CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, diciembre 31, 2023

A TOMAR POR CULO

Los últimos días del año cacareamos pero no ponemos huevos, es decir, nos prometemos “sempiternum”, pero no cumplimos nunca, los clásicos: hacer ejercicio, comer saludable, pasar más tiempo con la familia... 

Y es justo ahí dónde nace el grosero título del presente texto, porque no hay expresión en español, ni locución latina, que exprese, concrete y exponga, de forma más precisa, lo que uno siente cuando descubre en la solapa de la agenda, año tras año, la misma retahíla de intenciones quebrantadas. 

A Dios pongo por testigo que jamás consumé ninguna. No he dejado de fumar, en la vida me he apuntado a clases de inglés, ni siquiera he intentado ser empático con quién no me cae bien, como mucho le sonrío con la boca, pero nunca con los ojos. 

No sé lo que es una cena frugal, es más, no sé lo que significa frugal, y por si fuera poca mi desgana, no conozco lo que es invocar a la suerte en nochevieja jalándome una uva por campanada, siempre lo hago con conguitos. Puede que sea ahí dónde se tuerza todo.

Pero qué coño, si es que desde niño nos obligan a pasar por el aro de llegar a una meta, y luego otra, y otra más: aprender a chiflar, sacar mejores notas, recoger la mesa, o echarle cojones para decirle a la vecina que es la más guapa del barrio. 

Se nos ha ido media vida pidiendo prórroga al final del partido, excusándonos “ad eternum” de que noventa minutos no son suficientes para meter un gol. 

A tomar por culo la Champion, tanto propósito, objetivo y aspiración. Es más sano vivir sin más, sin tantos anhelos y obligaciones. 

Vivir y punto, y para eso solo se necesita una única cosa, y ese va a ser mi solitario deseo para ese que ya asoma las orejas, el 2024, y es seguir vivo.

            Manolo Martínez

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sábado, diciembre 30, 2023

LA DUODÉCIMA UVA

 

La distancia entre el desengaño y la esperanza, entre la serotonina y el cortisol, es la misma que recorre tu  mirada entre el careto de Chicote y el descote de la Pedroche.

Esa es la frontera que separa un año de otro, la que descose tu realidad de tus deseos, la misma linde que retira lo que has vivido de lo que te queda por vivir, la raya que divide lo conocido de lo velado, una simple uva, con o sin pepita. 

No es el Everest. No tienes que escalar ocho mil metros para llegar del 2023 al 2024, ni siquiera tienes que cruzar a nado un océano para pasar de diciembre a enero. 

Ese vasto desierto, lleno de arena y miedo, no es más que un tic-tac. 

Un segundo, un tic-tac, la última calada a un cigarro, y la Pedroche, hacen que el tiempo en que has “cargado” tu esófago con doce uvas sin que lleguen al estómago, llegues a pensar que este año, que aún se está desperezando, te vas a comer al mundo. 

Crucemos los dedos para que no sea el mundo el que nos coma a nosotros. 

            Manolo Martínez

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sábado, diciembre 23, 2023

UN POLLO DE CAMPO

Todos los años, la víspera de nochebuena, el primo Rafael le regalaba a mi padre dos pollos de campo, de esos que se criaban con las sobras de la comida. 

¡Que caldo hacían aquellos pollos! Quizás fuera porque tenían las “carnes hechas” de correr en el labrantío para componerse un “big mac” de lombrices. 

Nada que ver con el “agua sucia” que sale ahora de los pollos de granja engordados a base de pienso y sedentarismo, pues como nosotros. 

            

Lo mismo ha pasado con las nochebuenas, hemos pasado de las nochebuenas a las “buenas noches que no vuelvo hasta mañana”. 

Las de antes empezaban con una copita de aguardiente hasta la raya roja, una hojaldrina Mata y veinte personas alrededor de la mesa: abuelos, padres, tíos, primos y la tita viuda o solterona. 

Debajo de un rodete blanco, la abuela iba y venía de la cocina arrimando platos de jamón, gambas y otras tonterías, mientras Raphael, en blanco y negro, cantaba “El pequeño tamborilero” haciendo todas las cucamonas posibles con sus manos y arrollando con su torrente de voz. 


Que nochebuenas más buenas aquellas en las que tres tiritas de plata mal puestas en un árbol de navidad más chico que grande, era el mejor decorado de nuestra infancia. 

