CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


miércoles, febrero 28, 2024

PASARLE EL DEDO A LOS MUEBLES

    Le pedí a mi hijo Ángel que eligiera una fotografía de un viaje que hace unos semanas hicimos los dos a Madrid y, por hache o por be, me dio ésta. 

Me descolocó porque las teníamos mejores: en la Gran Vía, en el Museo del Prado, en la Puerta de Alcalá, en el Parque del Retiro…, y va y me dice que ésta es su preferida. 

¡Para el carro, Ángel!, pero si no se ve nada en ella —le dije, sólo hay un árbol, un puñado de pisos, nubes sin lluvia…, ¿y esa "lechemigá" vamos a enmarcar? 

— Le pones peros a todo, papá. Quiero ésta, para enmarcar lo que tú no ves —me contestó. 

— La madre que me. Si quieres que no te entienda, sigue por ahí —le repliqué ya tocado. 

— Vas demasiado rápido siempre, papá, y sólo ves lo que ves. Escondidos en la fotografía, en la parte inferior, hay una pareja haciendo manitas, y fue a ellos a quien fotografié. Aquella pareja a punto de besarse era el contrapunto al caos de la gran ciudad, a los cientos de coches y personas yendo y viniendo, como hormigas, sin pararse ante algo tan único como un atardecer. Ellos sí se pararon. 


Hoy, 28 de febrero, cumple Ángel veinte años, y la elección de esa fotografía, y su argumentación, me garantizan que son veinte los que cumple, por mucho que yo insista en seguir viendo al niño que mecía en mis brazos hasta dormirlo. 

Que sensación tan rara ésta de pasar de profesor a alumno en el tiempo que dura una conversación. 

Al principio te sientes como cuando invitas a alguien a tu casa, y lo primero que hace, es pasarle el dedo a los muebles. 

Luego, lo entiendes, porque no hay nada más hermoso, y saludable, que empecemos los padres a aprender de los hijos. 

Feliz cumpleaños, Ángel, y gracias.

            Manolo Martínez

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sábado, febrero 24, 2024

DOLORES


Dicen que no hay dolor como el del parto, salvo el que ha catado el del cólico nefrítico, o el que experimenta un sevillista con cada gol del Betis y viceversa.               

Dolores hay más que Lolas, pero, dicen los sabios, que no hay nada tan doloroso como la lucidez, según lo cual, nadie es tan feliz como un ignorante. 

Y de ser así, ¿qué prefieres ser?, ¿un infeliz o un imbécil? 

Difícil papeleta ¿verdad? ¿Tú que eliges?

            Manolo Martínez

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domingo, febrero 18, 2024

COMO SE ESTÁ EN CASA...

Como se está en casa no se está en ningún sitio, y eso que las casas, de lo que están llenas es de cosas: una mesa, un sillón, platos y cucharas, mantas, macetas…

Pero apenas escarbas en cada una de esas cosas, aparecen sus dueños, y con ellos el alma de las cosas.

El sillón no es un sillón cualquiera, es el del padre, en el que se sienta cada noche para descansar de la dura jornada, en el que tira números del negocio, que casi nunca le cuadran, y en el que come con la familia, ve sus películas preferidas y da cabezadas antes de irse a la cama.

Tampoco la mesa es una mesa sin más. En ella hacían sus deberes los niños al llegar del colegio, y al caer la tarde, planchaba sobre ella la madre, antes de que se inventaran las tablas de planchar. En aquella mesa daba el padre un guantazo seco cuando, a la hora de comer, empezaban los hermanos a porfiar, y si han visto ustedes “El cartero siempre llama dos veces”, sobra que yo les detalle para qué sirve la mesa cuando otros apetitos aprietan.

Aunque, quizás, sean las macetas las cosas de la casa con las que más nos identificamos. A ellas acudían nuestras madres para desahogarse y contarles sus cuitas, y detrás llegaban los padres retirándoles con esmero, una a una, las hojas muertas. Las abuelas llenaban sus tardes regándolas y los niños las utilizábamos de postes para meter goles que casi siempre acababan con los mejores geranios despeluchados y tronchados.

Busquen un lugar en el que haya mesas, abuelos, sillones, padres, macetas, hijos y mantas. Difícil, ¿verdad?, pues por eso decía que, como se está en casa no se está en ningún sitio. 

