La vida se aloja dentro de una copa de manzanilla La Goya, catada, con la misma cadencia que se acuesta el sol de Sanlúcar, cada tarde-noche, entre las sábanas de pinos de Doñana. La vida, peregrina entre las coquinas al ajillo, que sorbes en La Taberna de Loly, allá por el barrio alto. La vida se esconde entre los camarones entortillados, que Casa Balbino nos lega en la Plaza del Cabildo. Pero, con tanto lirismo, también cohabitamos los mortales, los que encogemos la barriga, hasta, casi asfixiarnos, mientras pisamos almejas con algas, cuando vagabundeamos desde Bajo Guía a las Piletas. Y, en una de estas expediciones tasqueras, fuí testigo de cómo los dioses eligieron a Ramiro, chiringuito señero de Sanlúcar, para la reaparición de un insigne personaje histórico. Estaba yo apoyado entre un tonél, que hacía de mesa, y la copa de manzanilla, cuando ví acercarse, lenta y trabajosamente, hundiendo y sacando los pies, de una arena al Baño María, a un enigmático ser, envuelto en un pareo diseñado, con absoluta seguridad, por la Macu de Aída. Cuando sus pies, abandonaron definitivamente la arena, para achiringuizar, en el negocio de Ramiro, me estremecí. Mientras desenvolvía su cuerpo, de aquella cortina de los tiempos de Paco Martínez Soria, su piel, estaba tan pasada, que caería, de un momento a otro, a jirones, sobre el parquet de palé de aquel bar de playa. Vacié de un sorbo el catavinos, para que me lo repusieran de La Goya, en un vano intento de calmar mis temblores, ante aquella desapacible visión. Y fue, al ver su apergaminado rostro, cuando la duda se asomó a mi atormentada cabeza. O aquella señora, de edad indefinida, había absorbido todo el sol de julio de Sanlúcar, o yo estaba delante de La madre de Ben-Hur, antes de ser milagrosamente sanada de su lepra. No me arriesgué, y abandoné corriendo sin parar, y sin pagar, aquel lugar para buscar a mi amada esposa y gritarle:
- Curry, Curry vámonos de aquí, abandonemos la playa. Pero antes échate el bote entero de Aftersun, el de protección 100, que no quiero que el tribuno Mesala, el amigo de Ben, te confunda con su madre, y te ponga en cuarentena en la maldita cueva. Vente conmigo, reina mía, pero así, sin quemar, vuelta y vuelta nada más.