CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


sábado, julio 27, 2019

PEÑA EL BUCARO


Hace un cuarto de siglo , las aulas del Instituto Maese Rodrigo , fueron el punto de encuentro de una docena y pico de quinceañeros , a los que el fútbol o la vecindad alfabética de sus apellidos , fueron el sencillo y azaroso caldo de cultivo de unas amistades , que en la mayoría de los casos , perdura hoy , 25 años después .
Titi, Lancha , Juanillo , Bautista , Juan José , Julio , Jose María , Enrique , Ramón José Antonio y algún otro que omito por poner en algún sitio el finito . Dibujábamos con don Antonio Losa ; cabalgábamos con don Quijote y don Carlos , y permutábamos con don Alfredo Troncoso y su peculiar sentido del humor . Los viernes por la tarde , nos inundaba la galbana , y las clases de educación física simulaban al Sáhara , nadie asistía. Por aquel entonces , nuestro concepto del deporte , era unidireccional : fútbol , fútbol y más fútbol . Nos pusimos cúrsiles con las primeras clases de latín de La Puella , y denominamos a nuestro primer equipo de fútbol , Los Aristoi , que serían el germen de los , aún hoy activos , Pitufos . El sanctasantórum de los recreos , era regentado por El Rana , con sus cuñas gigantescas y cigarritos a cuenta …

Eran los tiempos en que la Alameda se llenaba de calcetines blancos , de gomina y de andares de Travolta
El templo de las abluciones etílicas era La Herradura , donde caracoles y pescadas fritas eran ahogadas en tinto con casera , mientras guardábamos el equilibrio en sillas de hierro , desparramadas por una desnivelada calle que nos “ vomitaba “ al ágora de nuestros pirmeros amores , cuyo púlpito musical dirigía , nuestro siempre amigo y enrollado Juan persiana . Miguel Bosé cantaba “Linda “ , y cada uno de nosotros buscaba a la suya , dándole a La Gloria , más vueltas que San Pedro . Si el encuentro no se producía , se acudía al “ abrevadero” , que llamábamos barra , y abreviábamos la noche. Al final , siempre acabábamos dándole la tabarra al “ Tarra “ en su-nuestro Flodi .

Hoy , aquellos adolescentes que escuchaban a Boney M. , a los Amaya y su obsesivo “Vete” , o la melosa “ Cara de Gitana “ , en la pista de coches locos de Mary-Tere , justo al final de la Alameda , somos hombres o medio hombres , hemos pasado del medio siglo,(l..ya hay más velitas de cumple que tarta...), Dios mío somos casi dinosaurios. Hemos cambiado las calzonas por el mando a distancia de la tele ; y los “lukumbas” por una Káliber sin alcohol .
. La Peña el Búcaro se ha formalizado . Tiene sede fija , un centenar largo de socios , una caseta de Feria con 20 años ininterrumpidos , un pregonero de Carnaval : Manolo Buzón , un pregonero de Semana Santa : Manolo Vera , varios primeros premios de Belenes Navideños , maratones de futbito incontables ( de las cuales fueron sus precursores ) , participaciones carnavalescas en todos sus estamentos … en fin , lo suficiente y más para llenar vitrinas de trofeos y muchos álbunes de recuerdos .
Pero nada de ello , comparable al sentimiento de saber ,que ese connubio sin cura de amigos de hace 25 años , sigue ahí . Con sus encontronazos , su disparidad de opiniones …pero es que es una peña , no un convento de clausura , y está viva . Y todo lo vivo fluye , y cambia . Nunca vemos el mismo río…
Un tal Aristóteles dijo : “ Sin amigos , nadie escogería vivir , aunque dispusiera de todos los demás bienes” . Otro más pesimista , concluyó : “ Pocas amistades sobrevivirían , si cada uno supiera lo que su amigo dice de él , en su ausencia “ . Los extremos nunca son buenos. Cada uno habla de la feria según le va . El malecón que separa al género animal del humano , es la sociabilidad , y las peñas son como un buen abad , que hace guardar esta norma principal .
Este búcaro , como todos los búcaros, se hizo con el agua de la amistad , la tierra del pasar de los años y el fuego , que “ cociendo “ ambas materias primas , le consolidó para mantener fresco su interior. Veinticinco años avalan que este Búcaro ha sido fiel a su cometido primero : la amistad se conserva fresca , aunque los encuentros se dilaten por el trabajo , la familia…

Charlar , discutir , compartir vivencias…. Conocerse es un regalo .
Porque dentro de otros 25 años , aún nos sigamos viendo dentro de este botijo , aunque para entonces , alcemos nuestras copas llenas de infusiones .