Manolo Martínez

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sábado, febrero 17, 2024

LA PAPADA FOFA

En cuánto se nos pone la papada fofa acuden las nostalgias, y murrias, para mentirnos con aquella falacia de que cualquier tiempo pasado fue mejor. 

Entonces rebuscamos en los cajones de la memoria, como el que busca calcetines, recuerdos que nos hagan disfrutar, puro placebo. 

Y no es difícil el engaño. Imagínate que quieres volver al Mesón de la Reja de hace cuarenta años. No tienes más que entrar en el Restaurante Chino que hay hoy, quedarte quieto y cerrar los ojos. 

¿Lo ves? Ya tienes en la barra una tapa de riñones al jerez y, en la mesa de al lado, media docena de hombres del campo haciendo tratos entre manzanillas y cigarros. 

Es pan comido. Inténtalo otra vez. Ahora vamos a Casa Gamero para comernos un huevo a la bechamel, ¿había algo más bueno que el huevo a la bechamel de Gamero? 

En esta ocasión tendrás que ir al banco BBVA de la calle San Pedro, cerrar los ojos de nuevo…, et  voilà, ahí tienes a Antonio preguntándote qué vas a querer. ¿Qué voy a queré palangana?, un huevo a la bechamé. 

Pero hay que retirarse a tiempo, como los buenos toreros, de ese entrar y salir del pasado, si no queremos que nos acabe royendo la alegría. 

No merece la pena ese “erre que erre” de buscar momentos en blanco y negro, cuando ahora tenemos lo mejor que nadie pueda tener, presente. 

Bueno…, la última chupadita al pasado, como dicen los niños cuando las madres les retiran el chupa-chups. Entre los riñones al jerez y el huevo a la bechamel, se nos ha presentado un dolor de barriga que necesitamos un galeno que nos alivie, así que nos vamos en busca de don Aurelio, o de don Manuel Márquez. 

Para eso tenemos que entrar en la “Heladería de los Valencianos” en la plaza de arriba, cerrar los ojos y pedir la vez. 

¿Os acordáis? Dónde hoy nos dan vainilla y fresa heladas pa las calores, antes nos  despachaban, pa las fiebres, optalidón. 

Ya está bien de nostalgias, haré como cuando éramos chicos, meterme los dedos en las orejas, para no escuchar más al pasado.

            Manolo Martínez

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martes, febrero 13, 2024

CENIZAS Y ROSAS



Seguro que es una broma de don Carnal que este miércoles 14 coincidan el día de los enamorados y el miércoles de ceniza. 

A uno le falta el aire, se ahoga literalmente, cuando, después de salir de la iglesia con la frente llena de ceniza, tiene que irse a la cena de los enamorados. Pues la verdad, va uno con el cuerpo cortao. 

Nos arrancan de raíz el pito, de caña, y nos recuerdan con una cruz de ceniza que estamos aquí dos días, y ya da igual que Cupido nos tire una docena de flechitas que no nos da ni una, y si nos da, como si no nos diera. 

Se queja el angelito Cupido, con razón, que este año cada vez que se acerca a alguien para apuntarle con la flecha, el objetivo huye despavorido porque piensa que es el “tío de la guadaña” y no el que dispara las flechas del amor.

Tan ambiguo es este miércoles 14, que una misma palabra, polvo, tiene significados bien distintos atendiendo a si el emisor es Cupido o Caronte, porque si uno de los polvos conlleva goce, el otro barrunta pesadumbre por el temido, pero inexorable destino.

Porque no es lo mismo que el cura te recuerde “polvo eres y…”, que la media naranja se ponga melosa con la media docena de rosas que le has regalado y propicie un… ¿amoroso encuentro? 

En fin, que dimita ya el autor del calendario de este año, porque vaya metedura de pata más grande. Deseandito que llegue el 15.

 Manolo Martínez

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jueves, febrero 08, 2024

A CAMPO ABIERTO (Finca las MERINAS)

 

Carlos Perez Gil-Delgado ha tenido la generosidad de prestarme esta maravillosa fotografía de Arjona, el fotógrafo del empaque,

Es de hace un puñado de años en la Finca Las Merinas, dónde pastaba la ganadería de su abuelo, que luego pasaría a su padre, Arturo Pérez (el de “La casa de don Arturo”, como todos le conocemos en Carmona). 

Dada la maestría de Arjona, uno puede escuchar el ratatá del tractor, y sentir que la vida va más despacio en el campo. 

