CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, julio 26, 2020

El valor de las cosas


Ha cambiado el suelo enmoquetado de un gran teatro por el cielo, y su público no se ha vestido de gala para la ocasión, es más, ni siquiera se ha vestido. Aquí los espectadores no acuden al concierto para medirse por el tamaño de las joyas que van a lucir, es más, ni siquiera se miran, cierran sus ojos para sentir como habla el violín en manos del concertista. 
Manolo Martínez

sábado, julio 25, 2020

El hijo puta del virus


Que poquita cosa somos. Sacábamos pecho porque en un abrir y cerrar de ojos dejamos de andar a cuatro patas para poder interpretar al piano el segundo Concierto de Brandenburgo; apenas habíamos inventado la rueda y ya nos habíamos plantado en la luna; y en menos que canta un gallo pasamos de alimentarnos de los bisontes que cazábamos a hacer esferificaciones con el placton. Al poco, en un abrir y cerrar de ojos, dejamos de enviarnos las cartas con palomas mensajeras porque nos inventamos los WhatsApps, que ni comían trigo ni se cansaban. Anda que no hemos sido listos,  y tontos, cuando nos llegamos a creer intocables por tener algunos ceros en la cuenta corriente. Ahora un virus nos ha puesto las cartas boca arriba, será hijo de puta.                                                                                                                                       Manolo Martínez

La vida sigue


 La vida sigue, no es que siga igual, pero se abre paso. Por grande que sea el tropiezo y aunque sólo queden los pedazos, la memoria se vuelve discreta, hay que volver a empezar, aunque sea con remiendos, ¿no es vivir lo que importa?  
Manolo Martínez

domingo, julio 19, 2020

¿A qué he venido yo aquí?


¿A qué he venido yo aquí?, se pregunta el de las orejas de soplillo que mira al infinito buscando la respuesta. Y es esa duda no resuelta la prueba irrefutable de que descendemos de él, le pese al que le pese. Hoy, millones de años después, andamos totalmente erguidos, nos casamos por la iglesia y hemos inventado el puchero para las resacas de feria, pero no hemos borrado de nuestra cara esa mirada perdida porque nos martillea a diario la misma cuestión.
¿Cuántas veces te has levantado del sofá en busca de algo y al llegar a la habitación te preguntas para qué ibas allí? El escritor Juan José Millás viste de largo esta pregunta en su último artículo. ¿A qué he venido yo aquí? nos preguntamos en medio del cuarto de baño cuando saltamos del sofá para coger algo que se nos viene a la cabeza mientras vemos la tele, algo que nunca recordamos cuando llegamos al lugar. Y es que esa pregunta es una trampa que nos salta como un resorte a lo largo de nuestras vidas: ¿a qué he venido yo a mis creencias religiosas?, ¿a qué he venido yo a mis convicciones políticas? ¿a qué he venido yo a mi profesión?, ¿a qué he venido yo a la cocina?, ¿a qué he venido yo al mundo..?
Menos mal que siempre encontramos la vuelta al sofá, y nos volvemos a sentar en nuestras convicciones, en nuestras creencias, en nuestros trabajos, en nuestras vidas. 
Mejor no encontrar la respuesta.
Manolo Martínez

sábado, julio 18, 2020

Estamos en el aire


     Flotamos. Estamos todo el día suspendidos en el aire. Hablamos con nuestros amigos por whatsapp, compramos en Amazon, pagamos enviando un bizum, ni siquiera vamos al cine porque vemos las pelis a través de Netflix, o vemos el hotel en  Google Maps antes de alojarnos Pero si aún nos faltaba algo, el coronavirus de los cojones nos ha obligado a que los médicos nos atiendan por teléfono, y a que los maestros enseñen a nuestros hijos on line. ¿Qué nos queda que se pueda tocar? Los libros ya no huelen a libros, se leen en un ebook, y hasta el amor nos llega de manera virtual, Meetic te busca una pareja hecha a la medida. Dentro de dos telediarios ya nos están alimentando con una pastillita y un vaso de agua.
     ¿Qué será entonces del hígado a la plancha del Goya, de los calamares fritos de la viuda o de la carne en salsa del Tota?  
Manolo Martínez