...PARA MIS AMIGOS DE LA PEÑA EL BÚCARO, PORQUE
HOY ERA SÁBADO DE GLORIA




Y AL FINAL UN LENTO...
AUNQUE A ESAS HORAS TENÍAMOS QUE AGARRARNOS A LA PAREJA 
PARA TENERNOS EN PIE


Lanzo el guante...UN VALIENTE QUE HAGA UNA QUEDADA, 
que cuando estemos todos, al menos nos reconozcamos

Manolo Martínez

domingo, julio 21, 2019

EL CALOR Y LA CALÓ


No, no es lo mismo. El caló es masculino singular, y es el que hace el paseíllo cualquier tarde de abril o mayo. Va y viene, indeciso, se instala en casa sin avisar y de idéntica manera se va. Es el aperitivo, el prólogo, el vete preparando, pero es amigo, se deja tutear. Se le puede incluso echar con cualquier cerveza, "cacacola" o ducha, sin más, pero entonces llegan junio, julio y agosto, trillizos y sin epidural. No vienen con un pan debajo del brazo, traen a la caló, femenino singular. La caló viene y se queda. Es cabezota, maleducada y molesta a todas horas. No te deja trabajar, ni dormir, ni descansar.
La caló es arisca y remilgada, no quiere abrazos ni achuchones, sólo demanda una cama grande y que ni la rocen. Es un estupendo caldo de cultivo de disputas maritales:

- ¡Esa colcha…que me vas a asfixiá…!

- Pero ¿qué quieres?, si tengo las “carnes helá”


La Caló se alía con las mujeres, no las hace sudar. Duermen tapadas y sonríen al verte transpirar. Es un pacto térmico, una alianza siniestra: ellas y la caló.Nosotros consensuamos con el caló; pero apenas si nos hablamos con la caló. Seamos positivos. Veamos el lado bueno: antaño, en las noches de verano fue la caló quién puso suelo al cielo: las azoteas. Dormitorios de verano, que no es cosa baladí dormir arropados por estrellas, sábana singular de noches sin par. Mil arias de grillos solistas en sus liceos particulares, las azoteas (mi vecino tenía uno entre los geranios, Placidito le llamaba, que el 31 de agosto despedía la “ temporada de las azoteas” con el “ Adios a la vida “ de Puccini. Era  increíble. Ese día agotaba todas las entradas de su azotea).
Pero dormir a la intemperie ya no se lleva, lo prohibió Fujitsu, dama adinerada que nos vende fresco  sin abandonar la cama.
A pesar de todo, no dejes este verano de al menos una noche, llevarte el colchón al patio, azotea o terraza. Cambien el blanco techo por el negro moteado de cualquier noche de verano. Conviértanse en astrólogos improvisados, y cuenten a sus hijos, a su mujer, o a quién compartan su lecho, mil y una historias sobre esas etéreas luciérnagas que pululan en tu dormitorio de verano. Argumenten. Fantaseen. Rienda libre al verbo, total nadie nos desmentirá.
Y que paz para el espíritu ir al encuentro de Morfeo de aquesta forma.
Y ahora cójanse de la mano, y unan su voz a la mía para cantar como una sola:

- ¿...y el fresquito pá cuando...? 

(Pónganle ustedes la música que a mi no me queda aire ni para silvar)                                            
                                                                                                                                 Manolo Martínez

jueves, julio 18, 2019

Eskerrik asko, de parte de un cateto


Los catetos, como personas que también somos, crecemos por fuera hasta los dieciocho más o menos, y por dentro, como el resto de los humanos, crecemos durante toda la vida. Crecemos por dentro cuando hacemos tertulia con catetos de otros pueblos, y cuando comemos viandas distintas a las nuestras, y cuando entramos en otras iglesias, y cuando descubrimos que aún podemos asombrarnos porque hay muchas cosas, demasiadas quizás, que aún desconocemos. Y resulta que todo esto puedes hacerlo viajando. No hay nada para crecer por dentro como viajar. Te da perspectiva, te ensancha el entendimiento, te hace tolerante, ¿es que acaso hay algo más inteligente que ser tolerante? Viajar te permite mirar, observar, abrir los ojos a otras realidades. Estos gatos estaban estudiándose el uno al otro en una tienda de cerámica pegada a la Catedral de Bilbao. Me pareció tan maravilloso el momento gato, que le regalé mi atención. Posiblemente lo hice porque estaba relajado, a muchos kilómetros del trabajo y las obligaciones. Recuerdo de Bilbao muchas maravillas arquitectónicas y paisajísticas, pero ninguna se me quedó tan en la piel como ese gato en el escaparate y el otro que parecía estar sopesando si comprarlo o no, y es que  aquellos gatitos eran tan de Bilbao como don Miguel de Unamuno, o el Guggenheim.


Paramos en Getxo para ver el buque escuela Juan Sebastian Elcano que estaba de gira por la costa cántabra, pero el buque tenía más fans que Manolita Chen en su tiempo,  y no había forma de hacerse con entradas. Se ve que lo militar vende.