Al final de la cena todos encendían un puro de los sobrantes de las bodas, o un Celta sin boquilla, mientras el tito de siempre, agarraba una cuchara para rascar la barriga llena de arrugas de una botella de anís “La Castellana”, intentando cantar, mu malamente, “beben y beben… y vuelven a beber”, aunque él único que no paraba de tragar era él.

Manolo Martínez

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jueves, diciembre 21, 2023

CUANDO LAS BICICLETAS LLEVABAN MATRICULA

 No sé quién, ni cómo, pero me han robado tiempo. Hace más de 30 años, cuando aún se veían bicicletas con matrícula, cuando nevaba en nuestro pueblo, yo perseguía ocupaciones que llenaran mis horas. Hoy estoy a la caza y captura de cualquier minuto que atienda mis obligaciones. No sé si fue una decisión política, un fenómeno atmosférico o una causalidad coyuntural, pero los días empezaron a menguar de forma inesperada, sin avisar.                           
  Hoy la vida fabrica rapidez, tanta que nos ha extirpado rituales tan banales como hermosos. Por ejemplo, el arte de encender un cigarro con cerillas. El protocolo establecía una seductora normativa, cada vez que una bonita chica nos pedía lumbre. Primero ese meneo insinuante al que sometíamos a la rectangular cajita para que nos chivara si aún quedaban cerillas en su interior. El sonido que producía el choque de los fósforos entre sí, nos daba el visto bueno. Entonces abríamos la caja con mimo, como si estuviésemos deshaciendo la cama, cogíamos una cerilla, sin retirar la mirada de la doncella, y luego, el súmun, esos dos o tres roces sobre la pequeña lija hasta que la cabecita, blanca o roja, ardía. Entonces, ahuecábamos las manos, cobijábamos la llama, y la acercábamos, con tanto cuidado como placer, a la cara de aquel ángel con falda tableada y calcetines hasta la rodilla. Saldábamos aquel pasional encendido con el soplo. Un soplo medido, el justo para extinguir la llama a la primera, pero sin que despeinásemos a la casta muchacha. Y pensar que todo esto se ha cambiado por un
  
-      ¡ Quillo...dame fuego!, (y el quillo, sin mirarla, saca un encendedor de 60 euros y se lo arroja al ¿angel con falda tableada? )

No, ahora es satán, sin tableado y sin falda, y con tantos agujeros en la cara por los piercings, que el humo de cada calada ,se les sale por el rostro, antes de alcanzar los pulmones).
    Hemos arrinconado la magia de las cerillas, como hemos olvidado aquella  manera de buscar música en los receptores de radio, desescombrando sonidos y gorgoteos al girar los botones,  hasta que, el acierto del azar, hallaba la melodía, y con ella nuestro gozo. Y ahora me asusto porque antes de pulsar ya suena la canción en ese tercera oreja que nos han injertado con nombre de virus: emepetrés. Joder, ese nombre no es cristiano, algo raro esconde.
   En apenas tres décadas, hemos pasado de compartir la tarde con los Chiripitiflaúticos, de torear coches en las empedradas calles, y de perseguir al género femenino en forma de vecina, a trabajar , laborar y bregar. Cuando por fin alcanzamos a la vecina, unimos nuestras vidas como una sinalefa. Desde entonces,  nuestras noches se colman de pañales y de bañeras, que al rebozar, nos ponen el suelo perdido de espuma y niños por igual. Nos han cambiado a Locomotoro y al  Tío Aquiles, por un señor, con el que pasamos más horas que con nuestras mujeres, a cambio de un puñado de euros a fin de mes. Y para colmo, perdimos la afición al arte de Cossío. Ya no toreamos coches, ahora los compramos. Son  negros bragaos y astifinos, y todos los meses nos buscan y nos clavan el pitón en la entrepierna de la cuenta corriente. Yo llevo 48 cornadas de un Peugeot, y no sé, si me quedará sangre para las 24 que me restan. El director de mi banco dice que sí, que él me hace las transfusiones que necesite. ¡Qué bueno y des-interesado es! Pero lo mejor viene, cuando al salir del trabajo y llegar a  casa, nuestras mujeres, se han hecho con el poder legislativo, cediéndonos, generosas, el ejecutivo.  Un poeta, de Granada, nos saca las castañas del fuego, y nos descubre al ladrón de bicicletas con matrícula, al autor del hurto temporal, y lo desenmascara al concluir:
“Nuestras vidas, son los sobres que nos dan por trabajar, que es el morir”.
    Ahora  te comprendo, Peter Pan,  por no querer hacerte mayor. Por eso voy a ponerle a mi bicicleta una matrícula, de las de antes, a ver si consigo, al pedalear matriculado, encontrar el atajo que me devuelva a aquellos años.      
                                                              Manolo Martínez                                                                                                                     martinezmanolo63@hotmail.com      
               

