Desde el primer momento el azar empezó a regalarme historias curiosas. La ventanilla del avión no había quién se la quitara a mi hijo Ángel, en el asiento central, un servidor, y a mi derecha, Daniella. Daniella era, y es, una italiana de
Bolonia, profesora de Ciencias Naturales que iba a hacer el Camino de
Santiago. Hasta aquí nada extraordinario. Lo que me desconcertó de esta
italiana de gentilicio apetitoso(boloñesa), fue cuando el momento en que empezó a descargar su
conciencia conmigo confesándome que se había “escapado” de su casa, ocultándole
a sus padres el destino de sus vacaciones. Mujer... Daniella, (le dije yo como si
la conociera de toda la vida), a tu edad..., ...y profesora...( quiero decir independiente
económicamente), y que tengas que fugarte para hacer el Camino….a todo esto la bolognesa, mientras me escuchaba, se iba cambiando la indumentaria durante el trayecto: rodilleras, coderas,
calcetines, zapatos de deporte…llegó un momento en que pensé que iba a salir
por la puerta de emergencia para empezar el Camino en la nube número 7…uffff..,pensé,
cuánta gente rara recorre el cielo.
Cuando llegamos a Santiago de Compostela, la ciudad estaba tomada por la policía, se ve que alguien había filtrado que llegábamos Ángel y yo, aunque se excusaron diciendo que era por el 25 de julio, festividad del Patrón de España. Eso sí, en cuánto tuve oportunidad me colé en la Catedral y al abrazar al santo le musité al oído:
- "Mira Santiago,así no, eh…esto es un despropósito: un helicóptero 24 horas, 3000 policías registrando mochilas, Cuánto dinero desperdiciado. Un poco de austeridad, en nombre del jefe.O normalizamos, o cerramos el chiringuito."
El santo me miró de reojo, con sus ojos de madera y, sin decírmelo, me lo dijo:
- "Ya no mando yo, Manolo, o es que no te has Feijao...".
El santo me miró de reojo, con sus ojos de madera y, sin decírmelo, me lo dijo:
- "Ya no mando yo, Manolo, o es que no te has Feijao...".
Esto sí. Esto ya es otra cosa.
Y por fin la mar, cambiante, novelera, tranquila y brava, desconcertante. Una brújula asentada en la tierra hace el vano intento de guiarte: norte, sur, este u oeste. Pero con una mar así, mejor pisar tierra firme.