CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, marzo 31, 2024

LA LLUVIA TAMBIÉN ES NAZARENA


 Vestido de nazareno este año, uno se ha sentido como ese escarabajo al que le ponen un vaso de cristal encima y no le dejan seguir su camino, pero con la saña de que sí le dejan ver el camino. 

Duele ver los pasos montados, los capataces con sus trajes recién planchados mirando al cielo, los costaleros esperando, con humildad y paciencia a ratos, y otras veces con angustia y amargura, pero siempre con la esperanza de que, en algún momento, la lluvia, la misma que hace sólo unos meses habíamos invocado sacando a nuestros santos a las calles, tuviera ahora el gesto de esperar al menos un puñado de horas. 

Dice la Biblia que los caminos del Señor son inescrutables (Romanos 11:33), y aún así, los nazarenos nos enfurruñamos y contemplamos a la lluvia como al esbaratabailes de nuestra adolescencia. 

Puede que mañana, cuando veamos que muchos parados del campo han vuelto a encontrar trabajo por esa bendita agua, o cuando escuchemos en el parte (telediario) que los embalses han respirado un poco de la pertinaz sequía, o cuando nos asomemos a la Vega y contemplemos el maravilloso espectáculo que nos ofrece el campo tras una semana de santas lluvias… 

… entonces, y solamente entonces, descifraremos la inescrutabillidad de los caminos del Señor, y le sonreiremos al cielo.

 Manolo Martínez

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sábado, marzo 30, 2024

Todo se repite


Cuando somos niños vemos pasar la vida como una apasionante película que nos sorprende cada día. El acontecimiento más banal nos parece algo extraordinario.


Nos sorprendemos, nos impresionamos, estamos secuestrados por las emociones que aún no hemos aprendido a gestionar. Somos una presa fácil para el miedo, todo lo inflamos hasta explotar en nuestro infantil pensamiento. La vida puede ser una canción, o un susto, o un gol, o un truco de magia. 


Luego llegan ellas, las hormonas. Ahí empezamos a perder los papeles hasta el infinito y más allá. Ni el fútbol, ni los amigos, ni el más bellos de los paisajes nos distraen de esa lucha interna que establecen la progesterona y la testosterona. Manda huevos. Una mirada, una sonrisa, un mírame pero no me toques..., son la bandera tras la que caminamos hombres y mujeres en los años en que, en teoría, estamos madurando.


Pero hay que despedirse, toca cumplir con los deberes. Sellamos nuestros proyectos con un beso, mientras el tren, atiborrado de propósitos, avanza por la vía (que decimos en Sevilla), o la vida (que deletrean en Madrid).


Ufff...,y empieza el suplicio. Nos ponemos a tirar números como locos. Pero no salen. De ninguna de las maneras. Hipoteca, luz, agua, teléfono, móviles, el coche, las cervecitas, el café, los reyes, la feria, el Rocío, hay que estrenar el Viernes Santo, Chipiona se nos queda chica y queremos irnos a Praga en verano...


...hay que esperar, todos lo hacen. Pero sentados nada ocurre. Si no hacemos nada, todo sigue igual, y los años pasan. Al final nos robaron los ahorros, nos despidieron y nos quedamos sin blanca. ¿Pero esto siempre es lo mismo? Unos tanto y otros tan poco. 


Carretera y manta. Hay que dejar nuestras casas, a nuestras familias, dicen que ahora estamos globalizados, que somos ciudadanos del mundo, pero coño ¿de qué mundo?. Además, siempre nos toca a los mismos.


En mayo del 68 los estudiantes tomaron las calles, son los mismos que hoy toman las calles por las pensiones. Los mismos, pero los que nos hemos criado con toda clase de comodidades no nos movemos ni con agua caliente, ¿para qué?, ya lo hacen nuestros padres, o nuestros abuelos...ellos es que lo pasaron muy mal y saben lo que es protestar...a ver si lo consiguen ellos. 