jueves, julio 16, 2020

Nos gusta asomarnos a la vida de los demás


Nos gusta asomarnos a la vida de los demás, imaginarnos sus historias para reinventar las nuestras. El alma curiosea, necesita otras ventanas por las que espiar el mundo sin que el mundo nos vea. Y no es tanto que nuestros paisajes nos disgusten, como la necesidad de medirnos, de oler el mar en otras ciudades, a sabiendas de que es la misma mar. Pero nos fascina observar el escaparate, ver todo lo que hay, podamos comprarlo o no, eso quizás sea lo de menos. Es pararnos a mirar, echar un vistazo al piso de abajo lo que nos pone, a que sí.      
                                                            Manolo Martínez

miércoles, julio 15, 2020

Carmona y la Pelargonia


Los griegos tenían una ley que obligaba a los hijos a cuidar de sus padres ancianos, y esta ley se llamaba Pelargonia, que significa cigüeña.
La torre número 45, la torre del Picacho, ha sido la elegida por las cigüeñas para velar por Carmona. Alguien les ha debido dar el chivatazo de que esta ciudad tiene ya cinco mil años, y las zancudas de pico rojo han decidido escoltar los amaneceres de esta milenaria ciudad para dar la bienvenida a quienes decidan acompañarnos unas horas, o mejor unos días.
No hay mejor forma de cuidar de esta madre que a todos nos ha criado, y empujado a crecer, que abrir sus puertas de par en par, y compartirla, porque Carmona es de todos quienes la pasean, la contemplan y la comentan. Carmona es tuya, y mía.
Fotografía: Rafa Morales
Texto: Manolo Martínez

sábado, julio 11, 2020

Mis libros a los MEJORES PRECIOS


Precio de "Lolita"
Una cerveza con tapa de Ravioli en el Restaurante "Lolita Fusión"

Durante el confinamiento, como todos, me dediqué a organizar el trastero y el cuarto de las cosas olvidadas.
Entre otras cosas aparecieron un puñado de libros que ya no necesito y a los que pensé darle otra oportunidad, dejar que otros ojos se paseen por sus páginas, en definitiva propiciar que sigan vivos en otras manos. 
Me parecía un menosprecio regalarlos sin más, por lo que les he puesto un precio simbólico. 
Los daré a cambio de una invitación en distintos bares de Carmona, un precio que me permita conocer a su nuevo propietario y compartir una cerveza sin más. Creo que es un precio inusual, pero justo.


Precio de "El Clan del Oso Cavernario"
Una cerveza con tapa de pringaíta en bar Mingalario


Precio de "El General en su Laberinto"
Una cerveza con tapa de calamares en bar "La Viuda"


Precio de "El Manuscrito Carmesí"
Un café en la Terraza "Karma"


Precio de "Obras Completas de Pablo Neruda" Tomo I
Una copa de Ribera del Duero en  Restaurante "Molino de la Romera"

Contacto: Manolo Martínez
Teléfono y Wassap:  646 83 1574

viernes, julio 10, 2020

Compro inviernos

Compro inviernos al precio que sea. Inviernos que vengan con su poquita de agua  y su poquito de frío. Es ahora, cuando nos falta, cuando vemos el desavío. La trenka que te compraste en las rebajas del año pasado, si quieres estrenarla, métele media docena de huevos en los bolsillos, seguro que sacas pollitos. Ya ni haces “la silla” en la cama con la parienta, porque las sábanas de pelito, sin frío, hacen que los “malos pensamientos” se vayan pal Rocío. Hasta la nieve, que caía desde hacía tres años en mi blog, se ha ido sin decir adiós. Solo me queda meterme en la ducha, cerrar los ojos, y pensar que tengo encima la nube de La Pantera Rosa, pero no puedo llevármela conmigo, ¿tendrá “El Cencerro” alargaderas de ducha inoxidables que midan 50  ó 60 metros?
Escrito por Manolo Martínez

jueves, julio 09, 2020

Escúchame...