                                    
                                                                                                        

martes, diciembre 19, 2023

Se echa de menos la Noria en Navidad


Que las navidades no son las de antes lo demuestra el cuidado con que ahora mordemos el turrón duro, o la de vueltas que le damos a los cubitos de hielo del cubata (que se nos va a dislocar la muñeca), o la de veces que miramos el reloj en las comidas de navidad. 

Porque no es nostalgia lo que uno tiene, sino años. Nos hemos convertido en nuestros padres sin darnos cuenta, por eso empezamos a echar de menos muchas cosas. 

Echamos de menos las mañanas de Nochebuena en la Noria, cuando quedábamos con los amigos y de camino nos reencontrábamos con muchos de los que se marcharon a buscarse la vida fuera de Carmona, y que cada año, como El Almendro, volvían a casa por Navidad. 

Y nos alegrábamos al verles. Bueno..., según. Primero los mirábamos de arriba a abajo, y si tenían más canas y entradas que nosotros, le echábamos el brazo por encima y le decíamos con firmeza: "Fulanito, me alegra mucho volver a verte"; pero si por el contrario, Fulanito estaba hecho un figurín, con un móvil de última generación en la mano, y su cabeza atestada de pelo negro zaíno, entonces, como mucho, le lanzábamos un "jay" como saludo, pero desde lejos. 

Somos así, ¿que le vamos a hacer? Nos pasamos la vida midiéndonos, como si nuestra felicidad no dependiera de nuestro bienestar, sino del malestar de los demás. Hay que ser muy pobre para sentir así, pero haberlos haylos. 

Manolo Martínez


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lunes, diciembre 18, 2023

HISTORIA de un POLVORÓN HONRADO

Paso a contaros mi historia, la historia de un polvoron honrado.

Mi cuerpo fue azucarado, perfumado con canela y rociado con ajonjolí. Luego me momificaron con un traje de papel bien retorcido en los extremos.

Mi madre, por consolarme, me dijo al despedirme que yo iba de dulce. Qué cosas tiene mi madre. 

Por el camino, mis compañeros iban contando historias de nuestros antepasados. Relataban como un tío mío se encajó vivo casi en Agosto. Su sabor a naranja y su modesta cuna, fueron los salvoconductos de mi tío para sobrevivir a la Navidad. 

Habíamos oído historias terroríficas de como algunos nos torturaban apretujándonos en sus manos antes de ser comidos. 

Yo tuve la desdicha de ser el último que quedó en el plato en nochevieja Nochevieja, y tras el brindis con champán, fué el abuelo quién me hizo los honores. Me tragó, o mejor dicho, me sorbió en un plis plas.

Y allí iba yo, resbalándome esófago abajo, orgulloso por el deber cumplido, cuando escuché en la ya lejana televisión el famoso: “Vuelveee...a casa vuelveee..por Navidaaaad”, y yo, que soy muy nostálgico, no pude resistir la tentación de volver. Di un paso atrás y me paré justo en la mitad del esófago, mientras todos gritaban al abuelo: 

¡Tose abuelo...tose...!, a la vez que le daban grandes golpes en la espalda. En uno de ellos me empujaron hacia fuera. 

Menos mal que estuve rápido de reflejos, y canturreando a Machado con su “caminante no hay camino ...”, me agarré al resbaladizo tubo digestivo antes de ser toseado al exterior. Para entonces, mi ejecutor, el abuelo, que había adquirido un azulpitufomequedandosminutos, me oyó increparle:“

Trágame abuelo, trágame”. 

....y con mi muerte le salvé. Requiescat in pace yo, un polvorón honrado.

Manolo Martínez

sábado, diciembre 16, 2023

FELIZ NAVIDAD A LOS TERTULIANOS DE "COMER, BEBER Y HABLAR"


Dice la jodida canción que veinte años no es nada. Mentira cochina. Observen, no tanto el aspecto de nuestros comienzos con sombrero canotier incluído, como el espacio escogido para la charla y el debate, la terraza del bar, vamos...la calle. No hay color. Entre estas dos tertulias busquen las 7 diferencias. Empiezo yo:


Una, ahora ya no llevamos sombreros, algunos ni pelos.
Dosen la primera foto nadie ha pedido Puerto de Indias.
Tres: en la primera fotos las mujeres no asistían a las tertulias.