Pararse a ver pasar los años duele. No poder tener a los hijos en casa, duele. Con el trabajo que nos costó darle una carrera y pagarle el máster, vaya sacadineros.¿Que nos queda? ¿Tiempo?


Echemos una manita de cartas, igual mañana...

Manolo Martínez

viernes, marzo 29, 2024

UNA REBEQUITA, SAN PEDRO Y GAMERO

Cuando abro los cajones amarillos de la memoria me encuentro con los Viernes Santos en que madrugábamos para ver salir la Hermandad de San Pedro. 

En aquellos abriles había que ponerse rebequita, con su hilera de botones abrochados hasta arriba, porque así lo requerían las mañanas de entonces (y las de este año al parecer) más frías que templadas. 

Media docena de horas después ya sobraba la rebequita y faltaban comandas y refrigerìo, que buscábamos, como agua de mayo, pegadito a la recogida, en Casa Gamero. 

Allí dentro había otro cielo, éste más tangible, más de andar por casa: Huevo a la Bechamel, Pez de Espada, Hígado a la plancha, Empanadillas, Calamares fritos… 

… y uno se preguntaba, entonces, en sus pocas luces, por sus pocos años: 

Si soy bueno aquí en la tierra, en el otro cielo ¿tendrán todas estas tapas? ¿no?

Manolo Martínez

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jueves, marzo 28, 2024

EL CASORIO


Hace siglos que el cielo le tiró los tejos a Santa María, hermosa y pétrea dama, que no supo decirle que no al más azul de los príncipes. 

Joaquín Villa ha desposado, en esta bellísima fotografía, a la piedra con el cielo, uniéndoles en un matrimonio que ni siquiera la muerte podrá separar. 

Cada año, al llegar la semana grande, este casorio de nubes y piedra, abre de par en par sus puertas a las cientos de carmonenses que procesionan, por las angostas calles de su ciudad, portando cirios, promesas y peticiones bajo distintas advocaciones: Servitas, Despojado, Esperanza, Amargura, Expiración, Angustias, Columna, Desamparados, Humildad, Nuestro Padre y Santo Entierro, pero en torno a una misma intención: vivir en paz.

                                                                   Manolo Martínez

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miércoles, marzo 27, 2024

CERVEZA CON GALLETAS


Esta foto fue tomada en agosto de 1933 en el hospicio de la calle San Luís de Sevilla. Niños del hospicio guardando cola para la degustación de cerveza. Sólo les faltó darle galletas para que la mojaran en el zumo de cebada. ¿Se imaginan ustedes qué ocurriría hoy si se hiciera algo así? 


El desconocimiento sobre los efectos del alcohol, y sobre todo, de esos efectos en menores, hacían posible escenas como éstas. Pero hay más, no contentos, incluso publicitaban la cerveza como bebida familiar y más aún, no se lo pierdan, asociaban su consumo a los buenos conductores. ¿Mentira? Les dejo el anuncio sacado del baúl de la Piqué. Como dicen en mi pueblo “pa habarse matao”. 


...sí hija sí, grande, familiar...que no falte.


...y éste lo has probado seguro ¿a que sí? 
Y queremos ahora arreglar el mundo...con lo que llevamos metío en el cuerpo

Manolo Martínez

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sábado, marzo 23, 2024

MÍO, MÍA, MI...


Desde hace cinco meses me escapo a Cádiz un día a la semana, y ese repetitivo hecho hace que repare en detalles que, en otras circunstancias, hubieran pasado desapercibidos.  

Por ejemplo, comprobé que una misma persona estaba siempre en el mismo asiento del Mc`Donalds por el que, inevitablemente, yo tenía que pasar al ir y al volver de la estación de trenes de Santa Justa. 

Daba igual el día y la hora, aquel señor estaba allí, sentado, con su ordenador portátil como única compañía. 

A veces dormía, otras miraba un partido de fútbol, y otras navegaba por internet. 

