral, pero ha encontrado otra forma de combatirlos, aparte del beso de mamá, y es dejar de ver los informativos a la hora de comer.

    Hace ya tres semanas que no vemos los telediarios en casa, pero papá me sigue ofreciendo sus antebrazos para que los toque antes de volver al trabajo, y aún siguen musculosos, quizás más fuertes que nunca, y eso que ha dejado de darles cortes de manga a todos los malos que salen en la tele.

Manolo Martínez

Entre todos lo hemos hecho


   María de Gracia Carrera nos advirtió: Con lo bien que iba la cosa..., a lo que Antonio Maqueda le respondió que la vida era un paseo, eso sí una caminata que exigía responsabilidad como sugirió Juan Dana, sobre todo para evitar que ningún parásito se deje arrastrar a costa de nuestro esfuerzo, como nos insinuó Yolanda. Aún así, a pesar de que Bautista nos tranquilice al decirnos que todo va sobre ruedas, los amigos, como Mariela, que no quieren que nos cansemos en balde, nos advierten con cariño: No corras que ya te he pillado, y como dice Mercedes, "las cosas de los hermanos mayores.
       
En fin, que sin querer queriendo entre todos hemos hechos esta historia.

(Gracias a Mariela, Antonio Maqueda, Juan Dana, Maria de Gracia Carrera, Yolanda Manchado , Antonio M. Bautista y Mercedes)              

Salud y fresquito para todos.

El hermano mayor


          Yo no tuve un hermano mayor que me llevara "al caballito" en su espalda, ni que me diera un zasca por nada (sólo para marcar su terreno), o que me mandase por un vaso de agua mientras él veía una peli tendido en el sofá. Ahora que lo pienso todo esto me suena un montón, como un "déjà vu"...pues claro, es que yo he sido el hermano mayor. Y lo he sido sin presentarme a ninguna elección, por la cara.
         Lo que más pesa es tener la sensación de no cumplir lo que, ahora de mayor, le compete a un hermano mayor, dar templanza, buenos consejos, ser el referente, estar ahí.
        Y eso sí que tira del cuello, cuando tienes la sensación de que no cumples esa misión. ¿Quién me mandaría a mí nacer el primero?
            Yo hubiera querido ser el segundo, o el tercero... aunque fuera yo el que recibiera el sopapo de los celos por el destronamiento, aunque tuviera que levantarme siempre yo para llevar el vaso de agua, haría lo que fuera por poder arreguincharme a la espalda del siempre egoísta hermano mayor.
              Manolo Martínez  
                             (El Hermano Mayor de su "Hermandad")

jueves, agosto 06, 2020

La peseta de mi padre


     Guardo como oro en paño esta peseta de papel que mi padre ganó con 16 años, la misma edad que tiene hoy mi hijo Ángel. Yo tenía entonces menos diez años, que eran los que me quedaban para nacer. Con esta peseta podía comprar mi padre medio kilo de pan (0,33), 1 kilo de patatas (0,25), un kilo de carbón (0,25), y todavía le llegaba para comprarse el periódico (0,10)            Es decir que mi padre, a unas malas, podía comer, poner una copa de cisco para calentarse, leer el periódico, y aún le sobraba para echar en la alcancía (0,07).
           
            Es obvio que no estoy diciendo, Dios me libre, que en aquellos años se viviese mejor, pero sí intentar digerir lo mal que lo hemos hecho los padres de hoy al pulsar ACEPTAR cuando nuestros hijos nos presentan lo que ellos consideran sus Bienes de Primera Necesidad.

            Entre esas necesidades "vitales" no aparecen alimentos, ni abrigo para el frío, ni la esencial cultura básica (prioridad ineludible una vez llena la barriga). En cambio, en todos sus requerimientos hay móviles de última generación, contratos para que wiffi alcance velocidades de crucero y, antes de que lleguen sus dedos a las teclas, aparezcan en la pantalla sus deseos, y poco más.