Primera tertulia (2017) de "Comer, beber y hablar", allá por el año de nuestro señor dos mil diecisiete. Fueron "Las Andarinas" nuestras primeras invitadas. Mi familia y mis amigos apoyando este proyecto desde el primer día, gracias a todos. 


Última tertulia, hasta ahora, (2023), con el cardiólogo Manuel Almendro Delia, y presidida por su amigo, Senador y Alcalde de Carmona, Juan Manuel Ávila Gutiérrez.



Manolo Martínez

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jueves, diciembre 14, 2023

¡ME ALEGRO DE VERTE!


 Hace un montón de veranos, cuando uno todavía meaba cada cerveza que se bebía, en vez de acopiarla en la barriga, mientras guardaba cola en la ducha de un camping de playa, se me acercó un hombre mayor, de los que ya habían dejado de mear la cerveza para almacenarla en el mondongo, y me saludó con campechanía: 

   ¡Me alegro de verte! 

...me soltó aquel señor al que yo había visto alguna vez por el pueblo, pero que jamás había intercambiado conmigo palabra alguna, y menos saludos tan efusivos. 

       — …igualmente —le repliqué yo. 

Y todo esto a cuento de las reuniones navideñas en las que bastan un par de cervezas sin alcohol para arrimarnos, como hacen los gatos cuando se nos pegan a los pantalones, en busca de arrumacos. 

   ¡Me alegro de verte! —le decimos a fulanito, o nos dice zetanito, cuando media hora antes nos habíamos cruzado por la calle sin ni siquiera mirarnos. 

Todos sucumbimos a estas confusas artes, y no constituyen “per se” un delito reconocido por el código penal, pero acabamos somatizándolas con un pellizco en el estómago, cuando, dos días después, volvemos a reencontrarnos, en la calle, con aquel/aquella, que se nos colgó del cuello cualquier día de navidad para desearnos lo mejor de lo mejor, y al mirarle y sonreírle, siguen hablando por el móvil, y pasan/pasamos del “¡Me alegro de verte!” al “¿y éste quién coño es?” 

                                                      Manolo Martínez

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sábado, diciembre 09, 2023

Carta a una amiga

Llevo demasiado tiempo viéndote triste, amiga mía.

Es como si vivieras dentro de una canción de Pablo Alborán, o peor aún, de Hilario Camacho que era más de nuestra quinta, y me duele saberte mal, porque tú eres todo lo contrario: alegre, vitalista, de tirar palante… 

Delante de un café, ya frío, porque las lágrimas no te han dejado empezarlo, te quejas de que tú le das besos y él devuelve wassaps. 

Decía García Márquez que animaba a aquellos hombres que habían dicho que deseaban a una mujer inteligente en sus vidas, a que se lo pensaran bien, porque las mujeres inteligentes toman decisiones, tienen deseos propios y cuestionan, analizan y discuten, no se conforman, avanzan. 

Por tanto, seguía diciendo  el escritor, que se pregunten esos hombres si realmente están hechos para encajar en las vidas de estas mujeres. 

Todos los pesares cambian cuando dejas de preguntarte ¿por qué me ha pasado a mí esto?, y empiezas a preguntarte ¿para qué? 

Los psicólogos le llaman de manera cursi, resiliencia, pero de toda la vida es aprender a extraer, de lo peor, lo mejor. 

Muchas tardes se vestían de noche mientras hablábamos de las malas rachas, y siempre coincidíamos en que la vida era jodídamente corta, y que lo único que podía amagar esa insoportable verdad, era VIVIR.

 Vivir es la miga, el meollo, la única cosa que nos salva a diario de todo y de todos.

 Manolo Martínez

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domingo, diciembre 03, 2023

LA CORNÁ

En esto del vivir uno tiene que ponerse las pilas de cuando en cuando. 

Resetearse, cambiar el rumbo, asumir, ver venir, esquivar, hablar menos y escuchar más, morderse la lengua y abrir el capote más grande que tengamos.

Pedir silencio al tendío, bajarle el hocico a los problemas con la espada de la paciencia, hasta someterlos, pero nunca perderle la cara al bicho, que se arranca.