Desde que empezamos a planificar el viaje sólo tenía un lugar inamovible en mi hoja de rutas, Guernika, por todo lo que simboliza aquella ciudad, su árbol y el cuadro de Picasso. Bajo ese roble el señor de Vizcaya juraba antaño respetar las libertades de los vascos, y bajo ese árbol siguen jurando hoy los lendakaris elegidos por el pueblo. Ese árbol fue testigo del bombardeo que borró del mapa a Guernica, a su población civil, sus archivos y con ellos su memoria, y sus casas. 


Y aunque las vacaciones son el espacio del disfrute, no están  reñidas con la reflexión que te  brinda el conocimiento leído, oído, o viajado como en este caso. Es más, saber lo vulnerables que somos nos conmina a establecer las prioridades que debieran regir nuestras existencias. Es un ejercicio de salud mental necesario visitar Guernika, tanto como conocer el significado de cada centímetro del impagable cuadro de Pablo (Picasso)



Mezclarse con los lugareños en sus calles, en sus tabernas, en sus mercados o en sus conversaciones es enriquecernos con otras formas de  leer la vida. Los catetos no nacemos catetos, nos hacemos catetos, y lo hacemos siempre por dos razones: o por que dejamos de ser curiosos y nos anclamos en la comodidad de la rutina, nos quedamos echados en la baranda viendo pasar la vida, o por lo que es aún peor, porque pensamos que lo que nuestro es lo mejor y que somos los dueños de la verdad absoluta.





El Museo Guggenheim al anochecer


.... y decimos adiós al País Vasco a lo grande (que por algo tienen fama de exagerados la gente de "Bilbado"), con este perro gigante de flores que no dice ni guau porque escupiría geranios. Se sienta ahí por la mañana y echa todo el día para que le fotografiemos, y de camino para que no le quite el sitio el arañón (araña de las que se crían en Bilbao). 


Nos traemos del País Vasco la retina llena de preciosos pueblos y espectaculares playas, el paladar vestido de gala por sus pintxos, el  espíritu tranquilo por el noble trato recibido, y el corazón cargado de risas, buenos recuerdos, y de oro por haberlo compartido con lo mejor de la vida, la familia.


Eskerrik asko a todos los vascos a los que hemos tenido la suerte de conocer, un placer.

 Manolo Martínez

martes, julio 16, 2019

CATETEANDO EN EL PAÍS VASCO ( 2 )

ZARAUTZ  Y  GUETARIA


Una de las señas de identidad de un buen cateto, y yo lo soy, es la novelería, el esnobismo, la búsqueda de una foto con el famoso del lugar, el glamour de chanclas y calcetines. ¿Qué buscaba yo en Zarautz?
¿Bañarme en la playa más extensa del Pais Vasco? - Frío
¿Ver a los surfistas montando las olas del Cantábrico? - No.
¿Disfrutar de la vista del Ratón de Guetaria? ¡Que no… ostia!


Mi único deseo era ver a Arguiñano y echarme una “afotito” con el cocinero chistoso.
Karlos Arguiñano tiene allí, en un antiguo palacete con un enclave privilegiado en la misma orilla del Cantábrico, su restaurante. Yo, imbécil de mí, pregunté por el mediático chef. La respuesta se la imaginan ustedes.


¡Ah!, que “mese” olvidaba, como hay más gente como yo, en búsqueda del Arguiñano, el tío (Arguiñano) ha puesto una estatua suya a la entrada del Restaurante, para que todos los paletos nos podamos echar la foto y que el mundo se entere de que nosotros estuvimos allí. Coño, que de coraje no me eché la foto.


Eso sí, entré a comer. Otra “catetá”, ya sólo me faltaba el pañuelo en la cabeza  anudado en los cuatro picos. Eso sí, comimos de tapas, y a precios normalitos, como lo que comimos, normalito, nada del otro mundo. En Mingalario se come cien veces mejor y todavía no ha puesto Antonio una estatura del Sergio en la puerta.


¿Lo mejor? Un paseo asfaltado que une Zarautz y Guetaria pegado a la costa. Es un lujo que a diario disfrutan las dos ciudades, para andar, correr, pasear en bicicleta, o símplemente visitarse.