Esa escena, la de la sempiterna presencia de ese hombre en Mc`Donalds, se ha convertido en parte del paisaje de mis viajes a Cádiz, de tal manera que es lo primero que busco con la mirada, y no me quedo tranquilo hasta que le veo. 

Luego, cuando ocupo el sillón 119 del vagón 3, me asalta la duda de cómo debe ser la vida en el asiento de un Mc`Donalds, día tras día, mirando el mundo a través de un ordenador. 

¿Cómo se siente alguien en la soledad de la muchedumbre?, cuando la gente que vive durante unos minutos en el mismo espacio, va y viene sin saludarte, sin ni siquiera mirarte, como si no existieses, pese a ser tú el único que vive allí de contínuo. 

Una vez estuve tentado de palparle, de tocarle, por si era un holograma. Me parecía inverosímil aquel empadronamiento entre cafés y hamburguesas. 

Ahora, tras cada viaje, cuando llego a mi casa, busco a mis hijos y a mi mujer. Cojo mi libro, mis gafas de leer, mi manta, me siento en mi sofá…, mi…mi…mi… 

Me asusto al comprobar que no soy nada sin mis “mi”: mi familia y mis cosas. 

Nace entonces, en mí, una profunda admiración, y respeto, hacia aquel habitante del Mc`Donalds que no tiene, al menos allí, ni a sus hijos, ni a su mujer, ni sus cosas, y a pesar de esas ausencias sobrevive, estoico, resignado, sin ningún “mi…”. 

A menudo siento el impulso de hablar con él, solo por escucharle, y aprender, porque tengo la absoluta certeza de que ese hombre, posiblemente, tenga más cosas que yo, que, supuestamente, lo tengo todo. 

A ti, a quien me gustaría no volver a ver mañana sentado allí solo.

Manolo Martínez

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domingo, marzo 17, 2024

UNA TARDE DE MARZO EN LA PLAZA


No hay dos tardes iguales, como nosotros, cada una es de un padre y una madre. 

No es lo mismo una tarde de agosto en Chipiona que una de noviembre en alta mar, o una de marzo en la plaza del pueblo. 

Mientras el mal tiempo barre a la gente de la calle, las tardes de marzo son como el padre que arruga la frente cuando riñe y truena porque el entrecejo se hace nubarrón. 

Pero la misma tarde, en las plazas de los pueblos, se hacen madres: templadas, consentidoras, como fanales de mofletes amarillos que nos abrigan de los fríos finales. 

Uno se asoma a los ojos de las casas para  ver como los goles de los niños, en los árboles, visten la tarde de gorriones. 

…y de pronto, al caer la noche, Jesús, María y José, el silencio cubre la plaza, como si a los niños, los gorriones y los coches, les hubiese comido la lengua el gato. 

            Manolo Martínez

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sábado, marzo 16, 2024

ARRECHUCHOS

¿Recuerdan ustedes aquellos timbres que había/hay en la recepción de los hoteles para anunciar  la llegada de un cliente? 

Pues eso es un arrechucho, el timbre que nos anuncia que ha llegado la vejez para alojarse en nosotros. 

No estoy mal, pero tampoco bien. Me canso más y antes. Y me duele. No sé dónde, pero me duele. 

Dormir me quedo dormido viendo el telediario, con la cuchara llena de fideos, y quieta en el aire. Pero luego, a la hora que canta el gallo, ya tengo los ojos como el de la Naranja Mecánica. 

Señales de que nos hacemos viejos: 

Sentarse en la cama para abrocharse los cordones,

repetir tres o cuatro veces lo mismo,

pasear la lengua por la cucharilla del café,

contestarle al tío que da el parte (perdón, el telediario),

empezar todas las conversaciones con los hijos diciendo “…cuando yo tenía tu edad…”

 Dime, ¿cuáles son tus síntomas de que los años no pasan en balde?

Manolo Martínez

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domingo, marzo 10, 2024

LA ARAÑA QUE SORBE LA MOSCA

No hay afición más de pueblo que la de despellejar a un tercero. 

