CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, agosto 23, 2015

Psss...el secreto de ADARVE


El secreto de ADARVE se llama Rafael Morales, su fundador, y un ejemplo de como combatir el paro “localizando agua en pozos hasta ahora secos. Las armas de Rafa son la imaginación y el tesón, ambas al servicio de su vasta formación, de su insaciable curiosidad y de su impecable y amena oratoria, capaz de mantener la atención de los que hemos disfrutado de alguna de sus novedosas rutas por Carmona.

Rafael Morales, ADARVE, ha sido capaz de reinventar el viejo oficio de guía turístico, dotándolo de un rico abanico de apetitosos puntos de vista sobre su ciudad, Carmona. Rafa ha tenido la feliz idea de deshacerse de la caduca imagen del guía aburrido que se dedicaba a repetir cansínamente fechas, estilos y nombres propios que esbozaban la retahíla de monumentos, batallas y personajes que conforman la historia de nuestra ciudad.

Uno de sus muchos aciertos ha sido como el milagro del pan y los peces, ha sido capaz de multiplicar a Carmona en muchas Carmonas: La Carmona romana, la Carmona mudéjar, la Carmona barroca, la Carmona cofrade, Senderismo por la Vía Augusta, Carmona y su agricultura, Carmona en Penumbras, Ruta gastronómica…

ADARVE, Rafael Morales, ha enriquecido el impagable oficio de difundir la cultura de nuestro patrimonio, inventándose seductoras maneras y formas de mostrarnos un contenido conocido y reconocido.
Rafa ha tenido la habilidad de incorporar a la Historia con mayúsculas, una sucesión de “historias” que, aún nadando entre la leyenda y la rigurosidad histórica, se adhieren al patrimonio cultural sin complejos, cautivando al auditorio, como ocurre en su estupenda ruta de Carmona en penumbra, a la que tuve la suerte de asistir una noche, excepcionalmente fresca, de Agosto (apuesto lo que sea a que fue Rafa quién contrató al frío para hacer aún más peculiar una noche de verano por las calles de Carmona).

Enhorabuena Rafa, y gracias por enseñarnos que, a pesar de todo, querer es poder.

Escrito por Manolo Martínez

sábado, agosto 22, 2015

De vacaciones en San Sebastian (2)


Aterrizamos en el País Vasco haciendo sonar tres veces la campana de la ermita de San Juan de Gaztelugatxe, como manda la tradición. Total, solo fueron 241 escalones escalando el mar. Luego, con los pulmones llenos de aire salado, llegamos a San Sebastian, a la vital bulla del Boulevard, a los puentes sobre el río Urumea, a los mercados de la Bretxa y San Martín, al hermosísimo casco antiguo, a la catedral del Buen Pastor, al ambiente inmejorable de una ciudad hecha para vivirla.


Que lo primero que veas al despertar sea un cachito de cielo, es uno de los muchos privilegios que nos regalaron en el País Vasco. 

sábado, agosto 15, 2015

El balcón embustero

Tenía las piernas tan largas como la risa de un niño. Todas las tardes, a la hora de la merienda, se contoneaba, delante de su balcón, dejando que su minifalda ardiera en su frente. Gumersindo la aguardaba sentado, junto a la mesa camilla, escondido tras la organza del visillo. Una rebanada de pan, untada de nocilla, le añadía años al trazarle un bigote de chocolate en cada mordisco. Cada tarde se repetía el ritual, justo cuando el cuello de Gumer trasladaba su cabeza hasta la frontera del cristal del balcón, aparecía su madre, por detrás y, de un guantazo, hacía que su frente chocara contra el vidrio mientras le inquiría:
- ¿Qué miras?
- Nada, mamá, nada (la aliviaba Gumer tras su mentira)
Treinta años hicieron falta para que aquella visión de infinitas piernas subiera las escaleras de Gumersindo, se quitara la minúscula minifalda y se pusiera la bata de guatiné, tres docenas de rulos encima de la cabeza y, por las tardes, se estacionara detrás de él para atizarle en la nuca, aplastándole el cigarro contra el cristal del balcón, mientras le espetaba:
- ¿Qué miras?
- La vida,  mi amor, la vida...

Aquel balcón le había mentido. Quién ahora tenía tras su espalda nada tenía  que ver con aquella que se lucía allá abajo en la calle del deseo. Por eso, Gumer, cada tarde se sigue asomando a su balcón, buscando a aquella muchacha que tenía las piernas tan largas como la risa de un niño.

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