Tras comer sin Arguiñano nos acercamos a Guetaria. Dos nombres propios son el señuelo turístico de esta pequeña pero preciosa población, Juan Sebastian Elkano (nacido en Guetaria y que dicen fue el primer marino español en dar la vuelta al mundo)...


y Balenciaga (hijo también de una costurera y un pescador guetarianos y un icono del mundo de la alta costura. Se ve que coser redes no daba tanto parné. Tiene en su ciudad natal un impresionante museo que no vimos)  



Sin embargo a pesar de la belleza innegable de sus playas, de sus pueblos, y de su gastronomía casera, la de cualquier taberna de cualquier lugar, hay algo que a mí me engancha más que todo lo relatado, entre otras cosas  porque nos permite disfrutar lo dicho, su climatología. Estar a las cuatro de la tarde en julio o agosto callejeando y descubriendo rincones es algo tan de agradecer como dormir tapado. Nos queda Guernika, Getxo y "Bilbado". Agur
 Manolo Martínez

lunes, julio 15, 2019

Crónicas de un cateto en el País Vasco ( I )



Los que fuimos niños en los años setenta nunca imaginábamos que cuando tuviésemos la edad que tenían nuestros padres entonces, el pájaro de hierro nos llevaría a la otra punta de España en  el tiempo que necesitas para aparcar por la plaza arriba. Por aquellos años los veranos se llamaban Chipiona, Matalascañas, y la mayoría de las veces, alberca, sandía, filetes empanados y flotador de cámara de rueda de tractor. Hoy las compañías aéreas de bajo coste nos han aburguesado y convertido en viajeros del mundo. Por el precio de dos cervezas con tapa te plantas en el fin del mundo, y eso es una revolución impagable.


En fin, que a las nueve de la mañana estábamos en Sevilla pesando las maletas con Pepe, y a las diez y cuarto estábamos en Bilbao pidiéndole un café a Patxi. Imposible pensar en vasco en tan poco tiempo, y eso que a mí, como buen cateto, se me pega el acento rápido. Aunque me quité la boina al subir al avión, dejé demasiadas pistas en mi look, como el gigantesco tamaño del jugador de polo que cabalgaba sobre mi camisa, mis zapatitos de ante azul, o mis gafas de sol Ray-ban puestas durante todo el trayecto dentro del avión. “Pa comerme” como diría mi madre.


 De Bilbao a San Sebastian en coche tardamos exactamente lo mismo que de Sevilla a Bilbao en avión, nada raro teniendo en cuenta que en las nubes no hay, de momento, ni peajes ni semáforos. Ya en San Sebastian dos visitas obligadas por encima de las demás. Un paseo por la playa de la Concha, “afotito” junto a la baranda blanca, y otro paseo, éste culinario, por la Calle 31 de Agosto, para dejarte ver en el Gandarias, el más concurrido espacio para comer de Donostia, con unos pintxos espectaculares pero a precios normales. El café y el postre hay que tomárselo en el restaurante “La viña”, donde se dice que la tarta de queso es la mejor de España, queda claro que no han probado la de mi mujer. 




Y para echar para abajo pintxos y tarta de queso, subimos al Monte Urgull para ver el Cementerio de los Ingleses y el impresionante Jesús del Sagrado Corazón, amén de la mejor vista de San Sebastian y su playa de la Concha. No le faltan a esa hermosa ciudad rincones para quedarse allí el resto de tu vida: el bullicio del Boulervard, el silencio del Buen Pastor o la oferta cultural del Kursaal, todo esto regado con la premiada cerveza donostiarra Keler.



A menos de media hora de Donostia está Hondarribia, separada de Francia por la desembocadura del río Bidasoa. A dos calles de esta desembocadura está la calle San Pedro conformada por un puñado de preciosas casas de pescadores pintadas de mil colores, y locales de las tan habituales peñas gastronómicas vascas. A lo largo de esta calle me tomé varias cañas de cerveza, y justo en la última, cuando ya la lengua no me cabía en la boca,  me dio por preguntar porque cuando pedía una caña, me servían un vaso que hacía casi medio litro de zumo de cebada, lejos de la pequeña caña a la que estamos acostumbrados por aquí abajo. Me contestaron que la caña andaluza se bautizó en aquellas tierras como un zurito. ¡La ostia Patxi ¡,  ¿y ahora me lo dices, que ya no sé dónde hallome? 

   
   Con esa media moña me fuí a la preciosa Plaza del Obispo, una de las más antiguas de Hondarribia. Nos sentamos justo en el centro de la plaza, dándole la espalda a la estatua del obispo, cuyo nombre no recuerdo. Cambié al vino, no me cabía más cerveza, y en el segundo buchito creí morirme. Primero pensé que el alcohol me había jugado una mala pasada, luego comprobé que la realidad fue la que ví. Un avión pasó tan cerca de la plaza que hubiese podido montarme en él sin despeinarme. Al caballito que llevaba bordado en mi camisa lo reventé contra la tela con mi corazón que se quería salir.
 A escasos metros de allí está el aeropuerto de Hondarribia. ¡Ostia! Compruébenlo si van, verán que no exagero. Quedome claro que la Plaza del Obispo debe su nombre a la necesidad de estar bendecido si pones allí las posaderas, por si un piloto decide tomar cualquier día una copa sin bajar el avión en  aquel fermoso lugar. 
Manolo  Martínez

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