La mirada torcida le delata. Hay
uno en cada clase, en cada trabajo, en cada asociación, en cada esquina. Es el
listillo. Se diferencia del listo porque el listillo no estudia, ni trabaja, ni
empatiza. Vive de hacerle la pelota al que tiene por encima del escalafón o de
chivarse. Es el trepa en los partidos políticos. Mira de soslayo porque intuye
que alguien descubrirá sus "malas artes". Darwin no tuvo en cuenta a
este eslavón en su teoría de la evolución, porque esta especie no necesita adaptarse para sobrevivir, como hizo la jirafa alargando su cuello. Los listillos sobreviven sin ningún esfuerzo propio, este ornitorrinco simplemente sondea las
desdichas ajenas para rentabilizarlas. Tú lo haces y él se cuelga la medalla. Como decían los clásicos, un hijo de su madre.
Manolo Martínez
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