            Para mi padre esa peseta significaba sudor de su frente, por lo que al gastarla atendía lo elemental y luego, si sobraba, lo guardaba para cuando su frente no pudiera sudar.        
            ¿Está en el vocabulario de nuestros hijos las palabras sudor (no el de los gimnasios)?
            ¿Le hemos inculcado a nuestros jóvenes el aprecio por el valor de las cosas?        

Manolo Martínez

domingo, agosto 02, 2020

"Pisheando" en Cádiz (2)


        Tengo un amigo mejicano, que se vino a vivir a Sevilla hace diez años. Es escritor, por lo que lo buena parte de su trabajo consiste en observar a la gente y sus circunstancias. Cuando le pregunté qué era lo que más le sedujo de Sevilla me respondió que Sevilla, y cuando le pedí que me confíara qué le desagradaba, me dijo sin dudarlo que ese "mirarse el ombligo" del sevillano. Y viene esto a cuento porque estando en Cádiz Tacita de Plata sentí algo de ese chauvinismo también entre los gaditanos. Mi cielo, mi mar, mi Caleta, mi barrio de la Viña...y no lo digo como reproche, porque al fin y al cabo es una manera tan lícita como otra de entender la vida. Es natural sentirse orgulloso de las raíces de uno, lo que no es sano es encumbrar lo nuestro desmereciendo lo vuestro. La playa de Cádiz es preciosa "per se", no porque la de La Malagueta sea horrorosa...ustedes me entienden.


Y todo esta retahíla viene a cuento de un momento que disfruté y compartí con los míos, un atardecer desde la Caleta. La gente se amontonó en el paseo marítimo para contemplar absortos como el sol se hundía muy despacio en el océano. Primero sumergió sus pies ardientes, luego la barriga incandescente, y así hasta que sólo quedó a la vista su coronilla roja a ras del mar. Luego todo el mundo aplaudió aquel maravilloso atardecer como si fuera un aria de la Traviata. Hubo un momento en el que pensé, dado el entusiasmo de la ovación, que el sol volvería a salir del Atlántico para hacer un bis y volver a zambullirse de nuevo como hacen los grandes artistas. Y la verdad, eso sí hubiese sido algo único, pero no, no volvió a salir,  hasta el día siguiente...


...cuando paseando con mi mujer recién amanecido, observé a un señor ya entrado en años, haciendo carreras y flexiones con tal agilidad y manejo de su cuerpo que no pude resistirme a preguntarle por su edad, y el abuelo, "mu chulo" él, me contestó con otra pregunta, como los gallegos:

— ¿Cuántos me "echa usté"?

— Le diré primero la edad que creo que tiene realmente, y luego la que aparenta.
     Creo que habrá cumplido los 75... ó 76, pero aparenta 69 

  Y aunque yo pensé que le estaba halagando, no les quiero describir la mirada que me echó el "atleta", porque estaba claro que no le agradó mi cálculo.

    Vaya por Dios…(me dijo), pues “mirusté” , mardita sea, acabo de cumplí 64

Yo empecé a decir tonterías para desviar la conversación por otros derroteros, pero lo empeoré.

— Hombre...(le dije yo), lo que es para quitarse el sombrero es que se levante todos los días, a su edad, para hacer deporte, cuando otros muchos con sus años, se les va la vida metidos en una taberna…

— ...pues precísamente para eso salgo yo a correr tan temprano (me dijo el atleta vacilón), para compensar, ya que luego me voy a pasar el resto del día con los amigos tomando cervezas y jugando al dominó, en una taberna...claro…así que…hoy no da usté una…


Aquí, en el Gran Teatro Falla es dónde se citan los músicos, los letristas, las costureras y forman la bulla. Aquí tienen prohibida la entrada los siesos, los papafritas, los babuchas y los cagalástimas, que es como llaman en Cádiz a los malajes y penosos, porque la filosofía del carnaval es reírse de todo, empezando por uno mismo.


