Uno, en sus pocas luces, intenta
buscar remedios a estas largas horas de confinamiento. Probé la vida social
virtual, pinté el patio, aunque no le hacía falta, y ahora ando viendo, treinta
años después, la serie con la que tanto lloramos mis padres y yo allá por los
70 “Hombre rico, hombre pobre”. ¡Qué hijo puta era Falconetti, y qué bueno Rudy
Jordache y que borrachilla su guapa mujer¡ En fin… que me voy por las ramas, lo
que intentaba decirles era que había sondeado todas las opciones para acortar estos
días, , pero los días, porque lo que nunca me importó fue el largo de las
noches, un poco como le pasó siempre a Sabina. Pues bien, en esa búsqueda
recordé mi amor por los viajes, por los caminos, y decidí sin consultarlo,
comprar los billetes para embarcar en el Titanic. Me informé virtualmente de
que el viaje podía durar entre dos y tres semanas dependiendo de las
circunstancias. Era perfecto. El tiempo que nos quedaba, menos que más, de
confinamiento.
…y aquí estamos todos, metidos en
este maravilloso viaje. No crean que fue fácil tomar la decisión, sobre todo
cuándo sabes el final “cago en la leche”, pero qué quieren que les diga, la
vida es vida cuando arriesgas, que tristeza esa de los días idénticos,
planificados con meses de antelación, en la que tenemos previsto hasta cuando
nos podemos poner malos. Es descorazonador vivir así, y lo peor, aburridísimo,
¿verdad, querida amiga Mariela? Hay que hacerse amigo de la incertidumbre, hay
que sentir de cuando en cuando esas mariposas en el estómago.
y lo hice. Hemos despejado la cochera para que el
Titanic pueda atracar en ella. Mis hijos se han convertido en los trabajadores
de este improvisado astillero. Tenemos hasta la noche del 14 de abril, la noche
del hundimiento, para construírlo y embarcarnos. Luego esperaremos al jodido
iceberg...
... por la cochera-astillero, para enfriar y mejorar,
si es que eso es posible, una copa de ginebra “Puerto de Indias”. A mediodía, cuando aún los ánimos están
intactos, “cae” un “Puerto de Indias
Pure Black”, primavera. A la tarde,
ya algo apagados, y cansados los trabajos en el astillero, nos pegamos el
último ” homenaje” con un “Puerto de Indias Guadalquivir”.
Y con el ánimo repuesto esperamos con calma que
este mar vírico se sosiegue y sigamos navegando por nuestra vida, en nuestra
Carmona.
Gracias por acordarte de Carmona y ser solidario
Manolo Martínez