Viendo a esos hombres, apostados en un improvisado escenario de madera, observando al ganado, uno entiende que cualquier briega del campo va unida al ritmo estipulado por la naturaleza:

LA CONTEMPLACIÓN, EL APRENDIZAJE Y LA ESPERA. 

Todo cuánto nace o anda, entre el cielo y el suelo, queda sometido a ellas. Aquí no hay que resolver un logaritmo neperiano, sólo averiguar por dónde va a pegar el viento. 

Desde las semillas a las vacas preñadas, todo queda amarrado a sus leyes: la lluvia, el viento, el sol y el tiempo necesario. Hay que esperar que llueva, y que el tiempo pase antes de que nazca el ternero. 

No hay definición más hermosa del campo que la que hizo Thoreau: 

“Levántate libre de preocupaciones antes de que amanezca y corre en busca de aventuras. Que el mediodía te encuentre a la orilla de otros lagos, y que cuando te sorprenda la noche halles por doquier tu hogar.” 

Gracias, Carlos, tu fotografía me invitó a pararme, y esa inacción, es el barbecho del espíritu, imprescindible en los tiempos que corren. 

(A mi padre, que deseó toda su vida tener un cachito de campo para respirarlo)

Manolo Martínez

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domingo, febrero 04, 2024

EL TÍO de la TIZA


Hace unos días ví al tío de la tiza, aquel genio y pilar del carnaval de Cádiz. 
Estaba solo, ensimismado mirando su mar.

Era él, estoy seguro, porque los genios nunca mueren, aunque, como buenos carnavaleros, cambian su “tipo” cada año, según les venga en gana.

Este año se ha disfrazado de gaviota. Me ha dicho que es más cómodo para él, porque en época de bulla del Carnaval, va y viene al Teatro Falla en dos aletazos.

 Y que luego vuelve a extender las alas y se planta en la terraza del Manteca, dónde, se mete tanto en el tipo, que sólo pide tortillita de camarones.

Con dos aleteos llega a la calle Columela, para recordar viejos tiempos, porque, justo en esa calle, estaba el Café de la Lonja, en cuyas mesas de madera apuntaba con tiza las  consumiciones, y de ahí le viene su apodo “el tío de la tiza”.

Le dije a Antonio que estaba muy bien para sus 163 años, nació en 1861, y le caería en gracia que empezó a “largarme” de los tres pilares del Carnaval: Cañamaque, Paco Alba, y él mismo, el “Tío de la Tiza”.

 Me comentó, entre mil cosas más, que el mejor enterrado de Cai es Manuel Falla, que está en la misma catedral, pegaíto al mar, y no muy lejos de dónde encontraron los “duros antiguos”, aquellos de los que compuso un tango que ha cantado toda España y parte de Cádiz.

 Me ha preguntado que dónde se come ahora bien, le he dicho que bien y barato en el Mini-Bar, que bien y menos barato en el Manteca y el Faro, que bien, bueno y barato en el Mercado de Abastos, pero él ha vuelto a su antiguo espacio, en La Columela, que también se come de lujo. 

Nosabená el “Tío de la Tiza”.

En fin... me tengo que ir "omío", que sale mi tren, ya echamos otro ratito y me invitas a chicharrones del Curro en la plaza de abastos.

                                                                    Manolo Martínez

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sábado, febrero 03, 2024

ESO NO SE HACE, ESO NO SE DICE, ESO NO SE TOCA...

Que rápido crecen los hijos.

Si parece que fue ayer cuando tenían una chupa dónde hoy tienen un cigarro.

Que vértigo. 

Es como si viésemos pasar la vida por la ventanilla del AVE. 

Cantaba el “Nano” que a menudo los hijos se nos parecen, dándonos así la primera satisfacción, y que cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, mientras nosotros les transmitimos nuestras frustraciones sin dejar de darles contínuas órdenes: 

 ¡Niño…! Eso no se hace, eso no se dice, eso no se toca. 

Pues en dos telediarios, los de la chupa y el cigarro, le cambian el sujeto a la oración y pasan a decirnos ellos a nosotros:

 ¡Abuelo…! Eso no se hace, eso no se dice, eso no se toca. 

La vida.

A   Alfonso, un buen compañero de trabajo y mejor persona, 
que sin duda va a ser un gran padre.

            Manolo Martínez

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