La nochevieja ardió en mi salón, y hoy toca limpieza. La retirada de las cenizas se refugia en una pequeña escobilla y una paleta de hierro. Meto la paleta en el hogar de la chimenea y la saco colmada. La vuelco despacio, con sumo cuidado, en una bolsa de basura. Luego, repito la operación una y otra vez hasta dejar vacío el cenicero de hierro.
Cierro la bolsa con esmero, para no ensuciar el suelo, y emprendo la huída hacia el contenedor más cercano. Apenas llevo media bolsita de leña quemada. Pesa poco, tan poco que me extraña. Un pensamiento me asalta y me zamarrea. Eso que porto en la mano, ocupa y pesa lo mismo, que pesaré y ocuparé yo, después de muerto. Joder. Ahora aminoro la marcha para retrasar la llegada al contenedor. Quiero dejar hablar a mi imaginación. Y, ésta, ávida de expresarse, continúa: “en aquella bolsa cabrán, holgádamente, mis voces, mis risas, mis lágrimas, mi amor, mis deseos, todas mis horas de escritura, mis enfados, mis lecturas, los abrazos que me dieron y los que yo dí, los besos, las bofetadas de toda una vida, todo el frío de mis inviernos, y las miradas.
En aquel mínimo espacio se mezclarán mis paseos, mis escasos goles, un puñado de días en Roma, los bailes agarrados y el humo de multitud de cigarros. Y todo esto, todo, será gris, gris ceniza, sin que se pueda diferenciar, una tarde de verano de aquella zancadilla que me costó el recreo hace ya mil años. No hay quién distinga, entre aquellas cenizas, las caricias sensuales de las noches de amor, de los vómitos de ginebra de las noches de juerga. En aquella bolsa cabe una vida entera, Dios mío.
Cuando llego al contenedor, pongo el pie en el pedal que abre la boca del comedesperdicios, y alzo mi brazo para hundir, en aquella verde oscuridad, los restos de la Navidad, el miedo me frena, y no consigo abrir la mano para dejar libre a aquel polvillo. ¿Y si soy yo el que va allí, y no la leña quemada? Nadie nos distinguiría.
(Cuando mi mujer lee el borrador del presente artículo, sentencia: -Eres una sonaja, hijo mío)
A mis Serrano, Tintito y Galapagar, con mis mejores deseos para el 2011 y un consejo, CARPE DIEM, amigos, CARPE DIEM.
10 comentarios:
¡Jodió Manué! ¡Vaya manera de empezar el año que tienes! Recuerda que al menos tu blog no va a ir en el puñao de cenizas y quedará aquí para que podamos seguir sintiéndote entre nosotros. Ahora métete fuego si quieres ya que con la ley antitabaco es para lo único que te va a servir el mechero. Te iba a desear salud para el 2011, pero visto y leído lo que dice el sonaja igual le hace más ilusión un soplillo. Un abrazo sin quemarme.
Dicen que los gitanos no quieren hijos con buenos principios, por eso, decidí este año darle la vuelta a la tortilla, y alejarme de los manidos abrazos, felizañonuevo y otras zarandajas que al final del año acaban en el contenedor, como mi los vómitos de mi chimenea. Lo he empezado necrófilamente, con los pies en la tierra, y estoy seguro, de que el balance final será inmejorable, y tú que lo veas, buena persona.
La verdad... un sonajero hijo... pero me a encantado, chapo Manué, esa es la realidad, pero hay cenizas concentradas por lo que dejan detrás.
Un fuerte abraso
Jajajaj¡ Polvo cenicero eres y en polvo cenicero te convertiras. Y a tanto a Serrano, Tintito y a el aqui escribiente seguro estoy nos echastes de menos en esa lúdica fiesta. No te quepa duda que al "son" que los cuatro sabemos, a todos nos hubiera encantado bailar contigo. Un abrazo.
Gracias por el baile.
De verdad, que eres una sonaja, amigo mío.
Saludos de J.M. Ojeda.
Buen Año para ti y los Tuyos.
¡Genial!El principe de los ingenios en carmona:Manolo,ese ers tú.
Desde tu blog, desearos a todos un exitoso y creativo año!salud, MAESTROS!
esto si que es empezar el año con buenas intenciones!.
De nuevo, genial.
Gracias en nombre de "todos", y lo mismo para ti.
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