CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, julio 28, 2024

LAS RAZONES DE LOS COJONES

“He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro”. 

Una maravillosa consejera, y amiga, me “echó en cara” esta reflexión cuando yo buscaba explicaciones, consuelo, o quizás sólo excusas. El caso es que esas palabras de Saramago cayeron como un alud sobre algo tan atávico como las razones de los cojones. 

Puede que cojones sea la palabra estrella de los vocablos españoles. Los tenemos en la boca a diario, en cuánto la adrenalina nos los toca: “¡Enga...cojones!” 

Son el santo y seña, el marchamo de nuestros enojos. Oposiciones, mal de amores y otros escalones de la vida los afrontamos con un amenazante “por mis cojones”. 

Unos les llaman tener agallas, otros dicen que son redaños, pero “tener cojones” es un grado más, un plus,  la supuesta garantía de que las cosas ocurrirán sólo por echarle cojones, como si nuestro tótem fuera el gigantesco toro de Osborne y sus colgantes testículos.

Tan así era antes que en una manifestación que discurrió por Madrid allá por los años cuarenta, se hizo famosa una pancarta que rezaba: 

“SI ELLOS TIENEN ONU, NOSOTROS TENEMOS DOS” 

…y no, no se trata del número, ni del tamaño, de las gónadas, testículos o cojones, ni mucho menos, ni siquiera de razones, que, como dice un amigo mío: ¿qué es la razón, Manolo?, si cada uno tiene la suya.

Es algo más sutil, y más fácil. 

Para “tocar” el alma de las personas, para entendernos, sólo es necesario aceptar, y respetar, que cada uno concibe el mundo de una forma, y que ese “vivir a mi manera” es tan lícito como el tuyo, o el suyo.

 Gracias S. 

            Manolo Martínez

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sábado, julio 27, 2024

¡SILENCIO..., SE JUEGA!


 Manos detrás, bocas cerrás y ojos abiertos. ¡Silencio...se juega! Empieza la partida. 

El seis doble suena sobre el velador con ganas, tantas que tiembla la cerveza que se está calentando en la caña. 

Una docena de aspirantes acorralan a los que juegan al dominó a la espera de poder entrar por los que pierdan, pero a de ser antes de que el cocido que prepara la parienta chifle avisando de que está listo para meterle mano. 

Pasa la mañana y pasa la vida, igual que pasan las manitas de carta o las partidas de dominó, sin apreturas, sin prisas, como pasan las cosas en los pueblos. 

Y aunque todos creemos que lo que nos pasa a nosotros es extraordinariamente importante, la vida te acaba demostrando que, al contrario, sólo somos un vahído, un nada en la nada, un seis doble que abre el juego con un golpe seco, el principio del final. 

Manolo Martínez

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domingo, julio 21, 2024

EL PRECIO DEL AGUA

El agua está cara, carísima. A la vista está: el pájaro bebiendo de los charquitos que deja el aspersor porque ya no puede pagarse Lanjarón, Solán de Cabras ni Fontvella. 

El agua está cara, carísima, pero no lo suficiente al parecer, porque todavía dejamos el grifo abierto mientras nos cepillamos los dientes, o dejamos que corra el agua en la cocina mientras hacemos otra faena, o nos duchamos durante tres cuartos de hora mientras escuchamos música (sobre todo nuestros hijos). 

El agua está barata, baratísima, si tenemos en cuenta que no acabamos de asumir que el agua no es nuestra porque la paguemos, sino un bien público que escasea a pasos agigantados. 

El agua está barata, baratísima, todavía, porque aunque los pájaros beban en los charcos,  los pajarracos hacen pozos sin licencia, o se conectan a las aguas subterráneas protegidas para utilizarla a su antojo sin pago ni miramiento alguno. 

No le he pedido permiso a José Antonio Molina, el autor de esta fotografía, para utilizarla, porque estoy seguro de que él tampoco le pidió la venia al pájaro para dejarse fotografiar.

Manolo Martínez

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viernes, julio 19, 2024

Mi madre, el cordero y el demonio con chupa

 

Es la única imagen que conservo de los tres juntos: mi madre, el borrego y el demonio con chupa. 

Yo no es que fuera malo, es que no era bueno. Nunca más volvimos a reunirnos los tres, pobre cordero.

Seguro que está en un mundo mejor, junto a los pavos con los que mi madre hacía la sopa amarilla cada nochebuena. 

Aquel día silbaba el viento, como ahora, cuando dejo aposta una rajita de la ventana sin cerrar, para que chifle el aire que recorre la calle, como aquel que despeinaba a mi madre. 

Uno pierde más tiempo imaginando que haciendo. 