Tampoco se trata de entrar a matar todos los días, porque eso es provocar a diario al respetable, al morlaco, y eso es buscar adrede una corná mu grande. Vive y deja vivir, que no eres Belmonte, ni Joselito, como mucho Platanito, el que acabó vendiendo lotería.

Piénsatelo dos veces, y tres, porque luego no hay vuelta atrás, y si la hay queda poco elegante la bajada de pantalones hasta las rodillas.

No te creas importante sólo porque le has puesto dos pares de banderillas al más flojo de la ganadería. Eso es lo que hacían, y servía de risas, el bombero torero y sus enanitos.

Quillo, que la grandeza no está en pisotear al otro, sino en tenderle la mano, aunque es verdad que para comprenderlo, primero tenemos que enterarnos de que todos, todos, sólo somos los demás de los demás, nada especial.

            Manolo Martínez

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viernes, diciembre 01, 2023

MI DESTINO EN MANOS DEL CANIJO


Saber que va a pasar mañana es una de las pretensiones más antiguas de la humanidad, hasta el punto de recurrir a mil artes adivinatorias: bolas de cristal, cartas, líneas de la mano…hay un tal Joao que dice leer el destino en el culo (pacagarse, nunca mejor dicho). 

Aún sabiendo que nadie con dos dedos de frente nos lo va a predecir, solemos caer en la tentación de escuchar a todo aquel que dice saber donde está el destino

Yo he caído en esa seductora profecía porque, para empezar, el iluminado que me la vendió, tenía más de dos dedos de frente, frente por cierto, que ya es un bien de primera necesidad para mucha gente del Carnaval de Cádiz. 

Les hablo de Antonio Serrano, el Canijo de Carmona. Él fue quien, tras una pregunta mía, me mostró el Destino. 

Mira, Manolo, me dijo el genio del carnaval, el Destino está en la Plaza de San Juan, pegada al ayuntamiento de Cádiz. 

No le pregunté nada más, porque a los genios no se les cuestiona, se les obedece. Cogí el tren en Santa Justa y me bajé en Cádiz. De allí a la Plaza de San Juan apenas un cigarro. Al llegar ausculté con la mirada hasta el último rincón de aquel hermoso espacio comido al mar en forma de plaza. Harto de buscar y no hallar, me senté en la primera terraza que encontré, un coqueto restaurante pegadito al ayuntamiento. 

Me pedí para comer una tosta de pan cateto, una berza gitana con su pringá y rematé con unas croquetas caseras de lomo en manteca. Encendí un cigarro mientras repasaba la cuenta sin saber que, en ella, en la cuenta, estaba el destino del que me habló el Canijo de Carmona. Que cabrón el Antonio, mi destino había sido antes el suyo.  

No elegiste mal amigo, acertaste, que buen sitio para reponer fuerzas antes de abrir Cádiz en caná, Restaurante “Destino”, de los mejores sitios para comer en Cádiz, amén del recorrido por los minibares de la plaza de abastos, el Manteca, la Columela o el Faro. 

Lástima que vieras mi wassap, Canijo, cuando ya me había ido, porque no sólo hubiéramos compartido nuestro sino, si no también la cuenta.

             Manolo Martínez

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domingo, noviembre 26, 2023

EL DOCTOR MANUEL ALMENDRO DELIA en la Tertulia "COMER, BEBER Y HABLAR"

La tertulia número 60 de “Comer, beber y hablar” estuvo dirigida por el prestigioso cardiólogo carmonense Manuel Almendro Delia

Abrió el acto Juan Ávila Gutiérrez, alcalde de Carmona, que recibió el primer aplauso de los más de cincuenta asistentes a la tertulia, como felicitación por haber sido elegido recientemente senador, para a continuación hacer una semblanza del doctor Manuel Almendro, su amigo, del que dijo ser un inmejorable embajador de Carmona a la que representa a lo largo del mundo en los numerosos simposium sobre cardiología en los que interviene al lado de los mejores cardiólogos del mundo. 

A partir de ahí tomó la palabra este médico carmonense dirigiendo la tertulia más concurrida en los siete años de vida que tiene esta tertulia. 

Manuel Almendro hizo un recorrido histórico de las causas y tratamiento de las enfermedades cardiovasculares. 

Durante casi tres horas tuvo encandilados a los casi sesenta asistentes gracias no solo al vasto conocimiento del tema que, lógicamente posee, sino porque, además, tuvo la lucidez de dar dos clases magistrales en una, vistiendo de historia la charla de cardiología, hilvanando con sutileza datos médicos e  históricos, salpicados de continuas reflexiones sobre ambos manteniendo así, no sólo la atención de los tertulianos, sino un estado permanente de curiosidad. 

