Es el santo de Ángel, el pretexto
perfecto para evitar la cocina y marcharnos a un restaurante chino, el de
Mairena, que a pesar de estar en Mairena está lleno de gente de Carmona,
curioso. El recién estrenado local ha perdido el encanto del antiguo. Sí, más
amplio, más nuevo, más occidental, pero apenas hay camareros chinos, y
desaparecieron los peces, y aquel cuadro iluminado con un río fluyendo que
relajaba. Rollito, de primavera, en otoño, arroz chino, pan chino, pero hay que
hablar a voces, porque todos hablamos a voces, como en cualquier taberna de la
España profunda. Ni chinos ni silencio.
Ni siquiera ves comer a nadie con
palos mandarines, sólo falta que las camareras se pongan falditas escocesas y
repartan el arroz tres delicias en patines, como en los Mc”Donalds americanos.
La tarde retoma la cordura cuando
al salir, y sentarme a tomar café en la heladería de al lado, me encuentro a mi
amigo de toda la vida Antonio Canales, el bailaó. Intercambiamos saludos, nos
hicimos una fotito, y vuelta a Karmo. Al llegar a casa, Memorias de África en
la tele, y al final, pisándole los
talones a la tarde dominical, el lunes me saca la lengua: “Ya estoy aquíii…”
Escrito por Manolo Martínez