Tras los puntos suspensivos , llenos de arena y sol del verano , las fiestas patronales nos devuelven a la realidad , haciendo una parada previa en nuestra catedral. Aquí , el rezo se canta en forma de Salve , y durante nueve días , el duro reencuentro se impregna de recogimiento .Se piden favores a la patrona y se hacen propósitos de enmienda .En medio de esta mezcolanza , de fé y tradición , pululan discretos , silenciosos pero prestos , los monaguillos , ( monapillos , como alguien les rebautizó ) .Forman parte imprescindible del paisaje de las iglesias . Sus maneras saben a vainilla , pero no acaban de ocultar la pimienta de sus intenciones , aunque el reojo del párroco , les mantiene firmes , dentro de sus rojiblancos roquetes . Se ocultan tras una mueca cómplice y delatora . En cada mecida de la naveta , junto con el incienso purificador , van dos pensamientos del monapillo . En el de ida , urde su última pillería , y en el de vuelta , se acuna su arrepentimiento . Se arrodillan y llaman la atención de la feligresía con sus toques de campanilla . Entre genuflexión y genuflexión , cuidan con diligencia que todo este dispuesto para su uso : la patena dorada , la vinajera , el aguamanil , el misal , el atril . Y en ese sin parar , si alguno se equivoca , el monapillo de al lado , dibuja en su rostro la sonrisa de arroz con leche los domingos por la noche . Sin percatarse de ello , los monapillos crecen , entre misa y misa . La responsabilidad empieza a subir en ellos como un baño de espuma y , aunque a veces se peleen con ella , siempre acaban adoptándola como una más de la familia . En el centro del berenjenal , el señor cura , vigila , aconseja , enmienda y les deja pasar alguna trastada . Les gana a sus acólitos , en años , en altura , y en el número de misas , pero éstos equilibran la balanza con una simbiosis de curiosidad y candidez . Sus risas son secuestradas por don respeto , durante la ceremonia . Luego , sus risotadas contenidas estallan y gatean por los muros pétreos de la iglesia , para fundirse con las vidrieras hasta iluminarlas . Los monapillos toman , antes de cada misa , una cucharadita de silencio y otra de quietud , por prescripción del señor cura .Y no vean ustedes , lo bien que le sientan . Estoy intentando descubrir la fórmula secreta de estas dosis , pero no logro arrancárselas al sacerdote . Parece la fórmula de la Coca-cola . Puede , que sin saberlo, los monapillos estén incubando un virus casi extinguido , el de los valores , como parte imprescindible para llegar a esa utopía de la felicidad . Y puede que , también sin saberlo , estén viviendo los mejores años de su vida .
( A Pablo , Jose Antonio , Pedro y Dani . )