Como broche final, el último pensamiento de Manolo, quien dijo: 

“Tengo claro que lo más importante no es ser un buen médico, porque esa es mi obligación, sino ser una buena persona, condición sine qua non para alcanzar la primera”. 

Gracias Manuel, tenerte cerca ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de esta tertulia, porque haber sido capar de coser en un mismo discurso: 

los avances para remediar los males del corazón con el descubrimiento de la arteriosclerosis de una momia, o con un anecdotario médico impagable, como las primeras recomendaciones del uso del tabaco con fines terapéuticos, y con la impecable enumeración de datos históricos sobre los americanos y sus relaciones convenidas con nuestro país, demuestra que has sabido multiplicar los talentos que te fueron dados, motivo para que tus padres estén más que orgullosos, y tus pacientes tranquilos por haber tenido la suerte de estar en tus manos. 

 

Gracias al Molino de la Romera, a Rosa y Luís por cedernos su espectacular Restaurante, y a Jesús, un profesional impecable al frente del equipo. 


A Francisco Javier Díaz Ojeda, un amigo, y compañero de trabajo, que hace posible que esta tertulia tenga una hermosa memoria fotográfica gracias a su destreza y buen quehacer con su pasión, la fotografía y a Televisión Carmona, con Antonio Manuel Bautista y Antonio Siles. 









Tertulia “Comer, beber y hablar”

Manolo  Martínez

Carmona, otoño  del año dos mil veintitrés



viernes, noviembre 24, 2023

TRES CRÓNICAS ENCENDIDAS. A propósito del incendio este último verano en Tenerife. Manolo García.

La Orotava, Septiembre de 2023

 I.- LO QUE DEJA EL INCENDIO

     “Todavía huele a quemado. Tú porque no hueles, pero mira las toallas. ¿No notas el olor a humo?” Son las 9 y media de la noche del 3 de septiembre. Hace solo diez minutos que hemos vuelto a casa quince días después, sanos y salvos gracias a los dioses protectores de la aviación comercial, tras cinco trayectos de vuelo con Vueling: Tenerife Norte-Sevilla, Sevilla-Barcelona, Barcelona-Menorca, Menorca-Barcelona, Barcelona-Tenerife Norte.

     Salimos de la isla el sábado 19 de agosto, cuando el fuego llevaba casi cuatro días ya creciendo con prisa y sin pausa, descontrolado, feroz, imparable. Salimos con un cierto (y acaso estúpido) malestar de desertores. No podíamos hacer nada: los estados contemporáneos del primer mundo disponen de cuerpos de bomberos, de unidades militares de emergencia, de miríadas de efectivos de protección civil, de legiones de especialistas multidiversos que garantizan nuestra seguridad ante todo tipo de catástrofes, incendios provocados incluidos; y cuentan además con medios terrestres y aéreos tecnológicamente supersofisticados. Pero aún así uno se queda con esa cosilla (es mucho decir remordimiento), primitiva si se quiere, de no enfrascarse en la defensa común contra un cataclismo de tales dimensiones.

     Sus dotes olfativas la despertaron de madrugada. A través de la ventana doble del salón vio cómo ardía la ladera de Tamaide, el salto fatal de las lenguas de fuego de la vertiente sur a la vertiente norte. Me contaba de camino al aeropuerto que relucían las llamaradas en la oscuridad de manera espeluznante. Yo no me desperté. Lo que sí que

noté por la mañana, fabricando el desayuno cotidiano, fue una incipiente capa de ceniza apocalíptica sobre la tapa blanca de la hervidora, que estaba como de costumbre justo al lado de la ventana entreabierta de la cocina. Como una especie de leve síndrome de la

Pompeya antigua podría decirse que sentí. 

Nos fuimos, abandonamos el barco en avión, dejamos la isla en llamas.

A la vuelta, el olor a humo. Al día siguiente, la luz del sol mostrando impúdica el macabro rastro marrón de los pinares chamuscados, las huellas de la avaricia del fuego en las medianías. Las cumbres de la corona forestal ya no son del todo verdes. Menos vegetación: más calor; menos humedad: más fuego; menos agua: más muerte.Una ecuación irrefutable. 

Aparte de la enorme extensión de superficie quemada, de las mareantes cifras de evacuados y damnificados, del dineral que costaría el colosal despliegue para extinguirlo, el incendio deja otros muchos daños que no pueden medirse. Nadie contó los árboles calcinados. Nadie calculó los animales muertos. 

