Abrir
las puertas del pasado no es fácil, ni difícil, todo depende del cuidado con
que se abra el pestillo. Francisco Javier Díaz Ojeda ha entrado sin pegar un portazo y,
con la sensibilidad que baña siempre su fotografía, ha resucitado esta vieja
lata de aceitunas que andaba perdida entre el olvido y las telas de araña de un
viejo desván. Esa lata nos grita, intenta decirnos que debajo del moho de sus
paredes hay muchas horas de trabajo, demasiadas, de cuando el trabajo era de
sol a sol, y el jornal apenas alcanzaba para dar de comer a los hijos.
Fotografía: Francisco Javier Díaz Ojeda
Texto: Manolo Martínez
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