En Cádiz, tener Ángel es tener Gracia, por eso soy un afortunado,
 porque yo tengo a los dos (a Ángel y a Gracia)






Aquí rezan los gaditanos al Dios que no ven, al que le tienen fé


…y aquí le rezan (cantando, escribiendo o componiendo) al dios que sí ven, y sienten:
la mar, el viento, la playa, el cielo…

  

Cuando el pasado se traga, como si fuera la ola de un tsunami, la playa, el verano, las vacaciones y a Cádiz , aparecen las sombras, como esas de la última fotografía que nos reflejan sobre la arena, y que se alargan hasta desembocar en los colegios, el trabajo, las lentejas, la primitiva que nunca toca, la rutina... el  mar, la realidad.   
Manolo Martínez

sábado, agosto 01, 2020

"Pisheando en Cádiz" (1)


Tengo un amigo,(tan cercano a mi que está conmigo a todas horas), que el año pasado se fue de vacaciones al País Vasco, ¿se puede ser más cateto?, Paco Martínez Soria, lo que yo les diga, hasta me mandó esta crónica para ponerme los dientes largos
.
 http://laportademanolomartinez.blogspot.com/2019/07/cronicas-de-un-cateto-en-el-pais-vasco-i.html
                 La criatura me alardeaba de  que solo tardó una hora en llegar allí en el avión. Mira pischa, pues lo mismo que hemos tardado mi familia y yo en llegar a Cai "Tacita de Plata", y sin alas, con mi cuatrimotor.
En fin..."que hay gente pa tó", como dijo Joselito el Gallo cuando le presentaron a Ortega y Gasset.


Entramos en Cádiz pasando por encima de la Pepa. No sean mal pensados, ni nos hemos "colao" ni la Pepa es una "fresca". La Pepa es como se conoce al espectacular Puente de la Constitución de 1812. To fue poner las cuatro ruedas en este mastodonte de acero y empezar yo a dar el coñazo, como todos los padres, con los datos de la Wikipedia:
     -- Cucha picha (le dije a mi Ángel), estamos atravesando el segundo puente más largo de España, más largo que el famoso puente de Brooklyn de Nueva York. (...que no sé para que le dije esto si ninguno hemos estado nunca en Nueva York. Pero queda muy bien).
          El remate fue cuando a renglón seguido le dije...
     -- Ánhe... ...desde aquí huelo a pescaíto frito en cartucho de papel de estraza.
     -- Claro papá...(me dijo resignado el chaval), desde aquí lo hueles...desde el segundo puente más largo de España. (y se puso los auriculares para no escucharme más)


En cuánto llegamos a la habitación, abrimos el balcón y allí estaba....el cielo. No el cielo de Cádiz, al que cantan en el Falla las comparsas, no, no...allí estaba EL CIELO, al que van los cristianos cuando se mueren...si han sido buenos. Tenía de tó, hasta cielo.


Una piscina más grande que el mar, piscina chiquititas para los niños, un bar al lado con cerveza mu fría...hasta playa tenía el lugar. Dios...que yo voy a ser muy bueno, ya lo era, pero ahora voy a serlo más.


El Parador de Cádiz (el cielo) está además en un lugar privilegiado en que todo lo tienes "a mano". A pocos metros tiene el famoso "Teatro Falla" dónde los gaditanos estallan en su famoso Carnaval, y dos calles más allá su playa más famosa, "La Caleta", que a pesar de ser la más pequeña de la ciudad, es un lugar mágico al que le han escrito, compuesto y cantado Jose María Pemán, Carlos Cano o Isaac Albéniz. Precioso lugar para empezar el día paseando y oliendo a sal.



 A la hora de comer, mi vecina Nieves, la persona más fiable que conozco como consejera gastronómica, me dijo que fuéramos a comer al Restaurante  "El Faro" en el barrio más popular de la Tacita de Plata, el barrio de la Viña. No voy a decir cómo se come porque se come como se come en EL CIELO. 




...y paseando por la playa de La Caleta parece escucharse con la brisa la maravillosa copla de Carlos Cano:
"Las olas de la Caleta, que es plata quieta,
rompían contra las rocas de aquel paseo

que al bamboleo de aquellas bocas

allí le llaman El Malecón..."




( La mascarilla es para no oler el pescaíto frito
 porque me voy detrás )   
            
Manolo Martínez

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