CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


lunes, septiembre 21, 2020

Si las paredes hablaran


 ¿Quién dice que las paredes no hablan? El problema es entenderlas. Pero hablar, hablan hasta por los desconchones. Cierra los ojos, arrima la oreja, y escucha. Cuéntame aquí cosas que te hallan dicho a ti las paredes. Dime… 
                                     Manolo Martínez 
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domingo, septiembre 13, 2020

"Si vas a salir, cámbiate los calzoncillos, no vaya a ser que te pase algo"

Si hay una bandera que marque la frontera entre la niñez y la madurez es este encargo de nuestras madres: 

"Si vas a salir, cámbiate los calzoncillos, no vaya a ser que te pase algo". 

 Y digo que es la frontera porque mientras somos niños nuestras madres nos lo cambian, para dejar de hacerlo cuando llegamos a los ¿...?, en que empezamos a aviarnos solos. No se podía decir más con menos, porque aquel ruego maternal contenía muchos mensajes en uno, como esas muñecas matrioskas que al abrirla encuentras en su interior otra más pequeña, y dentro de esa otra y luego otra...

 Igual sucede con la recomendación de cambiarnos los gayumbos, petición que oculta este puñado de recados: 

"Mira para los dos lados cuando atravieses la carretera. No vayas a beber mucho. Cuidado con las pelandruscas. No sueltes nunca tu vaso, no vaya a ser que te echen algo. No te juntes con malas compañías...y recógete temprano". 

Todos estos consejos estaban dentro de la advertencia premonitoria "...no vaya a  ser que te pase algo". Y si tuviésemos la certeza de que al salir no nos iba a pasar nada, ¿sería necesario la muda de calzoncillos? ¿O la frecuencia del cambio de calzoncillos queda supeditada a que alguien pueda verlos? 

(Gracias a Francisco Javier Zapata Puerto (El Coco), un amigo virtual que me recordó este genial requerimiento de las madres de antes

Manolo Martínez 

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domingo, septiembre 06, 2020

Bailando en la cocina

Trabajamos trescientos treinta y cinco días al año para salir de nuestras casas treinta durante las vacaciones. Es como si la felicidad estuviese lejos de nuestro hogar. Cuánto más lejos más gozosos. No es que tenga mucho sentido, pero la mayoría lo hacemos año tras año. Quizás el error esté en lo que cada uno entienda por felicidad. Observando a la pareja de la foto cualquiera diría que parecen dichosos. No tuvieron que salir de su cocina para construir ese plácido momento. 

Manolo Martínez

Dormir


Uno suele levantarse más tarde los domingos, sobre todo si eres de los que ya no crees en muchas cosas y no necesitas ir a misa. Además, para lo que hay que ver ahí fuera en la calle. Menuda mierda. Mejor en la cama, aunque la almohada se mueva como si respirara. La pandemia, unos pocos de locos negándola, y otros, aún más estúpidos, que se pelean entre ellos a ver quiénes cuentan mejor el número de muertos. Ganas si apuestas por seguir durmiendo, porque es el único lugar dónde no te van a engañar, de momento. Ahí, en el sueño, te has dado cuenta porque dejaste de creer en casi todo. Entiendes que el omnipotente que te vendieron en la infancia cambió su residencia. Se fue sin avisarte, quizás lo hiciera por no despertarte, o quizás para que no le molestases más con tantas peticiones. ¿Alguien sabe dónde está?, ahora que tanto le necesitamos.

                                                               Manolo Martínez

sábado, septiembre 05, 2020

El listillo


La mirada torcida le delata. Hay uno en cada clase, en cada trabajo, en cada asociación, en cada esquina. Es el listillo. Se diferencia del listo porque el listillo no estudia, ni trabaja, ni empatiza. Vive de hacerle la pelota al que tiene por encima del escalafón o de chivarse. Es el trepa en los partidos políticos. Mira de soslayo porque intuye que alguien descubrirá sus "malas artes". Darwin no tuvo en cuenta a este eslavón en su teoría de la evolución, porque esta especie no necesita adaptarse para sobrevivir, como hizo la jirafa alargando su cuello. Los listillos sobreviven sin ningún esfuerzo propio, este ornitorrinco simplemente sondea las desdichas ajenas para rentabilizarlas. Tú lo haces y él se cuelga la medalla. Como decían los clásicos, un hijo de su madre.

Manolo Martínez

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