Capitaneando la Sierra Norte de Sevilla, la hermosa Cazalla de la Sierra
se erige como cabecera de comarca. Puede presumir esta ciudad de una prolífica lista de atractivos para el turista, que va, desde el afable trato des sus vecinos a la frondosa belleza de sus bosques, pasando por un patrimonio histórico y artístico digno de ser conocido. No en vano, este municipio fue elegido por reyes y nobles como lugar para su recreo y descanso. Al frente de esta caja de sorpresas en forma de monumentos, emerge, dominando el valle, el Monasterio de la Cartuja, buque insignia del turismo local, reconvertido en hospedería y centro cultural. Allí fuí yo a alojar mis huesos. En la celda número 9, una suite de cuidada arquitectura , la primera del Claustro de Legos. Tras pasar una noche, no tuve otra ocurrencia que intentar ejercer mi derecho a quejarme y pedí, con educación, una hoja de reclamaciones, por no haber quedado satisfecho ni con las condiciones de la habitación-celda, ni con el trato recibido tras mis demandas. La amable recepcionista me ofreció una fotocopia, pues no tenían originales. La rellené, y ante mi asombro, cuando la recepcionista me iba a ofrecer mi copia, una señora, supongo que sería la dueña porque nunca se identificó, me impidio ejercer mi derecho y la hizo trizas, arrojándomela a la cara. A continuación , me echó del Monasterio entre empujones e insultos, ante la comprensible pasividad de la recepcionista, ya que seguro que quién así me trataba, le pagaba la nómina, si no, no tiene explicación tal frialdad.
Me sentí en aquella mañana fría, como una oveja recién esquilada, con el ánimo desnudo. Sólo me faltó balar. Pero tal y como dice un personaje de Sterne, Dios suaviza el viento para la oveja recién esquilada, y ese amaine para mi dignidad me vino en forma de estoicismo( o cobardía, vete tú a saber). En homenaje a la memoria de los cartujos y a sus cuatro siglos de rezos, respondí al agravio y a la ofensa, con el silencio. Aquellas piedras me enseñaron en tan corto tiempo, que el silencio, en ocasiones dice más que las palabras, máxime si éstas buscan provocar. Tuve la osadía de no responder a la provocación. Me dirigí, sereno por fuera, a la Policía Municipal de Cazalla, pero estaba ocupada en esos momentos. Acudía a la Delegada responsable de mi demanda, quién me atendió amablemente. Pero tras mucho digerir aquel embarazoso incidente, alcancé la luz y comprendí que el auténtico culpable de aquel suceso era Mendizábal , el padre de la Desamortización. Si no hubiera echado a los cartujos de La Cartuja, yo no estaría ahora allí. Total, que me fui en busca de Mendizábal, para pedirle explicaciones, y van y me dicen que había muerto...desde luego ya no saben que inventarse.
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