Nadie cuantificó el desconsuelo de la gente. Más que el olor a humo en las toallas durará la memoria del espanto, del horror, de la tragedia; y el malestar inefable y amargo de la rabia, de la ira contra este atentado criminal contra lo común y contra el sentido común.

Los altavoces mediáticos cacarean a bombo y platillo que el incendio está controlado, pero todavía siguen ardiendo bajo tierra las raíces de los pinos. 

 

II.- LO QUE DICE LA GENTE

     La gente habla mucho de muchas cosas. Del incendio también. La gente, aunque no le preguntes, dice, por ejemplo: 

“¡Qué desastre! ¡Qué canallada! ¡Qué sinvergonzonería!”

“Los que lo hicieron sabían cómo hacerlo”.

“Canallas los que le meten fuego al monte, pero sinvergüenzas los que tardan tanto en apagarlo. Que después ni siquiera dimite ninguno. ¡Chiquita caradura!”

“Parece mentira que un turista tarde menos en llegar desde la península a Tenerifeque muchos de los recursos humanos y técnicos necesarios para las tareas de extinción”.

“Es increíble que, después de quince días de temperaturas extremas, no haya un puto dron dando vueltas por la isla, aunque solo sea por prevenir”.

“¡Con los adelantos que hay hoy en día y que pase esto! Si fueron hace poco a pedirme permiso para grabar imágenes de la granja, para una serie, unos fulanos de una productora de esas, y yo les empecé a explicar que aquello era una vaquería, y que lo más que habían allí eran animales. Y van y me dicen los tipos que ya, que conocen el sitio, y me enseñan unas fotos que habían hecho desde el aire. Me quedé de piedra. Nos tienen tan controlados con los satélites y los drones y la puta su madre que los parió, que yo creo, mire usted, que lo ven a uno hasta cagando, con perdón de la palabra”.

         “Yo no creo en los milagros, pero nosotros tenemos una finca cerca de Pinolere, y estábamos viendo las llamas acercarse, y justo en ese momento un helicóptero soltó una carga de agua y se salvó la finca. Por poquito, pero se salvó. Como que Dios puso su mano”. La última frase no la dijo; pero yo la oí

“¡Mi madre, la pobre, con 81 años sacándola de mi casa a las 3 y media de la mañana! ¡Personas encamadas dejando su casa! Mi marido, que tiene una mula, cuatro cabras, y conejos, y gallinas, tuvo que traerse todos los animales pa’ bajo. Yo estuve durmiendo casi una semana en casa de Doña Estela. Y estuve llorando cuatro o cinco días, por la impotencia que sentí. Después ya se me fue pasando”.

         “Yo misma saqué comida al balcón de mi casa para darle de comer a las bandadas de pájaros que bajaban de la cumbre huyendo del fuego”.

         “¡Ni siquiera el incendio puede acabar con tanta belleza!”

Hablaron un camarero jubilado, un profesor jubilado, una profesora jubilada, un

pianista, una limpiadora en activo, otra emérita y el dueño de una venta en la que vende, como producto estrella, pollos frescos del país.

Hay también muchos que no hablan, que no pueden ni hablar, mudos ante la barbarie. Les duele demasiado el incendio, porque son de otra época, de cuando el monte, la cumbre, servía para uso y disfrute de la gente: recoger pinocha, cazar conejos, patear senderos, pasear al perro, comer y beber al aire libre, dormir a la intemperie sobre una manta vieja bajo el cielo estrellado y las retamas. Ahora ya hay que pedir permiso para todo: la isla está llena de espacios protegidos escandalosamente indefensos.

  

III.- LA VIRGEN DE LAS CANDELAS 

El hecho, nefasto y luctuoso, de que, como por arte de magia, negra y maliciosa, brotara fuego de la tierra por varios puntos del barranco de Arafo la madrugada del miércoles 16 del último y tórrido agosto, horas después de finalizadas las celebraciones litúrgicas en honor de la Virgen de Candelaria (“la más bonita, la más morena”), hizo que Fulgencio Hernández, nacido, crecido y domiciliado en La Corujera (el barrio más occidental del municipio tinerfeño de Santa Úrsula), y cuyo nivel de estudios no fue nunca más allá de un ciclo de cocina que le permitió emplearse con contrato indefinido y decente en los fogones de un restaurante modesto, reparara en el nombre de la patrona de su isla. Por cierto, ¿no habría que decir matrona?