Son cuatro gatos. Gente con el colmillo retorcido las veinticuatro horas del día. 

Son como la araña al acecho de la mosca. Les importa un rábano vomitar verdades o mentiras, la mayoría de sus historias las inventa una mente enfermiza que necesita diseccionar la biografía del calumniado. 

Se le habrán cruzado los cables…, dicen algunos intentando excusarles, y un carajo, son gente más mala que un doló. 

Gentuza que inventan y difaman, gentuza fea por dentro, tan fea que les sale a la cara y son feas por dentro y por fuera. Vade retro.

Queda claro que su leitmotiv es que sus vidas son una mierda: aburridas, descoloridas, infumables, e intentan, con sus malas artes "convertir" la vida de los demás en un espejo de las suyas, es de primero de la ESO.

Aunque bien pensado, dan más pena que otra cosa. Mejor dejarles escupir su cieno hasta que, como los escorpiones, mueran con su propio veneno, y luego, pasar al lado, sin pisarles, no vaya a ser que mientras se retuercen, suelten un último picotazo, y es que,  me cagüentó, desde que dejé de ver los payasos de la tele, entendí que “Homo, homini lupus”.

            Manolo Martínez

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sábado, marzo 09, 2024

LA ROPA DEL DOMINGO

La ropa del domingo era sagrada. Por nada del mundo tu madre consentía que te la pusieras un día entre semana, ni siquiera para ir a casa de la Tita Mary, que era lo más que se despachaba en Tita. 

El Viernes Santo y el Viernes de Feria estrenábamos trapos, y esas dos mudas pasaban automáticamente a ser la ropa de los domingos. 

Con ellas visitábamos a los abuelos o nos íbamos de bares con nuestros padres. Eso sí, que Dios nos librase de mancharnos la ropa del domingo con el aceite de los calamares porque a nuestras madres les daba algo. 

—¡Ay Dios mío…la ropa del domingo! ¡Camarero… un K2R… o polvo de talco que chupe el aceite! 


Hoy la ropa del domingo es una especie en peligro de extinción. Nuestros hijos se ponen a diario una ropa por la mañana y otra por la tarde, y los que ya soplamos las  mismas velas que Espinete, apenas si salimos los domingos, por lo que se nos quedan colgadas en las perchas tantos domingos que cuando volvemos a vestirlas, parece que hemos salido de un capítulo de “Cuéntame”. 

Manolo Martínez

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sábado, marzo 02, 2024

COMO LOS CHORROS DEL ORO (8 de marzo, DÍA de la MUJER)

Carl Jung decía que el hombre no podía descubrir nuevos mares si no tenía el valor de perder de vista la orilla

La orilla son aquellos tiempos de Maricastaña en que los hombres se sentaban a comer a mesa puesta mientras las mujeres les arrimaban la comida debajo de la barba, o las seducían, entre plato y plato, con un: 

   Niña…un vaso de agua.

En aquella orilla no era ignominioso aquel reparto de roles: el hombre trabajaba y traía dinero, y la mujer se encargaba de la casa y de mantenerla como los chorros del oro. 

Pero los malos hábitos corren como cuando a la brasa le da el viento, por eso, solo necesitamos dos dedos de frente para reconstruírnos por dentro, y levantarnos, los hombres, con nuestros santos cojones, a por el vaso de agua. 

Las malas formas siempre barren a la gente de tu lado, sobre todo cuando se esconden  bajo rancias creencias, y aunque no es necesario poner las penas en un escaparate, sí queremos reinventarnos de puertas para adentro, es imprescindible asumir que las cosas, gracias a Dios, han cambiado en el reparto de papeles. 

Cuando los hombres apechamos con lavadoras y  tendederos no estamos “ayudando” en casa, estamos compartiendo el trabajo. Compartiendo, no ayudando, el matiz es importante. 

Y aunque no sea plato de buen gusto, es ahí dónde empieza la verdadera convivencia, lo otro era la vida padre.

            Manolo Martínez

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