Será la edad, que te echa en cara que tienes más cosas pasadas que por pasar. 

Circunstancia ésta que duele, pero también sana, porque aprendes que siempre hay que templarse, como hacíamos los demonios cuando nos metian la chupa.

 Manolo Martínez

          

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domingo, julio 14, 2024

MI SOMBRA SIN MÍ

El otro día me vengo a enterá que mi sombra se había ido a Cádiz sin mi. 

Como yo le dije: “Chiquilla, ¿dónde has visto tú eso? ¿Conoces alguna sombra que se haya emancipado de su cuerpo?” 

— Pues ya hay una... campeón —me contestó, echándome cojones. 

No sé si fue cobardía o lucidez, o dos palás de cada una, el caso es que me callé. 

Días después mi mujer me puso al corriente al decirme que se había tropezado con mi sombra cuando casi la pisa en la playa. 

Dicen que los viejos contamos las mismas cosas muchas veces, lo cual no es un delito, pero sí jartible. Pero es que hay cosas que hay que contarlas muchas veces porque uno mismo no se las cree. 

Por ejemplo, ¿les he contado a ustedes que mi sombra se mueve por el mundo sin mí? Precísamente el otro día se fue con mi mujer a Cádiz y es que, por muchas veces que lo cuento, no acabo de creérmelo. 

Mi sombra por un lado y yo por otro. No tiene creeera. Igual a alguno de ustedes les ha pasado algo así. ¿Saben ustedes si tiene cura? 

Hablando de males, no sé si les he dicho lo que me pasó el otro día. 

Resulta que, cuando mi mujer fué a Cádiz, vió a mi sombra en la playa, como yo le dije a mi mujer: 

¿Qué me estás contando, chiquilla? ¿Para qué iba a ir mi sombra a Cádiz estando yo aquí? 

— Para comer tortillita de camarones en el Manteca, adobo en la plaza de abastos, un vinito por la Columela, pasear por la Caleta, saludar al Canijo de Carmona… en fin, hace cositas, que dices que tú no la llevas a ningún lao. 

                                                                         Manolo Martínez

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sábado, julio 13, 2024

EL KIKI

 

La faena del Kiki era la de acarrear arena. Para ese ministerio contaba con una flota de cinco o seis burros ataviados con sus serones. 

Entre porte y porte el kiki paraba a repostar en la primera tasca que veía. Mientras duraba el llenado, sus jumentos le aguardaban, estoicos, en la misma puerta de la gasolinera, hasta que, al cabo de dos o tres horas, salía el kiki cargado, bien  cargado. 

Entonces empezaba un monólogo con los ojos casi cerrados, un palillo empadronado entre sus escasos dientes, una vara atravesada en la presilla de su pantalón, la gorra hacia atrás y la moña hacia delante. 

De esta guisa daba órdenes ininteligibles, enfilándose con su caballería hacia la bardilla que, aún hoy existe, frente a la iglesia de San Francisco.

El Kiki se obstinaba, una y otra vez, en que los borricos cruzaran la bardilla, como si fuesen una camada de perritos pekineses amaestrados. Era sistemático, primero les proponía, con la voz, y luego les convencía, con la vara.

Estoy seguro de que Pablo Neruda conoció al Kiki antes de componer aquel verso que decía “…y te lo tragaste todo, como la lejanía”.

Eran otros tiempos, otras faenas extremadamente duras, y otras maneras de entender el mundo. 
 
        

Manolo Martínez

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sábado, julio 06, 2024

LA BARRIGA DE LA PLAZA


Le han abierto la barriga a la plaza del pueblo, y han dejado sus tripas al aire, como si fuera una ballena abierta en canal que se ha tragado todo cuánto habíamos dejado de ver. 

Allí estaban los gritos de los niños cantando goles, y los besos que todos le dimos a la Pepi, cuando todavía creíamos que cada uno de nosotros habíamos sido el primero en besarla. 

Entre los escombros, las promesas que nos hicimos a nosotros mismos cuando teníamos quince años en el carnet y un cigarro en la boca. 

La farola se ha quedado de centinela, guardiana de las conversaciones redondas que nunca acababan, precisamente porque eran redondas: voy a hacer…, cuando sea mayor…, seguro que me dirá que sí…, te querré siempre…, y yo a ti… 

La plaza se está dando una larga ducha para vestirse de domingo en septiembre, cuando las campanas de Santa María nos tiren besos de los que suenan, como los que nos daban las abuelas antes de irnos al colegio. 

Esa puesta a punto, ese vestirse de limpio, esa apertura en canal ha sido una decisión tan acertada como necesaria.

Hay veces que hay que cambiarlo todo, para que todo siga igual.

            Manolo Martínez

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