- Mira, ¿lo ves? Está ahí, justo delante de nosotros. Ahora hay muchos que dicen que no está, que lo han finiquitado nuestros propios padres. Pero sigue ahí, unas veces sale debajo de una ola, otras se descuelga desde una nube, pero dónde lo veo a diario es en los ojos de mamá cuando nos mira. Ahí está siempre. Se llama futuro, y es lo que fabricamos el presente para luego recordar el pasado.
Manolo Martínez

miércoles, julio 08, 2020

Aquella novia que veía las puertas chicas


Con el calor, no sé por qué, aprietan las nostalgias. Quizás sea el hígado el detonante, que ahora le cierra las puertas a las mismas cervezas que en la juventud pasaban sin permiso. El caso es que después de unas cuántas espumosas se me viene a la cabeza el recuerdo de un amor adolescente que duró justo lo que dura un verano. Era guapa, y pija, tanto que tenía una amiga cuya condición "sine qua non" para dejarse querer es que el elegido en cuestión vistiera pantalones de color rojo (vestimenta oficial en los ochentas de los "Borjamaris")
Aquel novieta me dijo un día que la puerta de mi casa era "mu chica". A mí me chocó que calificara de reducida una puerta por la que entraban a diario mis padres, mis hermanos, yo, mis dos abuelas, alguna vecina y no sé cuántos amigos. No pasábamos todos a la vez, obviamente, y aún así  negué que aquella fuera mi casa como San Pedro negó a Jesús, tres veces.

- ¿Chica la puerta de mi casa? Te habrás equivocado guapetona, esa no era mi casa. Por la puerta de mi casa entran caballos haciendo el paso español.

Hoy, más viejo, que no más sabio, entiendo que la estrechez no estaba en la puerta sino en mi cándida cabeza adolescente. Por los pantalones "coloraos" no pasé, me daba igual lo que pensara su amiga, pero lo hice casi peor, me embutí unos amarillos, como los de Miguel Bosé cuando cantaba "Don diablo se ha escapado..." y una tarde de domingo me lucí con ellos por la calle principal del pueblo. Iba yo "pa chillarme", tanto que escuché a mi paso decir a un vecino:

          - Niño, ¿tu padre te ha visto? 
Manolo Martínez

domingo, julio 05, 2020

Todos nos convertimos en nuestro padre


            Mi padre siempre se quedaba dormido viendo la tele. Entrelazaba los diez dedos de sus manos como los niños cuando recibían la primera comunión, luego apagaba sus ojos hasta que mi madre le decía que había que irse a la cama. A mí, no podía evitarlo, me irritaba aquella imagen, imagen que curiosamente reproduzco yo ahora cuando me quedo dormido mientras miro la tele. Todos estamos condenados, bendita condena, a convertirnos con el paso de los años en nuestros padres.

            Escribe J.J. Millás en un maravilloso artículo que todos nos sentimos raros cuando tenemos la edad de nuestros padres cuando nuestros padres comenzaron a envejecer. Y continúa escribiendo: "... de un tiempo a esta parte, veo en todos los espejos en los que me miro a mi padre. Cuando me peino, si lo hago frente al espejo, peino a mi padre. Y cuando me corto el pelo de las orejas, resulta que le corto el pelo de las orejas a mi padre (lo que jamás le hice en vida)"

            Intento transmitirles estas ironías del paso del tiempo a mis hijos, pero no funciona. La vida tienes que vivirla en primera persona. De nada sirve que otro te lo cuente una y otra vez, aunque ese otro sea tu padre, y menos mal que sucede así, porque, ¿qué nos quedaría por descubrir si ya otros se encargaron de adelantarnos lo que nos va a ir pasando?
Manolo Martínez

jueves, julio 02, 2020

¡Salta..!, el tren sólo pasa una vez


Salta de una puta vez. Arriesga. Abandona el puerto seguro. Dale vida a tu vida.
            Piensa. Dí lo que piensas. Mírate. Míralos. Ponte una camisa arrugada, pero plancha tus ideas. Hazlo. Equivócate. Haz el ridículo. Ríete de todo y de todos, y de ti mismo.       Suelta una carcajada en la cara de los estúpidos que miden a las personas por su patrimonio y no por su cerebro o su corazón.
Tómate una cerveza helada y luego salta a ese tren  en marcha que está pasando ahora mismo delante tuya. Ahora.
Manolo Martínez

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