 “¿La Virgen de Candelaria? ¡La Virgen de las Candelas!”, se quedó pensando el viernes mientras hacía un majado para un potaje de berros y el incendio se expandía enfurecido. “Estaban también la Virgen del Carmen, la del Rosario, la de las Mercedes, la de Remedios, la del Buen Viaje, la de Afligidos, la del Pino”, se decía, afanado,

fregando la loza. Y supuso con buen criterio, aunque sin fundamento académico alguno ni intenciones heréticas de ninguna clase, que cada uno de los nombres de las vírgenes tendría su razón de ser.

     Como razón del nombre de la Morenita bien podría pensarse en las hogueras, las candelas, que los antiguos isleños encenderían contra el frío, el hambre y la soledad. O quizá en el relámpago mágico, incandescente y mortífero que escupían los arcabuces de los conquistadores españoles. Pudiera ser incluso que tanto nativos como advenedizos supieran por tradición que este peñasco atlántico se asentaba sobre un infierno hirviente de magma imprevisible, morada del diabólico Guayota, que hervía y humeaba en el corazón sulfuroso del padre Echeyde. El encargo de tres raciones de carne de cabra y otras tantas de papas con piñas y costillas lo liberó de semejantes elucubraciones.

     “¿La Virgen de las Candelas?” Este fuego, que el domingo había llegado ya, implacable y terrible, casi a las puertas de su propia casa, no lo prendió la flecha encendida de ningún guerrero guanche, ni la pólvora de los hombres metálicos de corazas y yelmos, ni tampoco un río de lava escapado de las entrañas del volcán. “¿Sería la Candelaria patrona también de los pirómanos? ¿No pudo ella protegernos con su manto divino? ¡No iba a querer la Virgen, en su bondad infinita, que se quemara la cumbre!” “Dame un príncipe Alberto y cuatro quesillos con nata”.

     “Lo mismo La Corujera se llamaba así porque habría por allí muchas corujas”, pensó el lunes de camino al trabajo. El incendio, fuera de control, ambicioso y voraz, prendió también en las entendederas de Fulgencio Hernández: sin poder evitarlo, empezó a fijarse en los nombres de las cosas: había probado el veneno de la diosa virgen de los ojos de lechuza.


sábado, noviembre 11, 2023

LA SENDA DE LOS ELEFANTES


 Aquella víspera de navidad Antonio se presentó en casa con una enorme caja de cartón. 

Cuando su hijo le preguntó qué había dentro, Antonio le contestó que el mundo, y no le engañaba. Juanito, el hijo, abrió la caja a garfañones, y cuando vio lo que había dentro tuvo claro que nada, absolutamente nada, podría haberle hecho tan feliz.

 Era un televisor Fercu, al que abrazó más fuerte que a su propia madre. Eran de las pocas familias del pueblo que tenían televisor, razón de más para estar profundamente felices, pero no faltó el conque de la madre, siempre preocupada por la economía familiar: 

   Pero ¿cuándo vas a acabar de pagar esto, chiquillo? 

Se pasó los dos primeros meses diciéndoles a todos que no lo encendieran tanto, no fuera a ser que les llegara una factura de la luz muy gorda. 

La primera película que vieron en familia fue La senda de los elefantes, en la que la guapísima Liz Taylor se casaba con un hombre rico y se marchitaba entre la soledad y el aburrimiento en una mansión.

Pero fue la actitud de Carmela, la madre, ante la escena final de la película, lo que se le quedó grabado a Juanito, porque su madre lloraba sin consuelo mientras una manada de elefantes irrumpía en la imponente mansión de mármol reduciéndola a escombros. 

Aquella casa había sido construida en medio de una antigua senda de elefantes, y éstos habían vuelto para adueñarse del que había sido su camino. 

Cuando Juanito le preguntó a su madre por qué lloraba tanto con el final de aquella película, esperando quizás que le desvelara alguna razón oculta en su corazón, Carmela le respondió: 

— ¿Tú sabes lo difícil que es limpiar el mármol?           

Manolo Martínez

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domingo, noviembre 05, 2023

LA LIBERTAD

Perdimos la libertad cuando nos bajamos del columpio.

 Allí arriba el mundo era diferente, tanto, que hasta las cadenas, símbolo de esclavitud, allí eran nuestras alas. 

Nunca más volvió a ser igual
Manolo Martínez

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